Alberto Aziz Nassif
La conferencia del procurador Murillo sobre el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa, el pasado 27 de enero, sirvió para marcar un antes y un después en la actitud gubernamental. Inmediatamente empezó la línea dura, no más permisibilidad para tomar casetas de cobro o para bloquear la carretera. En eso sí el gobierno de Peña Nieto quiere mostrar su eficacia. Son tan obvios. El gobierno federal no puede permanecer un día más en la lógica del caso de Iguala porque ese fue su Waterloo sexenal. Tiene que cerrar el expediente y darle vuelta a la página. Les urge regresar a la “normalidad”.
El Presidente considera que tienen que ir a la “normalidad”, a los asuntos importantes: a los negocios y las inversiones, regresar a las giras internacionales y seguir presumiendo las reformas. Si para ello hay que dejar el caso de Iguala a medias, no importa. Si hay que darle el cierre mediático al expediente, se hace. Si quedan pistas, dudas, procesos abiertos y culpables libres, poco a poco se normalizará la situación. Tal vez el ruido electoral cubra un poco la maniobra. De cualquier forma se trata de Guerrero, un territorio rebelde e insumiso, casi perdido para el proyecto hegemónico. Ese parece ser el razonamiento de este gobierno. No da para más.
Hay prisa por salir del “pantano” (The Economist dixit). Peña está en su peor momento, dijo el empresario Lorenzo Servitje. El movimiento por los 43 lo descarriló. Cerrar Ayotzinapa es aventar gasolina al fuego para que vuelva a prender. No hubo cuidado de los tiempos y las formas, no se tuvo tacto ni pulso para enfrentar con eficacia la crisis, hubo una gran incapacidad para resolver el problema de fondo, la impunidad. Murillo dijo que su versión es “la verdad histórica”, y con eso piensa que se acabó la discusión y la posibilidad de otras versiones, de otras verdades. De nuevo se equivocan. En este México de terror y muerte hay otras voces, otras visiones y se expresan de forma contundente. La versión de los padres de los 43 considera que no se puede cerrar el caso por diez poderosas razones (documento del Centro Miguel Agustín Pro): no hay confianza en la autoridad y en su versión; la base de la PGR son declaraciones, en las que pudo haber habido coacción o tortura; hay partes no explicadas; no hay detenidos que fueron claves; no hay un solo juicio por desaparición forzada; se libra al Ejército que sí supo del caso; no hay un adecuado deslinde de responsabilidades, por lo cual el movimiento seguirá y ahora se irá a instancias internacionales, como la CIDH. Organismos de derechos humanos criticaron el cerrojazo oficial, la CNDH, en su nueva faceta que trata de recuperar credibilidad, dijo que el caso “no podrá cerrarse hasta que se lleve ante la justicia a todos los responsables y se aclare el destino de los normalistas de Ayotzinapa”. HRW manifestó que la verdad “histórica” sólo era en realidad la verdad “oficial”. Ahora México llega reprobado al juicio de Naciones Unidas en Ginebra.
Pero el problema de la urgencia por regresar a la “normalidad” no es sólo Guerrero, hay otras piezas que se han desacomodado y que como la pasta de dientes que una vez fuera del tubo es muy difícil regresarla, así el país no podrá volver al escenario de antes de Ayotzinapa. La joya de la corona, el nuevo proyecto petrolero, se fue a la barranca con los nuevos precios del crudo, ahora llega un enorme recorte en el gasto público y una baja en las expectativas del crecimiento de la economía. Otra pieza que no termina de tener una solución es el grave problema de la corrupción, porque nuevas reglas son una purga para una clase política que no quiere renunciar a la impunidad.
Si sumamos la desconfianza en el gobierno con los numerosos grupos de la sociedad movilizados en contra de la impunidad, más el estado de Guerrero que se mueve en una peligrosa frontera con la violencia, más un proceso electoral cuestionado y con poca legitimidad, más la violencia y la impunidad que no disminuyen, más perspectivas económicas difíciles y un gobierno corrupto y sin capacidad, todo ello nos da como resultado la imposibilidad de regresar a la “normalidad”…
Investigador del CIESAS.
@AzizNassif
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