Por: Emma Martínez
(04 de junio, 2015. Revolución TRESPUNTOCERO).- El
acoso y la violencia adoptan distintas formas: una palabra, un leve
golpe, una mirada, una acción… y sin darse cuenta, éstos son factores
con los que se conviven a diario, pero algunas veces no se pueden
ignorar, son enormes y desvanecen todo lo demás, hasta que sólo se
puede pensar en cuánto daño nos han hecho, cómo enfrentarse al acoso
depende de quién lo padece.
Para muchos al acoso, aunque es demasiado y a diario, hay que
anestesiarlo, aguantarlo, aceptarlo e ignorarlo. Pero ¿cuándo demasiado
es demasiado? ¿Demasiado pronto? ¿Demasiada tolerancia? ¿Demasiada
apatía? ¿Demasiado miedo? Y ¿cuándo es demasiado para soportarlo? Andrés Barragán, sociólogo, especialista en Estudios de Género.
“Rumbo a la escuela, al trabajo, a los trámites diarios, caminando
por la acera o al cruzar la calle, alguien a quien nunca se ha visto en
la vida, silba y grita que “eres una mamacita”, por decir menos,
porque tal vez él se atreva a expresarse de forma obscena sobre alguna
parte del cuerpo femenino. Haya una persecución, un manoseo o intento
de éste. Muchas mujeres callan pero se indignan, guardan silencio pero
hay furia, ignoran pero llega la impotencia”, denuncia el sociólogo.
Una de las definiciones más aceptadas y utilizadas para el acoso
sexual callejero (ASC), es la expuesta por la antropóloga cultural
Micaela di Leonardo, que explica: “ocurre cuando uno o más hombres
extraños acosan a una o más mujeres en un lugar público. A través de
miradas, palabras o gestos, el hombre afirma su derecho a entrometerse
en la atención de la mujer, definiéndola como un objeto sexual y
obligándola a interactuar con él”.
Al ASC se le ha catalogado como una forma de violencia, que además
de no ser deseada, ocasiona en las mujeres reacciones negativas; este
tipo de acoso provoca que las agraviadas tengan miedo de caminar solas
y eviten en muchas ocasiones sitios donde hayan grupos de hombres, ya
que pueden ser víctimas de una gran gama de prácticas que no solo
incluyen comentarios sexualmente explícitos o implícitos y silbidos,
sino que incluso la masturbación pública.
En México el acoso sexual es punible solamente “cuando se cause un
perjuicio o daño”, según el Código Civil Federal. En el Distrito
Federal, el 8 de marzo de 2008 entró en vigor la Ley de Acceso a las
Mujeres a una Vida Libre de Violencia. En donde se tipificaron las
miradas y palabras lascivas como parte de la violencia sexual.
Describiendo que, “Violencia Sexual: es toda acción u omisión que
amenaza, que pone en riesgo o lesiona la libertad, seguridad,
integridad y desarrollo psicosexual de la mujer, como miradas o
palabras lascivas, hostigamiento, prácticas sexuales no voluntarias,
acoso, violación, explotación sexual comercial, trata de personas para
la explotación sexual o el uso denigrante de la imagen de la mujer”.
Sin embargo, esta ley no contemplaba penas para este delito, hasta
este año que fue modificado el Código Penal del Distrito Federal, con
una pena hasta por cuatro años de prisión. La sanción se une a la de
otros dos estados que sí sancionan el delito, tales como Guerrero,
hasta 7 años, y Morelos, hasta con 10 años.
Aún así, según cifras de Barragán, al año son menos de 20 mujeres
quienes iniciaron una denuncia en contra de su acosador, principalmente
por temor de ser acosadas o dañadas físicamente de forma más severa, ya
que difícilmente quien comete ASC va pagar una condena de varios años,
mientras que en Perú a quien comete ASC se le detiene por siete años,
en México con el pago de una fianza de 1000 pesos sale en libertad.
La activista Selene Domínguez, integrante de la Organización
Iniciativas Feministas, afirma que “en México el machismo prevalece en
todos los niveles. La violencia que las mujeres vivimos en las calles,
en el hogar, en las oficinas ha ido aumentando de manera exponencial.
Nos parece extremadamente preocupante que sean los 9 años, la edad en
la que una niña inicialmente es acosada. No contamos con un
observatorio ciudadano que genere estadísticas y documente la violencia
que existe hacia las mujeres. Consideramos que, cuando esta violencia
sea visibilizada y registrada de manera formal, los gobiernos
municipales, estatal y federal tendrán la obligación de generar
políticas públicas que proporcionen a las mujeres una vida libre”.
Y explica que, “el ASC es tal vez la forma de violencia más común
que padecen las mujeres a diario, pero lamentablemente eso no significa
que esté tipificado como delito a nivel nacional, por el contrario
parece que al ser cotidiano se ha vuelto invisible”.
A decir por la socióloga María Francisca Valenzuela, las ‘excusas’
que gran parte de la sociedad mexicana pone son: “sólo a las bonitas
les pasa”; “es una cosa de mujeres jóvenes”; “si el hombre es guapo es
bien recibido”; “si hay mucha ropa no sufres acoso”; “ellas tienen la
culpa por provocar”; “no existen los casos graves”; “el piropo no es
violencia”; “es derecho a libre expresión”; “así es el mexicano”.
Valenzuela asegura que “la misma sociedad fija una postura
incorrecta ante el ASC, al calificarlo como un rasgo natural,
idiosincrático y hasta picaresco por parte del hombre, se piensa que
los acosadores callejeros que se dedican a piropear, existirán siempre
porque ello forma ‘parte de su naturaleza’, cuando en realidad
corresponde a una conducta cultural que fue aprendida y que, por lo
tanto, es modificable. Podemos ser una sociedad mejor”.
Selene Domínguez asegura: “desafortunadamente las personas confunden
de manera fácil el piropo con el ASC. Es como surge la creencia de que
es correcto o normal, incluso halagador para las mujeres, recibir este
tipo de violencia. Para una sociedad machista, el imaginario colectivo
considera que los cuerpos de las mujeres están para divertimento de los
hombres y mantienen la idea de que para nosotras es aceptable y debemos
agradecerlo”.
Y sentencia: “no es lo mismo que una persona que te conoce te diga
‘Hola, qué linda estás’, a que un completo desconocido te grite en la
calle frases sexuales sobre una parte del cuerpo, la diferencia es
abismal, porque eso último ofende y humilla”.
“Dicha problemática se suma a las miles pendientes por parte del
gobierno, a quien un tema como éste es probable que no le interese, así
como tampoco le interesó a las Cámaras cuando recibieron los
testimonios de diversas organizaciones, pero incluso la propuesta de
una ley no debe estar en la sanción, sino la prevención, crear una
cultura del respeto, que evidentemente no llegará porque principalmente
vivimos en un Estado machista, pero al mismo tiempo totalmente
desapegado a la conciencia social y humanista, que sí permite, sino es
que manda, masacrar y convertir a las víctimas en ‘delincuentes’, los
padecimientos cotidianos de millones de mujeres son irrelevantes”,
sentencia Barragán.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario