«Mujeres sacerdotes», documental de Marie Mandy sigue la historia de distintas mujeres que han exigido a la Iglesia ser ordenadas como sacerdotes; muchas de ellas, amenazadas e intimidadas por la fuerza clerical que ha intentado echar para abajo su fe, apuntando a que no es lo suficientemente poderosa como para ser reconocidas como sacerdotes, y no por capricho, sino porque se trata de una ley canónica de la Iglesia que ha vetado históricamente a las mujeres de la toma de decisiones.
Sin embargo, resulta importante referir que, a pesar de que se les niega la entrada a estos espacios, a las mujeres no se les niega su trabajo como cuidadoras y principales protectoras de la Iglesia. Un extractivismo de su trabajo; son las mujeres quienes velan por las Iglesias de sus comunidades, quienes organizan, limpian, celebran y sostienen la fe católica.
Las 7 Danubio

- 9 mujeres en el Río San Lorenzo en Canadá
- 8 mujeres en el Río Ohio, Pittsburgh, Estados Unidos
- 1 mujer de nombre Genevieve Beney en Lyon, Francia
- La primera mujer afrodescendiente de nombre Myra Brown en Nueva York , quien fue reconocida diaconisa en 2015 y dos años después, fue elevada a sacerdotisa
Myra Brown ha sido una pieza clave en los movimientos sociales neoyorquinos, llamando a su Iglesia a participar activamente en el movimiento Black Lives Matter. La -ahora- sacerdotisa, recuerda que, toda su vida la dedicó a la Iglesia y siempre escuchaba al sacerdote hablar de «El hombre», como si fuera sinónimo de humanidad, sin embargo, cuando miraba al rededor «el 85% de las personas que estaban ahí éramos mujeres. Las mujeres mantenían la iglesia «, dice Myra Brown.
«Dios nunca ha buscado un género concreto»

«Las mujeres deben callarse»
A través de cartas enviadas a distintas autoridades del Vaticano, Jacqueline Straub ha cuestionado por qué la fe de las mujeres no tiene la misma valía y lo que ha recibido como respuesta es preocupante. Si bien algunas respuestas son vagas, muchas otras, tienen el objetivo de amedrentarla; eligen fragmentos de la Biblia donde se violenta la figura de la mujer y las subrayan en rojo.
Como por ejemplo, aquel pasaje donde dice «Las mujeres deben callarse», esa carta firmada por un tal Alexander fue enviada al domicilio de Jacqueline un hecho que, en un principio la incomodó, pero más tarde, la hizo apropiarse de esta emoción de temor y celebrar que, poco o mucho, si figura se ha convertido en la piedra del zapato de muchos hombres al interior del Vaticano.
Los episodios en el documental donde la periodista se enfrenta a distintas autoridades clericales son difíciles de ver. Particularmente, su cara a cara con el cardenal Gerhard Ludwig quien niega categóricamente que Jacqueline se sintiera «llamada por el Señor», pues él nunca haría algo así; no se equivocaría llamando a una mujer.



