Pedro Miguel
La
boleta electoral es la sola tribuna de que disponen millones de
ciudadanos de a pie para expresar su sentir sobre la cosa pública, la
única vía para comunicar su propuesta de país y el único canal para
consignar sus agravios. No es gratuito que el régimen y las mafias que
lo conforman intenten clausurarles ese medio, censurarles ese diario,
apagarles ese micrófono y adulterar su contenido mediante dádivas,
limosnas y sobornos. Si el sufragio no fuera efectivo todas las
modalidades del fraude electoral serían innecesarias; el PRI, el PRD y
el Verde no tendrían motivo para reclutar votantes comprados y
vigilados, y el PAN y el Panal no inundarían el territorio nacional con
campañas publicitarias mentirosas y demagógicas y cortinas de humo
sobre su pasado y sus orígenes.
Quienes ahora descubren que el voto es insignificante (es decir, que
no significa nada) aducen que el sentido de la elección está decidido
de antemano, que ésta sólo sirve para
legitimaral gobierno, y omiten deliberadamente que un voto de castigo es mucho más deslegitimador, preciso y contundente que un ambiguo voto nulo; o afirman que
todos los políticos son igualesy magnifican de esa forma la maniobra de autoexecración diseñada por los comunicadores de la oligarquía para que la ciudadanía se resigne a desocupar el territorio que por derecho le corresponde, deje el campo libre a la dictadura mediático-empresarial y no la obligue a emprender operaciones cada vez más complicadas y costosas de adulteración del mandato popular.
Visto desde la perspectiva del sufragio personal, a los anulistas
Totalmente Palacio no les falta razón: un voto aislado casi nunca hace
la diferencia. Para alterar la correlación de fuerzas en el mapa
político se requiere de la participación social colectiva y organizada,
algo que por principio genera desconfianza entre quienes se consideran
más personalidades que personas y suelen tener a su disposición
tribunas mucho más visibles y vistosas que una humilde y anónima
boleta. La soberbia individualista no suele llevarse bien con la
organización popular. Sabrá Dios cómo resuelven en su fuero interno la
paradoja de esta postura: si el sufragio es mudo, qué caso tiene ir a
la urna a ponerle una mordaza, es decir, a anularlo, a asegurarse de
que no se exprese en ningún sentido.
Pero otros pensamos que el voto es parlante y que si se organiza en
una intencionalidad colectiva bien definida, su voz puede también ser
contundente. A cinco días de la elección del 7 de junio, el que esto
escribe votará por Morena en todos los casos y tiene claro lo que habrá
de decir ese sufragio.
Se expresará, en primer lugar, a favor de la revocación de las
reformas neoliberales aprobadas por el Legislativo desde las
postrimerías del calderonato hasta mediados del peñato: por la
restitución de la propiedad y el dominio nacionales sobre los recursos
del subsuelo, las aguas y el espectro radioeléctrico, por la
recuperación de la soberanía energética, alimentaria y de seguridad,
por la recuperación de los derechos laborales del magisterio, la
reinstalación de la certeza en la posesión de las tierras comunales y
ejidales y la preservación de la pequeña propiedad; por la eliminación
de los actuales programas sociales clientelares y discrecionales y la
aprobación de leyes que conviertan en derecho las becas, pensiones y
subsidios a todas las madres, a todos los niños y jóvenes, a todos los
ancianos, a todos los campesinos; por el fortalecimiento de las
libertades individuales y colectivas; por la recuperación del poder
adquisitivo del salario; por la construcción de refinerías en
territorio nacional y por la denuncia de tratados internacionales que
otorgan poderes ilimitados y abusivos a corporaciones extranjeras.
Dirá
también que debe cancelarse las jubilaciones millonarias a los ex
presidentes y otros altos ex funcionarios, que las percepciones de los
actuales (y de los magistrados del Poder Judicial, y de los
legisladores federales y estatales) deben reducirse en 50 por ciento;
que se debe vender el avión presidencial recientemente adquirido; que
el presupuesto del gobierno federal debe ser revisado con lupa y
drásticamente restringido; que el Poder Legislativo debe investigar con
plena independencia el origen oscuro de las fastuosas propiedades
inmobiliarias de Peña Nieto, su esposa y su secretario de Hacienda, y
que debe sancionarse en forma ejemplar todas las formas de corrupción,
conflicto de interés y enriquecimiento ilícito.
Manifestará la urgencia de esclarecer a fondo y castigar, más allá
de simulaciones y fabricaciones, la agresión sufrida por estudiantes de
Ayotzinapa el 26 de septiembre del año pasado; el incendio en la
Guardería ABC de Hermosillo, Sonora, y la muerte de casi 50 niños; la
muerte de otros tantos mineros en Pasta de Conchos, Coahuila; la
masacre de Villas de Salvárcar, Chihuahua, y los feminicidios
perpetrados en tantas entidades; las ejecuciones extrajudiciales en
Tlatlaya, Guerrero, y las dudosas muertes causadas por la Policía
Federal en Apatzingán y Tanhuato (o Ecuandureo), Michoacán.
Censurará el cariz represivo y corrupto que ha ido desarrollando el
Gobierno del Distrito Federal y dirá también que otra delegación, otra
ciudad, otro país y otro mundo son posibles y necesarios.
Todos esos significados, más otros que no caben aquí, tendrá el
signo que pondré en mi boleta. En tanto que gesto individual será,
efectivamente, irrelevante e ínfimo. Pero cobrará su pleno sentido y
toda su fuerza conforme se vaya encontrando con otros similares en la
urna y en los conteos distritales, y en la medida en que los ciudadanos
seamos capaces de cuidar que no los desaparezcan ni los hagan de lado,
se acrecentarán su elocuencia, su claridad y su poderío.
Twitter: @Navegaciones
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