2/07/2015

Por una anticoncepción natural




Si, estoy orgulloso de ser llamado el padre de la píldora”, señalaba el químico estadounidense Carl Djerassi al periodista Nicholas Wroe de The Guardian en el año 2000. En ese entonces se cumplían 50 años de la comercialización de la primera píldora anticonceptiva en Estados Unidos y con ello se lanzaba el mensaje de que la revolución sexual había llegado para malestar de la Iglesia católica y los grupos de derecha.


A 15 años de aquella entrevista y del sinnúmero de controversias entorno a la famosa píldora, Djerassi, multifacético científico, coleccionista de arte, autor de novelas de ficción y fundador de una colonia de artistas en California dio un último respiro de vida en su casa de San Francisco el pasado 31 de enero a los 91 años, volviendo a poner sobre la mesa el tan intrincado y manipulado tema del control de la natalidad.

Hoy en día son más de 80 millones de usuarias en el mundo que utilizan la píldora anticonceptiva creada en los laboratorios Syntex de la Ciudad de México por el Dr. Carl Djerassi, el Dr. Georges Rosenkranz y el entonces estudiante de química Luis E. Miramontes. Si bien se han modificado en ciertas dosis los niveles de estrógenos y progestina en las píldoras, el ingrediente clave continúa siendo el mismo, la norentidrona, progestina sintetizada por primera vez por los tres científicos, el 15 de octubre de 1951.

Las promesas de control de natalidad, muy ligadas a un control económico de la familia moderna, también han venido de la mano de efectos secundarios y complicaciones para muchas de las mujeres que consumen los anticonceptivos orales, pues al inhibirse la ovulación de manera química se suele generar aumento de peso, acné, pérdida del deseo sexual, debilitamiento de la función inmunológica en las mujeres.

El discurso médico occidental en el que la sexualidad entra dentro de la administración de la vida desde el siglo XVIII como señala Michel Foucault, en su Historia de la Sexualidad Volumen I, requiere un conocimiento de la población a través de estudios sobre la tasa de natalidad, la edad en que habitualmente se contrae matrimonio, los nacimientos legítimos e ilegítimos, la precocidad y frecuencia de las relaciones sexuales, los métodos anticonceptivos, la influencia de los tabúes sexuales sobre la natalidad, etc.

Foucault explica que en este siglo las mujeres eran inducidas a la contracepción por una política natalista. La contracepción se practicaba para que los infantes, una vez nacidos, pudieran vivir, no para que no hubiera más nacimientos.

El crecimiento demográfico del Occidente europeo durante el siglo XVIII hace aparecer la población no sólo como problema teórico sino como objeto de vigilancia y de intervención. Para Foucault la política natalista señala el privilegio de la infancia y la medicalización de la familia moderna.



La medicalización con hormonas de síntesis para alterar el sistema endocrino femenino y abanderar políticamente el uso de la píldora anticonceptiva como bandera de un tipo de feminismo capitalista deja a un lado otras formas de anticoncepción eficaces, inocuas, ancestrales y respetuosas del cuerpo femenino.

El cuestionar la píldora no significa cuestionar la anticoncepción misma, sino poner en entre dicho a las farmacéuticas quienes son las que se benefician económicamente con la implantación global de la píldora.

Es necesario que se deje de asumir que la ciencia médica es la que debe manejar en su totalidad la fertilidad de las mujeres. Para ello lo importante es animar a las mujeres a conocer el funcionamiento de su propio ciclo menstrual y el conocimiento de su propia fertilidad para de esta manera tener control sobre sus propios cuerpos y tener la capacidad de elegir.

De este modo cambiar las actitudes negativas y/o de rechazo hacia la menstruación y rescatar los conocimientos sobre el ciclo menstrual que una vez entendido proporciona herramientas anticonceptivas tal y como muestra la documentalista eslovaca Diana Fabiánová en su documental La luna en ti y otros intentos educativos como el collar del ciclo implantado en algunos programas reproductivos en Guatemala, así como hacer uso de los métodos anticonceptivos como el condón masculino y el femenino, éste último que lamentablemente no se ha comercializado ampliamente a bajos costos.          

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