Pedro Echeverría V.
1. El fascismo es la imposición sutil, particularmente violenta de los intereses del capital contra los trabajadores. Se valen de él los grandes empresarios y los gobiernos de derecha (como el PAN y el PRI mexicanos) para acabar con las conquistas que abuelos y padres lograron con sacrificios y muertes con el fin de conseguir una sociedad justa y equitativa. Los fascistas “no tienen corazón ni piedad” como muchos piensan. Siempre ponen en primer lugar el interés económico y de poder para someter a los trabajadores y a los luchadores sociales. Los gobiernos mexicanos no han sido abiertamente fascistas, aunque en muchas ocasiones usan sus métodos para acallar la lucha social, como sucede hoy contra los mineros de Cananea y hace un tiempo contra los profesores y la APPO oaxaqueña, los campesinos de Atenco, los de la CNTE y el EZLN en Chiapas. Lo que busca el fascismo es acabar de raíz con el movimiento social, en particular de izquierda.
2. Durante el sexenio del presidente hablantín y corrupto, Vicente Fox (2000/06), se hizo todo para echar a la basura el artículo 123 constitucional o Ley del Trabajo promulgada en 1917 como resultado de la revolución mexicana que, aunque revolución burguesa, permitió inscribir una orientación muy avanzada en su tiempo. En la Ley Federal del Trabajo se mantuvo casi incólume hasta 1982, la jornada de ocho horas, el salario mínimo suficiente, las horas de trabajo extraordinario, el trabajo nocturno, los derechos de las mujeres trabajadoras, las vacaciones, las horas de descanso, la contratación colectiva, la organización sindical, el derecho de huelga, etcétera, etcétera. A pesar de la CTM y demás organizaciones obreras al servicio de los gobiernos, éstos (surgidos del PRI) cuidaban la relación con los sindicatos para tenerlos a su servicio. Prevaleció el corporativismo, pero las reivindicaciones obreras se mantuvieron.
3. Aunque los obreros nunca dejaron de ser explotados en cada país por un puñado de grandes empresarios, porque por ley el sistema capitalista garantiza el respeto a la propiedad privada y a la acumulación de capital, los obreros mexicanos desde 1917 hasta 1982 gozaron de una serie de prestaciones que “humanizaban” un poquito el trabajo. El derecho a descansos y vacaciones así como respeto a los accidentes de trabajo, a los pagos extras; el derecho al seguro médico y de pensión en el IMSS, de aguinaldo e incluso a repartición de utilidades, eran incentivos importantes. Ahora los capataces y contadores (que hacen funciones de policías y orejas que se encargan de mantener una estrecha vigilancia sobre los trabajadores, de reportarlos y contabilizar sus horas de trabajo) están cumpliendo una tarea indispensable para el patrón. El gobierno busca que el empresario no gaste en capacitación, prestaciones y derechos conquistados.
4. A partir de 1982, con la imposición por la Thatcher y Reagan del neoliberalismo y los programas privatizadores en gran parte del mundo, México tuvo que someterse a los designios del FMI, BM, OMC y todos los organismos económicos internacionales dominados por los EEUU. Mediante la firma de la llamada “Carta de Intención” se impulsaba la apertura comercial y se permitía la supervisión de la economía mexicana por organismos internacionales. Podría decirse que desde entonces pasamos de ser socios o aliados a simples esclavos o títeres del gobierno yanqui. México ya no podría escapar de ese compromiso y tendría que abrir de par en par sus puertas para todo tipo de capitales y negocios. Once años después vendría la entrega total con la firma de TLCAN. El Estado mexicano, poseedor de más de mil 500 empresas que le daban fuerza para solucionar problemas, tuvo que venderlas hasta quedar sin nada.
5. Hoy leemos que la reforma laboral que la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) ha bautizado ahora como “iniciativa de los sectores” contempla modalidades de contratos individuales de trabajo, para que se establezca contratación “por temporada” o “a prueba”; esquemas para que los patrones y empleados “puedan convenir la jornada diaria”, y cambios en la operación de las juntas de conciliación y arbitraje para que, por ejemplo, se reduzca de 90 a 45 días el plazo para que caduquen los juicios laborales. Se plantea la simplificación de las obligaciones patronales en materia de capacitación y adiestramiento; el establecimiento del banco de horas y la modificación de la jornada diaria de trabajo por acuerdo entre patrones y trabajadores; suprimir el “escalafón ciego” e impulsar la “multihabilidad” de los empleados para que puedan realizar varias funciones, como medidas para incrementar la productividad y la competitividad.
6. Pero también puede observarse que con esta “nueva reforma” los sindicatos o centrales obreras sólo podrán subsistir si se transforman en organizaciones patronales o sindicatos blancos. La secretaría del Trabajo sólo registrará a los sindicatos que respeten las leyes establecidas y que se obliguen a velar la plena sumisión de los obreros. El más importante objetivo de esta “nueva ley” fascista es enterrar la contratación colectiva que obligaba a tener una organización para defender intereses colectivos. ¿De ahora en adelante para qué servirán los sindicatos sino para favorecer a los patrones? Gobierno y empresarios sólo buscan ahora contratos individuales por semanas, días u horas sin ningún compromiso de recontratación o prestación social. Nadie podrá protestar, mucho menos querer organizarse, porque a las siguientes horas puede ser expulsado de la empresa con la aprobación de la secretaría del Trabajo y la misma ley fascista.
7. Lo que sucede es que nuevamente el movimiento social mexicano está muy dividido y sin la capacidad unitaria para defender derechos comunes. Cada organización está entretenida en sus problemas particulares: unas buscando votos, acuerdos y cargos; otras defendiendo a los indígenas de la represión y sus relaciones internacionales; los demás luchando por salarios, prestaciones y derechos sindicales y los más, ante la falta de posiciones unitarias, no saben qué hacer. Siempre es lo mismo, parece imposible una acción unitaria, a pesar de que se anunció que en enero se daría la unidad para luchar contra el TLCAN, la carestía y la privatización de las industrias eléctrica y petrolera a las que hoy se suma el movimiento minero y los campesinos. El gobierno y los empresarios se aprovechan de ello para imponer sus “reformas” a la ley del trabajo y para presentar al congreso cambios privatizadores a la industria petrolera y eléctrica.
8. Esto quiere decir que, aunque creamos que el gobierno panista está conformado por una bola de ignorantes e incultos que sólo aprendieron hacer negocios privados y aprovechar el gobierno para saquear el erario público, también saben usar al ejército para reprimir y arrinconar a la llamada oposición política para que se entretenga en sus cosas: el PRD buscando votos y cargos, AMLO recorriendo el país para asegurar una candidatura más, el EZLN cuidándose de la represión y los demás trabajadores cuidando que no se lesiones sus derechos laborales. La realidad es que debe admitirse que los gobernantes panistas, aunque muy ignorantes como Fox, han sabido controlar la situación a pesar de que la miseria y el desempleo crecen y los campesinos tienen que migrar a los EEUU. ¡Imagínense: El “tonto” Fox estuvo seis años en el gobierno y logró imponer a su sucesor”! ¿Por qué Calderón no puede repetir la misma historia?
pedroe@cablered.net.mx
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