Números rojos: violencia contra mujeres e inequidad
Por Cecilia Lavalle
Quintana Roo, Méx., 27 dic 07 (CIMAC).- Fechas de mirar hacia atrás. De recuentos. De balances. Innecesario, dirían las personas pragmáticas. Inevitables dirían quienes, como yo, sienten que no se acaba de cerrar una etapa, a menos que evaluemos, que descubramos las ganancias y las pérdidas, que miremos las lecciones.
En mi balance, hace varios años que mi país registra más pérdidas que ganancias. Los números rojos se acumulan en varios rubros. Estado de derecho, seguridad, combate a la violencia contra las mujeres, combate a la pobreza, combate a la impunidad, combate a la corrupción, educación, oportunidades de empleo, de equidad, de futuro, de esperanza.
Este año en particular, el déficit en procuración y administración de justicia es desastroso. La protección a toda costa de los poderosos, hagan lo que hagan y vulneren lo que vulneren. La violación de garantías individuales minimizada por la máxima autoridad judicial. La pederastia vista como un asunto menor en la corte, así, en minúsculas.
La impunidad avalada, protegida, cobijada por la mayoría de ministros y ministras de la corte. La arrogancia con la que se exhibe el poder que disfruta lo mismo un gobernador precioso, que un empresario protector de pederastas, que un ministro o ministra de la corte que cree idiota a la ciudadanía que no tiene poder, a quienes pertenecemos –diría mi amigo Eduardo- al infelizato.
Y si de política se trata, el resultado no es mejor. Las componendas a la ley consensuadas por las principales fuerzas políticas. Las negociaciones mezquinas para defender cotos de poder en el presente y asegurarlos en el futuro. La mirada en lo personal en lugar de en lo colectivo. El interés puesto en lo inmediato no en lo fundamental. La habilidad de cambiar algo para que en los hechos no cambie nada o casi nada que -diría el cantautor Silvio Rodríguez- no es lo mismo, pero es igual.
En fin, a veces me parecen tanto los números rojos que me cuesta trabajo apreciar los negros, los que muestran los haberes, los que nos recuerdan que cabe la posibilidad de no quebrar, los que nos brindan la esperanza de que, algún día, el balance puede ser diferente.
Con el afán de equilibrar el balance (y el ánimo) haré un recuento de mis certezas, que representan ahora mis números negros. Creo, contra toda evidencia, que un mejor país es posible.
Creo que no es verdad que cada pueblo se merece el gobierno que tiene. Es verdad que no tenemos aún el suficiente entrenamiento para propiciar los cambios o para hacer valer la voluntad mayoritaria por un mejor país. Pero eso no significa que merezcamos legisladores, jueces, ministros, gobernadores, procuradores como los que hoy hacen mayoría.
Creo que mi país tiene esperanza mientras existan hombres y mujeres que luchan por un mejor país, lo mismo desde las trincheras del periodismo que de la legislatura que de los tribunales que del gobierno que de las escuelas que de la defensa de los derechos humanos.
Creo que mi país es mejor gracias a mujeres como Lydia Cacho y como tantas otras con menos fama que luchan por proteger y ayudar a mujeres, niñas y niños que padecen violencia.
Creo que mi país será mejor en la medida en que más personas asumamos la defensa de derechos humanos como una acción en defensa propia.
Creo que las acciones buenas tienen menos fama que las malas.
Creo que todos los días alguien ayuda a alguien, hace cosas buenas por alguien, hace la diferencia para alguien. Creo que cada una, cada uno puede hacer la diferencia a su alrededor, en las pequeñas acciones cotidianas, en el espacio en el que nos movemos.
Creo que no hay esfuerzo pequeño. Creo que algún día la suma de esos esfuerzos hará la diferencia para nuestro país. Creo en la utopía como la casa en la que habita la esperanza. Creo que vale la pena luchar por alcanzar la utopía.
Acaso mi nivel de números negros no sea tan abundante como el de los rojos. Pero sumado a lo que usted encuentre entre sus números negros a lo mejor vamos equilibrando la balanza.
En todo caso, lo asumo como un acto para aferrarme a la terca necesidad de creer que México puede ser diferente.
Amable lector, amable lectora, le deseo un año lleno de motivos para celebrar. Nos reencontraremos en este mismo espacio la primera semana de enero, espero que con muchos números negros en nuestros haberes personales.
* Periodista y feminista en Quintana Roo, México, integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.
