Soraya González Guerrero./ Oaxaca (México)
Corría el año 93, Sylvia Marcos caminaba por los pasillos de la UNAM
(Universidad Nacional Autónoma de México) cuando un chavo le entregó
una folleto y desapareció. Era el primer boletín oficial del
zapatismo. Al abrirlo se encontró con la Ley Revolucionaria de las
mujeres zapatistas , una propuesta que se había consensuado por todas
las comunidades en resistencia, cuando el zapatismo aún estaba en
clandestinidad. Esta ley aparecía junto a la ley Agraria por el derecho
al territorio.
No era como otros movimientos guerrilleros en los que había
participado durante años y donde “el machismo-leninismo era enorme”,
pensó entonces esta feminista mexicana. En el zapatismo había una
apuesta explícita por los derechos de las mujeres. Era una novedad
histórica. “Al ver a todas esas mujeres tan fuertes en puestos de
autoridad me enamoré del zapatismo”.
“En sus asambleas las mujeres exponen cuando su
marido les golpea y se aplica la ley revolucionaria de las mujeres.
Nada de que denuncian a la policía y luego las matan como ocurre en
España y en México”
Hoy, Sylvia, antropóloga y psicóloga de formación, sigue
emocionándose cuando habla del zapatismo, lo conoce desde dentro, no
faltó a su 20 aniversario en el caracol Oventic el 31 diciembre.
También ha escrito diversas publicaciones sobre mujeres zapatistas y
feminismo indígena. Las mujeres indígenas le han enseñado mucho, han
dado un vuelco a su espistemología, a su feminismo.
La apuesta por los derechos de las mujeres dentro del zapatismo es todavía hoy uno de sus aportes menos conocidos, ¿por qué?
Yo no creo que esté invisibilizado por el zapatismo, en tanto que
uno de los cuatro libros que hicieron para la Escuelita [encuentro
formativo de convivencia celebrado en 2013] es exclusivo sobre la
participación de las mujeres en el gobierno autónomo. Son ciertos
intelectuales que se convierten casi en voceros del zapatismo a los que
les vale madre la ley revolucionaria de mujeres porque están instalados
en las perspectivas patriarcales. De los trescientos y pico
intelectuales que fuimos a la Escuelita, ¿quién escribió sobre lo
evidente? Que la mitad eran hombres y la mitad mujeres: los votanes
(guardianes) eran hombres y mujeres; los profesores eran hombres y
mujeres; abrieron el evento cuatro comandantes y lo cerraron cuatro
comandantas, ni uno más ni uno menos. Nadie lo notó. Fui la única que
señaló la participación igualitaria de los y las zapatistas,
participaron a la par pero no en sentido numérico.
Dices que las mujeres zapatistas han logrado lo que
nosotras, las feministas de afuera, no hemos logrado, ¿nos puedes
contar algunos logros que observas en estos 20 años de resistencia
zapatista?
Si observas el papel de la mujeres afuera a nivel político y médico
y lo comparas con lo que hacen las mujeres zapatistas dentro de su
autonomía, las segundas han avanzado más. Pero hay que contextualizarlo
en el tipo de gobierno autónomo, que es un proyecto nuevo muy precursor
y le da mucho espacio de autoridad a las mujeres. En las culturas
indígenas hay espacios de poder interno reservados exclusivamente para
las mujeres, y el zapatismo, cuando se vuelve una demanda de justicia
social, lo retoma y lo vuelve parte de su proyecto político.
La mujeres indígenas siempre han gozado de saberes (curanderas,
parteras) que han sido minusvalorados en el mundo urbano, por la gente
de clase media o mestiza. El zapatismo, sin embargo, empieza a estudiar
la medicina tradicional, no porque es tradición y ahí se quedó, es
parte de su propuesta [política] porque es una medicina más amable con
el cuerpo, es naturista, holística, y tiene espacio también para
fusionarse cuando se necesita con la medicina alopática.
