Samuel Schmidt
schmidt@mexico.com
schmidt@mexico.com
La doctrina del shock consiste en aprovechar una tragedia para lanzar decisiones económicas radicales, o sea que el shock, según el análisis de Naomi Klein, facilita las condiciones para privatizar, desregular y recortar el gasto social.
Cuando se presenta ese evento extremo (un terremoto, un tsunami, un golpe de estado) la gente se aterroriza y paraliza y cae en una situación que los vuelve vulnerables, de tal manera que los gobiernos y las oligarquías se aprovechan para impulsar decisiones que los benefician a sí mismos.
Algunos de los casos que Klein presenta incluyen el caso de Pinochet que aprovechó su golpe de estado para eliminar a sus opositores e instaurar un programa económico neoliberal. Un shock económico y uno político. Otro fue Suharto que eliminó a cientos de miles para entregar la economía del país a empresas multinacionales.
Esto es un proceso mundial. México está jugando una parte importante de este proceso. Logró colocar al Ángel de la Dependencia (Gurría) en la Organización Mundial de Comercio, que junto con el FMI han dado una férrea lucha por la privatización y la eliminación de subsidios, léase, programas sociales. Lo que explica perfectamente el caso de Grecia, que se ha resistido a que los neoliberales terminen de empobrecer a su sociedad hasta el borde de la desesperación.
Los neoliberales en México llevan muchos años inclinando al país paulatinamente hacia la privatización, pero siempre se han encontrado con fuertes oposiciones, especialmente a la idea de privatizar el petróleo. Así que al parecer han asumido la estrategia descrita por Klein y han propiciado un shock político que les permita implantar el económico.
El shock político se desprende de una tragedia que sume a la sociedad en la desesperación, mientras se abren "oportunidades" para los inversionistas que aplauden las "soluciones". También es posible que la tragedia se cause voluntariamente. Es de anotar que simultaneamente, se refuerzan las capacidades represivas.
Como dice Klein, esta política de shock se sostiene en una sociedad aterrorizada.
Si analizamos a México a partir de este enfoque, podemos considerar que la guerra contra el narco que decretó Calderón y que Peña sigue casi sin cambio fue el factor de shock que aterrorizó a la sociedad y la paralizó para que entonces entrara el shock económico (reformas estructurales). Tal vez no es casual que la violencia se concentre justamente en las zonas clave para ciertas actividades económicas globalizadas, por ejemplo donde se ha encontrado gas y para la cual se construye una fuerte infraestructura, este es un arco que va desde Ciudad Juárez hasta Tamaulipas.
Tal vez entonces no sea casual que los gobiernos se crucen de brazos ante la violencia que propicia el vaciamento de Guadalupe en Chihuahua y varias zonas en Tamaulipas, para que cuando se "pacifique" la zona, las empresas explotadoras de gas y petróleo puedan llegar sin obstáculos –el fenómeno ya llegó al Valle de Juárez-. El miedo en la gente hará que no vayan a protestar contra el fracking que afectará las reservas de agua subterránea contaminándolas después. Ante esta óptica, la tragedia de los desplazados es una medida necesaria para la nueva etapa del capitalismo.
El alineamiento de los tecnócratas mexicanos con la escuela del pensamiento económico del shock, explica tal vez el optimismo de Videgaray, porque para el los indicadores de caída económica son la mejor señal de que se preparan las condiciones para la catástrofe mexicana que permitirá generalizar las condiciones que atemoricen y paralicen a la sociedad ante lo que se convertirá en un gran saqueo de los recursos nacionales (petróleo, gas y agua) y en la mercantilización de espacios urbanos y zonas turísticas (como sucedió en Indonesia). La estrategia de control pasa por la construcción de la policía nacional y los militares en la calle.
Hay beneficiarios presentes y futuros. Entre los actuales se encuentran los relacionados al negocio de la seguridad y la guerra. Ha surgido una cantidad importante de empresas que venden servicios de seguridad. Y las exportaciones de armas están a todo lo que dan, en parte, el mundo se ha convertido en una zona de guerra.Entre los beneficiarios futuros están las oligarquías mundiales y los que concentran grandes cantidades de dinero (33 familias en México).La pregunta ineludible es, qué pasará con los desplazados, los económicos, sociales y políticos, en términos domésticos y globales.Los privatizadores prefieren dejarlos en sus lugares de origen para ofrecer salarios bajos y mano de obra abundante, aunque también les sirve una cierta migración "controlada".
No es descabellado ver que se avecina una época de gran turbulencia y de gran represión, lo que lleva a la gente o a sumirse en el miedo, o alinearse a los que la explotan, pero siempre quedan resquicios de libertad. Ya veremos qué sucede con ellos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario