Carlos Bonfil
Lejos de ser esa prestigiosa filiación una ventaja, Vera la vive como
un contratiempo y a veces como una calamidad. No sólo la figura del
padre ha opacado su accidentado paso por la sociedad del espectáculo,
con su físico a medias desmejorado por cirugías plásticas poco
afortunadas, sino también su talento de actriz el cual se reduce a un
viejo desnudismo juvenil ya irrepetible, Blancanieves travestida de bruja
,
alguna aparición fílmica en cintas de su amiga Asia Argento, o un
historial de fallidas aventuras amorosas con galanes oportunistas, como
su novio Gennaro en la película, quien sólo busca utilizarla para entrar
en contacto con Monica Bellucci. Vera Gemma posee una vulnerabilidad y
una gracia de adolescente prolongada que la emparenta con el personaje
pintoresco y frágil que interpreta Giulietta Massina en Las noches de Cabiria
(Federico Fellini, 1957). Ciertamente de tanto infortunio social sale
Vera bien librada, tal vez incluso redimida, por un accidente
automovilístico en el que un niño (Sebastian Dascalu, notable) sale
lastimado, volviéndose ella su protectora y de paso también la amante de
Daniel (Daniel de Palma), su padre proletario. Resulta revelador o
irónico que de Giuliano Gemma, el emblema Ringo
del western europeo de los años sesenta, haya surgido esta extravagante leyenda urbana que es su hija Vera. Su historia es imperdible.
Se exhibe en la sala 8 de la Cineteca Nacional a las 13:45 y 18:30 horas.A
https://www.jornada.com.mx/2023/07/02/opinion/a06o1esp
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