Familiares de normalistas queman propaganda electoral en Guerrero. Foto: Pablo Spencer José Gil Olmos |
MÉXICO,
D.F. (apro).- Apenas están perfilándose las precandidaturas en el
arranque del año y las mafias electorales ya comienzan a manifestarse
en todos los partidos políticos, buscando posicionarse otros tres años
para después brincar a la elección presidencial del 2018.
A la cabeza de estas mafias están viejos conocidos entre ellos los líderes de los partidos: Los Chuchos
en el PRD; los “niños verdes” en el PVEM, los maderistas y
calderonistas en el PAN, los mexiquenses en el PRI, los elbistas en el
PANAL, los pejistas en Morena y entre todos estos también algunos
gobernadores y exgobernadores que, como virreyes, quieren ampliar sus
feudos, como el veracruzano Javier Duarte, el poblano Rafael Moreno
Valle, el guerrerense Ángel Aguirre y el sonorense Guillermo Padrés.
Lo importante para estas mafias políticas es mantener las
franquicias partidarias las cuales explotan desde hace muchos años
ofreciendo productos caducos o inservibles llamados gobernadores,
diputados o senadores, delegados y presidentes municipales que atienden
sus negocios particulares legales o ilegales.
Ahí están el priista Fausto Vallejo, en Michoacán, o el perredista
Ángel Aguirre, acusados de recibir dinero del crimen organizado para
dejarlos operar con toda impunidad.
Estos grupos habrán de sacar raja del presupuesto que el Instituto
Nacional Electoral (INE) va a darles este año y cuya bolsa asciende a 5
mil 300 millones de pesos, el grueso de los cuales se irán a gastos de
campaña.
El presidente del INE, Lorenzo Córdova, aseguro que se haría un
seguimiento estricto del uso de estos recursos pero apenas el lunes
pasado decidieron cancelar el contrato que tenían con Scyt, empresa
líder mundial en voto seguro por internet y tecnología de modernización
electoral con sede en Barcelona, que al enterarse consideró que hay
personas que no están interesadas en que el instituto se dote de un
sistema transparente, independiente y seguro de fiscalización de
partidos que cumpla con la ley.
Con el dinero en los bolsillos para gastarlo con débiles y opacas
medidas de fiscalización, los grupos políticos tendrán un gran margen
de maniobrabilidad para usar el dinero público en campañas onerosas
creando un mundo de propuestas que más tarde serán echadas a la basura
pues lo importante para ellos es posicionarse en los distintos puestos
de elección sin tomar en cuenta a electorado.
El caso más reciente es Enrique Peña Nieto que prometió crecimiento
económico, disminución de la violencia, acabar con la corrupción y
combatir a fondo al crimen organizado y ninguna de estas promesas ha
cumplido.
En la elección presidencial pasada el costo del voto fue de 118
pesos cada uno, en la elección del 2009 fue de 77 pesos y el del 2006
en 39 pesos. Cada elección sube el costo de cada voto y para esta del
2015 lo más probable es que tenga un mayor costo que el de los
anteriores.
Frente a este despilfarro de dinero, ante la posibilidad de que
intervengan los grupos del crimen organizado y sobre todo, con la
desconfianza cada vez más amplia de la ciudadanía en los partidos
políticos convertidos en mafias, los procesos electorales en México
tiene desde antes de que arranquen un descrédito profundo que pone en
tela de juicio su realización y ahonda la zanja que hay entre
ciudadanía y la clase política.
Pero eso poco le importará a las mafias político electorales, a
estas les importa mantener su registro que significa dinero a toda
costa y para ello son capaces de hacer alianzas con sus peores
adversarios como el PRD y el PANAL en la ciudad de México o lanzar
candidatos de pésima reputación que les haga ganar con el apoyo de
algún grupo del crimen organizado bajo la lógica más pura de las
mafias: mantener el poder sobre un territorio.
Twitter: @GilOlmos
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