Por Cecilia Lavalle
Quintana Roo, Méx., 27 dic 07 (CIMAC).- Fechas de mirar hacia atrás. De recuentos. De balances. Innecesario, dirían las personas pragmáticas. Inevitables dirían quienes, como yo, sienten que no se acaba de cerrar una etapa, a menos que evaluemos, que descubramos las ganancias y las pérdidas, que miremos las lecciones.
En mi balance, hace varios años que mi país registra más pérdidas que ganancias. Los números rojos se acumulan en varios rubros. Estado de derecho, seguridad, combate a la violencia contra las mujeres, combate a la pobreza, combate a la impunidad, combate a la corrupción, educación, oportunidades de empleo, de equidad, de futuro, de esperanza.
Este año en particular, el déficit en procuración y administración de justicia es desastroso. La protección a toda costa de los poderosos, hagan lo que hagan y vulneren lo que vulneren. La violación de garantías individuales minimizada por la máxima autoridad judicial. La pederastia vista como un asunto menor en la corte, así, en minúsculas.
La impunidad avalada, protegida, cobijada por la mayoría de ministros y ministras de la corte. La arrogancia con la que se exhibe el poder que disfruta lo mismo un gobernador precioso, que un empresario protector de pederastas, que un ministro o ministra de la corte que cree idiota a la ciudadanía que no tiene poder, a quienes pertenecemos –diría mi amigo Eduardo- al infelizato.
Y si de política se trata, el resultado no es mejor. Las componendas a la ley consensuadas por las principales fuerzas políticas. Las negociaciones mezquinas para defender cotos de poder en el presente y asegurarlos en el futuro. La mirada en lo personal en lugar de en lo colectivo. El interés puesto en lo inmediato no en lo fundamental. La habilidad de cambiar algo para que en los hechos no cambie nada o casi nada que -diría el cantautor Silvio Rodríguez- no es lo mismo, pero es igual.
En fin, a veces me parecen tanto los números rojos que me cuesta trabajo apreciar los negros, los que muestran los haberes, los que nos recuerdan que cabe la posibilidad de no quebrar, los que nos brindan la esperanza de que, algún día, el balance puede ser diferente.
Con el afán de equilibrar el balance (y el ánimo) haré un recuento de mis certezas, que representan ahora mis números negros. Creo, contra toda evidencia, que un mejor país es posible.
Creo que no es verdad que cada pueblo se merece el gobierno que tiene. Es verdad que no tenemos aún el suficiente entrenamiento para propiciar los cambios o para hacer valer la voluntad mayoritaria por un mejor país. Pero eso no significa que merezcamos legisladores, jueces, ministros, gobernadores, procuradores como los que hoy hacen mayoría.
Creo que mi país tiene esperanza mientras existan hombres y mujeres que luchan por un mejor país, lo mismo desde las trincheras del periodismo que de la legislatura que de los tribunales que del gobierno que de las escuelas que de la defensa de los derechos humanos.
Creo que mi país es mejor gracias a mujeres como Lydia Cacho y como tantas otras con menos fama que luchan por proteger y ayudar a mujeres, niñas y niños que padecen violencia.
Creo que mi país será mejor en la medida en que más personas asumamos la defensa de derechos humanos como una acción en defensa propia.
Creo que las acciones buenas tienen menos fama que las malas.
Creo que todos los días alguien ayuda a alguien, hace cosas buenas por alguien, hace la diferencia para alguien. Creo que cada una, cada uno puede hacer la diferencia a su alrededor, en las pequeñas acciones cotidianas, en el espacio en el que nos movemos.
Creo que no hay esfuerzo pequeño. Creo que algún día la suma de esos esfuerzos hará la diferencia para nuestro país. Creo en la utopía como la casa en la que habita la esperanza. Creo que vale la pena luchar por alcanzar la utopía.
Acaso mi nivel de números negros no sea tan abundante como el de los rojos. Pero sumado a lo que usted encuentre entre sus números negros a lo mejor vamos equilibrando la balanza.
En todo caso, lo asumo como un acto para aferrarme a la terca necesidad de creer que México puede ser diferente.
Amable lector, amable lectora, le deseo un año lleno de motivos para celebrar. Nos reencontraremos en este mismo espacio la primera semana de enero, espero que con muchos números negros en nuestros haberes personales.
* Periodista y feminista en Quintana Roo, México, integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.
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