Si, estoy orgulloso de ser llamado el padre de la píldora, señalaba el químico estadounidense Carl Djerassi al periodista Nicholas Wroe
de The Guardian en el año 2000. En ese entonces se cumplían 50 años de
la comercialización de la primera píldora anticonceptiva en Estados
Unidos y con ello se lanzaba el mensaje de que la revolución sexual
había llegado para malestar de la Iglesia católica y los grupos de
derecha.
A 15 años de aquella entrevista y del sinnúmero de controversias
entorno a la famosa píldora, Djerassi, multifacético científico,
coleccionista de arte, autor de novelas de ficción y fundador de una
colonia de artistas en California dio un último respiro de vida en su
casa de San Francisco el pasado 31 de enero a los 91 años, volviendo a
poner sobre la mesa el tan intrincado y manipulado tema del control de
la natalidad.
Hoy en día son más de 80 millones de usuarias en el mundo que
utilizan la píldora anticonceptiva creada en los laboratorios Syntex de
la Ciudad de México por el Dr. Carl Djerassi, el Dr. Georges Rosenkranz
y el entonces estudiante de química Luis E. Miramontes. Si bien se han
modificado en ciertas dosis los niveles de estrógenos y progestina en
las píldoras, el ingrediente clave continúa siendo el mismo, la
norentidrona, progestina sintetizada por primera vez por los tres
científicos, el 15 de octubre de 1951.
Las promesas de control de natalidad, muy ligadas a un control
económico de la familia moderna, también han venido de la mano de
efectos secundarios y complicaciones para muchas de las mujeres que
consumen los anticonceptivos orales, pues al inhibirse la ovulación de
manera química se suele generar aumento de peso, acné, pérdida del
deseo sexual, debilitamiento de la función inmunológica en las mujeres.
El discurso médico occidental en el que la sexualidad entra
dentro de la administración de la vida desde el siglo XVIII como señala
Michel Foucault, en su Historia de la Sexualidad Volumen I, requiere un
conocimiento de la población a través de estudios sobre la tasa de
natalidad, la edad en que habitualmente se contrae matrimonio, los
nacimientos legítimos e ilegítimos, la precocidad y frecuencia de las
relaciones sexuales, los métodos anticonceptivos, la influencia de los
tabúes sexuales sobre la natalidad, etc.
Foucault explica que en este siglo las mujeres eran inducidas
a la contracepción por una política natalista. La contracepción se
practicaba para que los infantes, una vez nacidos, pudieran vivir, no
para que no hubiera más nacimientos.
El crecimiento demográfico del Occidente europeo durante el
siglo XVIII hace aparecer la población no sólo como problema teórico
sino como objeto de vigilancia y de intervención. Para Foucault la
política natalista señala el privilegio de la infancia y la
medicalización de la familia moderna.
La medicalización con hormonas de síntesis para alterar el
sistema endocrino femenino y abanderar políticamente el uso de la
píldora anticonceptiva como bandera de un tipo de feminismo capitalista
deja a un lado otras formas de anticoncepción eficaces, inocuas,
ancestrales y respetuosas del cuerpo femenino.
El cuestionar la píldora no significa cuestionar la
anticoncepción misma, sino poner en entre dicho a las farmacéuticas
quienes son las que se benefician económicamente con la implantación
global de la píldora.
Es necesario que se deje de asumir que la ciencia médica es la
que debe manejar en su totalidad la fertilidad de las mujeres. Para
ello lo importante es animar a las mujeres a conocer el funcionamiento
de su propio ciclo menstrual y el conocimiento de su propia fertilidad
para de esta manera tener control sobre sus propios cuerpos y tener la
capacidad de elegir.
De este modo cambiar las actitudes negativas y/o de rechazo
hacia la menstruación y rescatar los conocimientos sobre el ciclo
menstrual que una vez entendido proporciona herramientas
anticonceptivas tal y como muestra la documentalista eslovaca Diana
Fabiánová en su documental La luna en ti y otros intentos educativos
como el collar del ciclo implantado en algunos programas reproductivos en Guatemala, así como hacer uso de los métodos anticonceptivos como el condón masculino y el femenino, éste último que lamentablemente no se ha comercializado ampliamente a bajos costos.
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