El zapatismo privilegia a las mujeres para ejercer el saber médico,
las únicas que tocan las cuestiones que tienen que ver con la salud de
las mujeres son mujeres. Afuera no hay tal poder médico de las mujeres,
los hombres tienen más clientela, se les paga mejor. La mujer siempre
compite con un hombre que se le considera más sabio.
En cuanto a la participación política, en las Juntas de Buen
Gobierno hay mujeres. Están en el nivel máximo de la autoridad, de la
gobernanza autonómica, no de las comisiones de equidad de género del
gobierno de afuera. Son comandantas, pero también promotoras de
educación, consejeras agrónomas, van a resolver problemas de tierra…. Y
muchas sin saber ni leer ni escribir, como la Comandanta Ramona, que
fue todo un genio organizativo importantísimo. Para gobernar en la
autonomía no es imprescindible que sepas leer y escribir. A todos les
va a tocar gobernar. No tienen cuotas de género, se toman acuerdos en
la asamblea comunitaria, de pronto son hombres, de pronto mujeres.
Esta forma de gobierno autónomo favorece entonces la equidad
entre mujeres y hombres. Cuéntanos un poco más cómo se participa
políticamente y cómo se toman decisiones.
Los puestos que tienen son transitorios, revocables y elegidos por
la asamblea. Una de las propuestas del zapatismo es que todos tienen
que aprender a gobernar, aunque no sean muy preparados, con que sean
honestos y responsables, ya son nombrados o nombradas.
“¿Cómo se les ocurre a las feministas irse a meter
a un mundo simbólico totalmente diferente, como es la cosmovisión
indígena, y querer enseñarles cosas vinculadas con el cuerpo y la
sexualidad, como decirles que no se embaracen?”
Los puestos de la Junta de Buen Gobierno se van sustituyendo
progresivamente, no es como afuera que entra un presidente con toda su
palomilla de tipos y echa fuera a los que están. Los zapatistas ponen a
gente que no sabe con gente que sabe y así van aprendiendo. Tienen eso
bien calculado para que en cada puesto haya un tiempo de aprendizaje,
que no lleguen en blanco a algo que no saben. Aprenden a gobernar en la
práctica. Nadie es imprescindible, todos son revocables. Si alguien no
cumple se le revoca antes.
Inventaron tantas cosas… es sorprendente. Como esto de los escuchas.
La mayoría, como habitantes de zonas indígenas marginadas, medio
mascullaban la castilla, entonces acomodaron los caracoles a su
pluralidad de lenguas (Tsotsil, Tseltal, Tojolabal, Chol y Mam): en una
asamblea comunitaria elijen a chavitos y chavitas jóvenes que aprenden
varios idiomas y reportan todo lo que pasa de una asamblea en una
comunidad a otra. 1200 escuchas había para la compartición con el CNI
(mayo de 2014).
En la Escuelita nos enseñaban cómo vivían, qué es la autonomía, te
dabas cuenta de que han hecho todo un proceso teórico y filosófico para
explicar lo que están haciendo. No es gente a la que le pasan las ideas
por arriba. Teorizan a partir de su vida, de cómo lidian con lo que les
llega y cómo logran sobrevivir… Están inventado el mundo, una forma de
gobernar que se puede llamar democrática, aunque creo que lo que se
llama comúnmente democracia se queda muy corto en comparación con lo
que ellos y ellas hacen.
Comentas que también ha disminuido la violencia hacia las
mujeres en las comunidades zapatistas, algo insólito en un país donde
el feminicidio está a la orden del día. ¿Cómo ha sido posible?
Desaparecer el alcohol se volvió parte de la autonomía zapatista y
eso bajó la violencia hacia las mujeres muchísimo. Creo que fue una de
las propuestas más difíciles, la población estaba habituada a acabar
borracha el día de mercado. Los que vendían trago y luego cerveza
habían hecho un negocio redondo en las comunidades y habían hecho a la
gente dependiente, el hombre se emborrachaba y llegaba a golpear a la
mujer. Tuvo que cortarse de tajo.
