Eduardo Ibarra Aguirre
Desde
Seúl, el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence lanzó una tajante
amenaza al gobierno de Kim Jong-un: “Corea del Norte haría mejor en no
poner a prueba la determinación o la potencia de las fuerzas armadas de
Estados Unidos en esta región. La era de la política de la paciencia
como estrategia, terminó. Todas las opciones están sobre la mesa”. Lo
hizo Mike Richard al concluir una visita a la zona desmilitarizada entre
las dos Coreas.
La
respuesta llegó enseguida desde la estadunidense Nueva York, en la voz
de Kim In Ryong, embajador adjunto Corea del Norte ante la Organización
de las Naciones Unidas: el envío del portaaviones nuclear Carl Vinson a
la Península Coreana “prueba nuevamente que los irreflexivos movimientos
de Estados Unidos para invadir la RPDC han alcanzado una faceta grave
de su escenario”. Abundó que “Si Estados Unidos se atreve a recurrir a
una opción militar, la República Popular Democrática de Corea está lista
para reaccionar a cualquier tipo de guerra que desee. Tendremos la más
dura reacción contra los provocadores”.
El
viceministro de Relaciones Exteriores de Pyongyang, Han Song Ryol,
advirtió: “Vamos a llevar a cabo más pruebas con misiles, y serán
semanales, mensuales y anuales”. La escalada verbal de peligrosa
confrontación entre los gobiernos de los dos países, no impidió que los
representantes de Kim Jong-un no sean titulares de sus cargos, lo que
quizá tenga significado.
Antes,
durante la búsqueda de huevos de Pascua en los jardines de la Casa
Blanca, Donald Trump recomendó al líder de la RPDC “Portarse bien”.
Comportamiento “sugerido” que fue respaldado con el despliegue de la
gran fuerza militar del imperio al desplazar a la Península de Corea el
portaaviones nuclear Carl Vinson, como parte de los enésimos ejercicios militares entre EUA y Corea del Sur.
En
aquel lenguaje y tono rijosos, guerreristas, destacaron sobremanera las
posiciones de Moscú y Beijing. China, “aliado” de la RPDC, pidió
moderación ante “la muy delicada y peligrosa situación”. El vocero de la
cancillería, Lu Kang abogó por reanudar las negociaciones
multilaterales suspendidas desde 2009. Y el canciller ruso, Serguei
Lavrov, conocedor de los intríngulis de las conductas de la Casa Blanca,
sobre todo cuando su inquilino principal atraviesa por severos y
crecientes problemas internos, advirtió que “Espero que no haya acciones
unilaterales como las que hemos visto recientemente en Siria” (y
Afganistán, agrego yo). Advirtió que aunque la violación de Pyongyang de
las resoluciones de la ONU es censurable, ello no quiere decir que sea
posible violar el derecho internacional usando la fuerza.
El
vocero de la ONU, Stephane Dujarric destacó por su parcialidad al
estimar como “perturbadora” la prueba del misil del domingo 16 y llamar a
la RPDC a tomar las medidas necesarias para “no escalar la situación”.
Ninguna
recomendación para Trump, quien durante la campaña presidencial ofreció
replegar el inveterado intervencionismo estadunidense en el orbe, pero
en las últimas semanas hace todo lo opuesto con acciones militares
netamente imperialistas y que colocan a la aldea ante gravísimas
amenazas de más guerras regionales, mas sin fronteras definidas con las
globales.
Todo apunta a
que Trump busca sortear los fracasos domésticos y el bajo respaldo
ciudadano, mismo que repuntó cinco puntos, para arribar a los primeros
100 días con un panorama político menos desolador. Así ponga en riesgo
la precaria paz mundial.
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