A 4 meses de su desaparición, familiares marchan por normalistas en el DF.
Foto: Germán Canseco
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MÉXICO,
D.F. (Proceso).- Es un grave error visualizar nuestra tarea actual como
la de “perfeccionar” la democracia mexicana o emprender una “segunda
transición” limitada a la rendición de cuentas y el estado de derecho.
Cualquier esfuerzo que no enfrente directamente la cuestión del poder
social estará destinado al fracaso. La razón por la cual el país se
encuentra en una situación tan delicada es porque las instituciones
públicas y la clase política sirven a los amos del poder y el dinero en
lugar de servir a los ciudadanos más humildes y vulnerables.
La conquista del poder
público por los de abajo constituye un paso necesario para empezar a
rectificar. Mientras el Estado se mantenga en manos de élites corruptas
que desprecian profundamente al pueblo mexicano, su única función será
reprimir, dividir y explotar a la sociedad. Un Estado controlado por el
pueblo no podría resolver por sí solo los grandes problemas nacionales,
pero por lo menos fungiría como un escudo protector de los intereses
populares contra la ambición desmedida y el sadismo sangriento de los
poderosos. Y si un gobierno popular lograra un fuerte respaldo social
podría incluso convertirse en una palanca para una transformación
económica y política de fondo.
La coyuntura global es propicia para el surgimiento de un
gobierno popular en México. La crisis de gobernabilidad neoliberal que
se vive en el país es similar a la que experimentaron Brasil, Argentina
y Venezuela en los años noventa, Bolivia y Ecuador en la primera década
del presente siglo, y actualmente España y Grecia. Así como los
opresivos sistemas burocráticos del bloque soviético fueron derrumbados
por la acción social durante la década de los ochenta, hoy los sistemas
de exclusión y corrupción institucionalizadas, de la órbita
estadunidense, también se desmoronan frente a la movilización popular.
Los próximos meses constituyen un momento clave en la
batalla por transformar las coordenadas del poder público en México.
Más allá de la posición de cada quien con respecto a la utilidad del
voto, durante el periodo de las campañas electorales la situación
política de la nación se coloca en el centro del debate público. Nadie
podrá evitar los millones de anuncios de los candidatos ni los debates
con colegas y amigos sobre la coyuntura nacional.
La mayor parte de los spots serán un enorme desperdicio
de tiempo y un insulto a la inteligencia, pero algunos quizás rompan
con el guión establecido de cinismo y superficialidad. Véase, por
ejemplo, el histórico anuncio en náhuatl recientemente difundido por el
probable candidato del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena)
para la gubernatura de Guerrero, Amílcar Sandoval (vínculo aquí:
http://ow.ly/HKuDl).
Llama la atención cómo muchos que se quejan de la baja
calidad de la propaganda partidista jamás se atreven a criticar el
reprobable contenido de la propaganda privada y pública. Los millones
de insultantes anuncios que las empresas monopólicas y las
instituciones gubernamentales nos recetan todos los días generan mucho
más daño que unos meses de partidistas. Nuestra indignación no debe
dirigirse solamente en contra de la clase política corrupta, sino
también en contra de los grandes intereses económicos y mediáticos que
se sirven con la cuchara grande gracias al servilismo de los políticos.
Pero todo el sistema actual está diseñado precisamente
para evitar que se dé este importante paso en el desarrollo de la
conciencia nacional. No son gratuitas, por ejemplo, ni la protección
especial que ha brindado el INE a la imagen de Joaquín López Dóriga ni
los “problemas técnicos” con el nuevo sistema de fiscalización
electoral.
Y por si hubiera alguna duda con respecto al contubernio
entre las instituciones electorales y el poder oligárquico, el
consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, recientemente acudió a
Kidzania en Plaza Cuicuilco para inaugurar un módulo del instituto
electoral. Desde que fue construida por el Grupo Carso, de Carlos Slim,
encima de las tierras ancestrales de la hermosa Pirámide de Cuicuilco,
esta plaza simboliza la destrucción de nuestra historia por los
intereses del gran capital. Y hoy Kidzania complementa la ocupación
física de terrenos históricos con la ocupación mental de las nuevas
generaciones por medio de la sobresaturación de mensajes comerciales
que esta escuela de formación neoliberal inyecta a cada uno de sus
pequeños visitantes.
El boicot electoral está garantizado. Por desinterés y
fastidio, la mayor parte de la población no acudirá a las urnas el
próximo 7 de junio. Pero la celebración de elecciones fraudulentas en
la mayor parte del país y la postulación de candidatos inaceptables en
casi todos los cargos de elección popular también se impondrán.
No tiene sentido entonces perder nuestro valioso tiempo
en debates estériles entre los “anulistas” y los votantes. Lo que
hagamos o dejemos de hacer durante los próximos meses será mucho más
importante que lo que cada quien decida hacer después de desayunar el
domingo 7 de junio. Durante las campañas de 2012, por ejemplo, fue
mucho más relevante el movimiento #YoSoy132 que el fraude que llevó a
Peña Nieto a Los Pinos.
Hoy existen grandes oportunidades para la movilización
política y social que habría que aprovechar para seguir acumulando
fuerza. Si queremos que el movimiento en solidaridad con Ayotzinapa
rinda aún más frutos, todos deberíamos participar tanto en las acciones
sociales como en los actos políticos que más nos convenzan durante los
próximos meses.
Lo que no se vale es mantenerse inmóvil quejándose
cómodamente de la supuesta “apatía” o “colaboracionismo” de los demás.
Es precisamente este tipo de actitudes lo que mantiene al sistema
corrupto en su lugar. Un verdadero luchador social utiliza todos los
medios a su alcance para transformar el poder y jamás acepta su
derrota. l
www.johnackerman.blogspot.com
Twitter: @JohnMAckerman
Este análisis se publicó en la edición 1995 de la revista Proceso.
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