La ley revolucionaria de las mujeres también ha sido importante,
prohíbe el maltrato a las mujeres. En sus asambleas las mujeres exponen
cuando su marido les golpea y se aplica la ley. Nada de que denuncian a
la policía y luego las matan como ocurre en España. En México también
pasa, cuando una mujer denuncia, inmediatamente peligra su vida,
frecuentemente las persiguen hasta que las matan, muchas no denuncian
por eso. En la zona zapatista las mujeres van a a la asamblea y exponen
que el señor las maltrató como se expone cualquier conflicto
comunitario. La propia asamblea propone soluciones. Es algo propio del
mundo indígena. Le dan al hombre tres llamadas de atención, a la
tercera lo excluyen, lo sacan, él es el que está violando la ley
revolucionaria de mujeres. No digo que en todos los casos es igual,
cada asamblea tiene su dinámica. Tampoco quiero decir que el camino sea
fácil, es algo que se tiene que estar haciendo cotidianamente. Sigue
habiendo una negociación interna permanente, he escuchado a las
compañeras que tienen que recordarle a los hombres ‘lean la ley’ cuando
no la están cumpliendo.
La violencia hacia las mujeres tiene ciertas características pero no
está separada de la violencia generalizada. Si no hay homicidios dentro
de la zona zapatista, la violencia hacia las mujeres también es menor.
Me admira cómo lograron no dejarse permear por el narcotráfico.
El crimen organizado es un cáncer en México. Muchos jóvenes
entran en bandas criminales porque es una de las pocas opciones de
vida, ¿qué otras opciones tiene la juventud zapatista?
Tienen opciones de mucho trabajo… y esta dignidad. Los chavos-banda
provienen de poblaciones pobres muy discriminadas, no tienen aprecio de
sí mismos, le entran a cualquier cosa. En cambio esos chavitos
zapatistas desde muy jóvenes saben que están haciendo este esfuerzo y
que ésta es la propuesta. Tienen sensación de pertenencia en dignidad.
Pero no es fácil. Cuando no le entran a ésto, salen, se van del
zapatismo.
El zapatismo está haciendo un ensayo de cambio a todos los
niveles. Han recuperado tierras, tienen su propio gobierno autónomo.
¿Crees que esta forma de gobernar autónoma es posible para las mayorías
mexicanas?
Yo hablo de la política de lo pequeño. Siento que tiene un límite el
tamaño de una propuesta así. Gobernar a 120 millones de personas, si no
lo fragmentas en muchas autonomías locales, no veo cómo se puede hacer.
El zapatismo está incursionando cada vez más, son 5 unidades civiles,
400/500.000 zapatistas es lo que se calcula que hay adentro de la zona.
Hay que ver cómo sigue sobreviviendo esta autonomía y qué
transformaciones tiene que sufrir para poder ser una propuesta más
grande, o cómo habría que articularse entre varias propuestas menores o
mediantamente grandes. No podemos saber hasta que se pruebe, hasta que
se ponga en práctica. No puedes elaborar una propuesta abstractamente.
Además de la escala, ha sido importante la cosmovisión indígena, el estar habituada a la vida comunitaria.
Sí, esto que el zapatismo implementa – en mi opinión, con mucha
facilidad-, proviene de que en los pueblos aledaños todavía es un
colectivo el que gobierna. Revisa lo que llaman usos y costumbres y vas
a descubrir el parentesco que tienen con la autonomía zapatista. Si
vienen de una cultura y una cosmovisión en que todo se hace en
colectivo, pues lógicamente les propones otro estilo de colectividad y
ya. No digo que el colectivismo sea per se positivo, también
las mafias son así. La manera en que el PRI gobierna es porque todos
forman un equipo, cuando tiene un problema el presidente, siempre
sacrifican a un chivo expiatorio entre ellos mismos.
Volviendo a los logros para las mujeres zapatistas, muchas
feministas han tardado en verlos. ¿Cómo leer los derechos de las
mujeres zapatistas desde los feminismos de afuera sin incurrir en una
mirada colonial?
La primera dificultad es que las feministas de afuera dicen y
piensan que estas indígenas por defender a sus pueblos no ven sus
propios derechos, que los dejan en segundo lugar. Y esa es una típica
actitud colonizadora, porque nosotras en nuestro medio jerarquizamos
los derechos, tanto los derechos nuestros como mujeres y aquellos que
son del colectivo, no consideramos que pueden ir juntos. No podemos
entender que ellas los están llevando a la práctica simultáneamente.
Las zapatistas no sacan el dedo del renglón de sus derechos como
mujeres y, sin embargo, siempre están con los varones, defendiendo la
autonomía, el territorio. Están en los dos frentes simultáneamente y
eso hay que aprender a detectarlo. Es importante tener un conocimiento
básico de los principios filosóficos de su cosmovisión indígena, como
la dualidad de opuestos y complementarios en fluidez.
Otra cuestión, para ellas la lucha no es de las mujeres “contra” los
hombres sino “con” los hombres, y eso cuesta mucho captarlo para las
feministas. Y no sólo las hegemónicas (las que han pactado con las
élites y el gobierno). Hay otros feminismos que tampoco entienden,
quieren enseñarles, ayudarlas a que defiendan sus derechos. ¿Cómo se
les ocurre irse a meter a un mundo simbólico totalmente diferente y
querer enseñarles cosas vinculadas con el cuerpo y la sexualidad? Entre
ellas el cuerpo está cargado de simbolismo, se vincula con el cosmos,
la tierra, los ancestros…es algo muy complejo, y las feministas llegan
a decirles que no se embaracen, ¿cómo es eso?
La gente se está muriendo de muchas enfermedades que son curables,
¿por qué hay dinero nada más para que no se reproduzcan? Es una
distorsión del concepto de derechos sexuales y reproductivos. Yo estuve
cuando se acuñó en Nueva York el término de salud sexual y
reproductiva, abarcaba todo el ciclo de la vida de la mujer y
recuperaba el placer sexual como derecho de las mujeres. Pero eso lo
borraron los programas de ONG financiados desde EEUU y el Norte
geopolítico.
En tu trayectoria de defensa de los derechos sexuales y reproductivos, ¿has tenido un vuelco decolonial?, ¿qué te ha supuesto?
Claro, por eso dejé todas esas organizaciones. Estuve en Cairo, en
Beijing, todo eso financiado por Naciones Unidas. Ya me andaban
proponiendo para directora del programa para América Latina de la
Rockefeller Fundation. Pero me dí cuenta de que allí había un dinero
que no podía ser explicarlo con exclusivas buenas intenciones. Me moví
muy arriba y la gente de arriba es cínica. La autoridad máxima para
América Latina en la Fundación Rockefeller no tuvo ningún miramiento en
decir ‘lo que queremos es que esa gente ya no se reproduzca más’. Fue
un choque, me habían dorado la píldora varios años, y realmente había
creído que las mujeres podían tener más poder sobre su cuerpo haciendo
lo que implementábamos nosotras desde las ONG. Pero se me volvió claro
y tardé unos meses en retirarme de un par de ONG que yo misma había
fundado aquí en Mexico No podía seguir si me mandaban órdenes desde
Washington. Fue duro. Tenía una serie de vínculos, viajaba a todo el
mundo, tenía un estatus muy especial, y me puse del otro lado a
criticar. Volví a reinventarme en mi ámbito académico, que lo había
dejado de lado por este activismo con Naciones Unidas. No me arrepiento
de nada.
A través de los años he tratado de aprender a respetar las formas
particulares que las mujeres indígenas tienen de reclamar sus derechos
como mujeres. No reproducen simplemente lo que nosotras deseamos y
exigimos. Esa es una gran falacia de muchas feministas, aunque
pertenezcan a una izquierda critica. Las demandas de las indígenas
tienen que saber reconocerse y evaluarse en todas sus particularidades.
Más información:- ‘Cruzando fronteras. Mujeres indígenas y feminismo abajo y a la izquierda’. “Este libro es el más querido de mis quehaceres, es un ir y venir entre la tarea académica y la reflexión activa” escribe Sylvia en el prólogo. Entre otras experiencias feministas transnacionales, Silvia realiza una reflexión teórica de los feminismos indígenas mesoamericanos. Puedes leerlo entero aquí.
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