Se trata de registrar las primeras reacciones de estos vistantes, su manera de valorar el espacio e imaginar cómo podrían habitarlo, integrarse a él (luminosidad y amplitud, orientación y armonía con el espacio exterior), pero sobre todo ver cómo permite a cada uno conectar por medio de él con experiencias y estímulos sensoriales muy personales que reúnen el presente y el pasado. El espacio doméstico vacío se transforma así en una suerte de pequeño hangar abandonado donde es posible recapitular viejas experiencias (algunas íntimas, familiares o amorosas, otras de carácter político y social, como la evocación de una marcha bajo la dictadura castrense), y tomar vuelo desde ahí hacia derroteros nuevos. El departamento vacío, una ventana al futuro. Importa señalar que la película, concebida antes de la pandemia, aunque completada en aquel duro momento de puertas cerradas, ofrece un interesante contraste entre un espacio intramuros y el mundo exterior que desde allí se evoca, propiciando con ello el ejercicio de la memoria, obligando también en ocasiones a una necesidad de olvido.
Es notable el trabajo de edición de Gustavo Schiaffino y su manera sutil de ordenar y dar cauce coherente al flujo de voces diversas en este documental de originalidad incontestable. El pulso vital de la cotidianeidad bonaerense, el peso mismo de una historia política no enterrada, los amores muertos y los nonatos, la presencia abrumadora de nuevos fantasmas y viejos recuerdos, todo ello coexiste y se acumula en este blanquísimo espacio engañosamente vacío.
Se exhibe en la sala 8 de la Cineteca Nacional a las 12:45 y 18:15 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1
https://www.jornada.com.mx/2023/07/07/opinion/a08o1esp
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