«Espero ver a las primeras mujeres ordenadas sacerdotisas, así podría morir con una sonrisa en la cara porque sé que lo habré logrado todo en la vida» (Jacqueline Straub)
Quebrar el sueño: Aprehendidas, castigadas y excomulgadas
Sobreviviente de violencia doméstica, Christina expresa la sensación de haber sido llamada por el Señor, un hecho místico que llegó a ella cuando meditaba el Evangelio. Recuerda mirarse a sí misma y preguntarle al Señor por qué la había elegido a ella y que probablemente se trataba de un error.
A sabiendas de que el camino no es sencillo, Christina optó por suprimir su fe, pues nunca lograría ser sacerdotisa, un hecho que la quebró emocional y psicológicamente, tanto que, incluso, pensó en abandonar la Iglesia; quería eliminar de su vida la fe, antes de luchar contra uno de los monstruos burocráticos más poderosos.
Por seguridad, Christina cambió su nombre a «Luz Galilea» y hace apenas un par de años, mientras estaba en la plaza del Vaticano fue aprehendida y cuestionada de por qué usaba ropa sacerdotal, aún, cuando fue ordenada por otra mujer años atrás. A pesar de explicar su trabajo y mostrar documentación, Christina fue llevada a la comisaría donde fue increpada por 2 horas y posteriormente, se le confiscaron el alba y la estola que portaba.
Pero, de dónde viene este rechazo total, ¿por qué la Iglesia no soporta ver a mujeres como sacerdotisas?mExisten dos teorías donde se sostiene esta segregación
- Dios eligió a sus 12 apóstoles como hombres
- Los sacerdotes son una extensión de Jesús, por ello, deben de ser a su semejanza; una mujer no comparte características del Señor
Sin embargo, la teología feminista ha debatido fuertemente estos dos hechos, bajo la hermenéutica -reinterpretación de la Biblia- donde se encuentra que, de hecho, las mujeres siempre existieron en el radar de Jesús; Jesús llamó a todas las personas para igual para replicar sus enseñanzas.
En añadidura, se ha demostrado que también llamó a mujeres como sus seguidoras; mujeres poderosas que defendieron a Jesús y que fueron borradas por la Iglesia.
«La historia de la Iglesia, es la historia del borrado de mujeres por su bien y de su concepción del mundo«, dice la teóloga Jamie Mason.
Entre los escritos se ha encontrado a una de los apóstoles de nombre Junias, misma, a quien se le cambió el nombre haciéndolo masculino. Asimismo, se sabe que Jesús nombró a María Magdalena «La apóstol de los apóstoles», una mujer acaudalada que entregó su vida a Jesús y que ha sido señalada por la Iglesia acusándola de prostituta, pecadora y adúltera, aún, cuando no hay ningún registro en las Sagradas Escrituras que enuncie explícitamente esto, refiere Jamie Mason.
En un segundo apunte, ¿realmente las mujeres no se parecen a Jesús? Resulta evidente que tampoco todos los hombres son a su semejanza. Mason precisamente apunta a que se han ordenado a hombres europeos o asiáticos que tampoco lucen como Cristo, en añadidura, la mayoría son hombres en la vejez; Jesús tenía 33 años y no por eso se les ha impedido a hombres caucásicos y en la vejez detener su sacerdocio porque no tienen semejanza a Jesús. Y aunque esto parezca un apunte ridículo, es la misma lógica que persigue la segregación de las mujeres; es arcaico esperar que se debe lucir como Jesús para poder replicar su palabra.
A esto, se añade otra capa aún más interesante que la teología feminista ha puesto en el visor: ¿Y si Jesús no era hombre?
La teología feminista: Un cuestionamiento al mundo
En México la teología de la liberación ha sido profundamente reveladora y se está insertando como una parte muy fuerte de la realidad religiosa, lo que implica que no sólo está ganando territorio, sino que, además, se está peleando en contra del extractivismo de la sabiduría de las mujeres. Y es que, cuando se habla de la teología, justo como ya advertía la obra de Vélez, también se nombran los saberes ancestrales y espirituales; esto no se trata de algún personaje religioso, sino más bien, de una divinidad pura que se intenta alcanzar desde diferentes frentes.
En entrevista con Cimacnoticias, la teóloga y actual secretaria de cultura de la CDMX, Ana Francis Mor explica que una de las cosas que hace la teología feminista es estudiar, abrazar y reconocer todos los saberes espirituales de todas las tradiciones, entonces, la conversación es riquísima en términos de conocimiento, desde quienes se dedican a la curación, a la tierra, a la defensa de la tierra, hasta las que vienen de haberse ordenado como religiosas hace 50 años y todo lo que les ha llevado a pensar en su trabajo de base.
De esto se trata, precisamente, el territorio feminista en la religión; la lucha de ser y vivir la fe desde la experiencia femenina, una herramienta a la que muchas mujeres se están atando, siendo en esencia, una parte importantísima: Las mujeres diversas ya no son expulsadas de los mandatos de la Iglesia, sino pensadoras libres y constructoras de su propia fe.
«Somos las mujeres que no queremos la sumisión patriarcal incluso las que están desde una posición como lesbianas, es decir como que nos han expulsado, ¿sabes? Estamos expulsadas de la fe y de la espiritualidad, eso me llevó a pensar: «Ah, caray, ¿por qué?, o sea, pensando en la fe también como la cuerpa, ¿no?, es ese territorio por reivindicar la fe -la fe cualquier cosa que esto signifique para cada una-«
Además de esta misma rebeldía de mujeres insertándose en la Iglesia, nace otra idea fundamental: Reapropiarse de la figura de Dios.
En una conversación más centrada en la materia, Ana Francis Mor ataja que, cuando se habla de Dios -la palabra en sí. no necesariamente es algo que se pueda explicar y no porque sea inexistente o mágico, sino más bien, porque es muy amplio. Y es esta inmensidad, lo que las mujeres están tomando con sus manos para construir los propios refugios de su fe; no la fe androcentrista del «deber ser» o de lo que pauta la institucionalidad, sino más bien, desde la propia experiencia de vivirse mujer y con base en ello, comenzar a sanar las violencias de las que hemos sido sujetas.
«En muchas culturas es la unicidad del todo y cuando hablo del todo no es que cualquier cosa sea Dios sino el todo es como la conjunción del todo, desde todas las culturas prácticamente todos los sistemas de conocimiento religioso te hablan de un futuro en el que todo se diluye en una sola cosa como una especie de Big Bang a la inversa como un regreso a una energía en donde estamos y donde está todo junto, -unido, pero no separado-.
Entonces digamos en esta tirantez, todo sistema de conocimiento sagrado refleja este anhelo de que no exista y esa desunión o distancia y de alguna o de otra manera eso es Dios (…) en la mayor parte de los sistemas de conocimiento sagrado, ya seriamente en el estudio, nadie te plantea que tenga una forma siquiera, una forma, ni un sexo, sino que es el todo y gracias al patriarcado, pensamos que Dios es hombre» (Ana Francis Mor)
Con esta última reflexión es que se construye la posibilidad de seguir repensando(nos) y saber que, allá afuera, las mujeres están puestas en toda trinchera para seguir resquebrajando el sistema patriarcal, algunas, luchando en las calles y otras, dinamitando con la palabra «mujer» las raíces de la Iglesia, sin importar en dónde se esconda el patriarcado, siempre hay combativas dispuestas a escribir su propia historia.

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