Fuentes: https://tribunafeminista.elplural.com/
En agosto de 2020 se hizo viral un vídeo de una muñeca
con un botón oculto en la entrepierna. Cuando se apretaba el botón, la
muñeca, comercializada en EEUU por Hasbro y distribuida por Walmart,
emitía suspiros y risitas.
El botón no venía descrito en ningún lugar del embalaje, de acuerdo
con la autora del vídeo, y el escándalo fue tal que la empresa retiró el juguete rápidamente y aseguró que había sido sin querer. La idea, afirmaban, había sido que la muñeca se riese al sentarla.
Pero la cuestión de si el botón fue colocado a propósito o no, en
realidad, es secundaria. De hecho, el departamento de control de calidad
de la marca seguramente no diera cuenta de las implicaciones, porque en
la industria juguetera mundial (realmente exportada de EE UU) hace
mucho tiempo que la sexualización infantil se convirtió en aceptable, y
todos nos hemos acostumbrado a ella.
Hoy la Barbie de Mattel nos parece taimada en comparación con los juguetes que tienen nuestras hermanas, hijas y sobrinas, pero en su día fue una muñeca polémica por considerarse cosificadora de la mujer,
y su distribución masiva sirvió para desplazar gradualmente los límites
de lo considerado aceptable para niñas. En las últimas décadas, gracias
a una pornificación generalizada en todas
las industrias mediáticas, la veda abierta por Barbie ha sido
ampliamente aprovechada por las Bratz, de MGA Entertainment, y más
recientemente por las Monster High, las muñecas ideadas por Mattel para
competir con las primeras. Las Bratz, como anécdota, fueron diseñadas en
2000 por Carter Bryant, un hombre que justamente había trabajado para
Mattel diseñando Barbies, y que ganó un juicio contra su antigua empresa al ser acusado de infracción de derechos de autor.
Estas dos marcas de muñecas, Bratz y Monster High, representan a
mujeres jóvenes híper sexualizadas, que combinan rasgos infantiles
(cinturas minúsculas, pechos apenas existentes, ojos enormes) con rasgos
adultos muy cosificados en nuestra sociedad (labios muy gruesos,
piernas muy delgadas y largas, melenas de peluquería), todo ello
acompañado de complementos claramente sexualizadores: ropa muy ajustada y
reveladora, tacones altísimos e ingentes cantidades de maquillaje.
Acompañadas de sus respectivas series televisivas y de numerosas
películas, las Bratz y las Monster High causaron furor entre las niñas a
quienes iban dirigidas, y también, claro, entre algunos niños.
Bratz y Monster High, representan a mujeres jóvenes híper sexualizadas, que combinan rasgos infantiles (cinturas minúsculas, pechos apenas existentes, ojos enormes) con rasgos adultos muy cosificados en nuestra sociedad (labios muy gruesos, piernas muy delgadas y largas, melenas de peluquería),
En 2004, MGA Entertainment lanzó una nueva línea de muñecas llamadas
Bratz Babyz (“Bratz Bebéz” (sic)). Sus dibujos animados se estrenarían
en 2007. Estas muñecas a su vez se dividieron en dos líneas: las
“grandes” (“Big Babyz»), que asemejaban niñas de dos o tres años, y las
“bebés”, sin zapatos y con bragas, algunas directamente sacadas de un
catálogo de lencería. Todas ellas lucían elaborados peinados, camisetas
que enseñaban el ombligo y abundante maquillaje de ojos y labios. Uno de
sus accesorios habituales era un biberón. Tras más de diez años de
comercialización, después de unas dañinas luchas legales con Mattel y entre acusaciones de sexualización, la marca Bratz fue retirada del mercado en 2016, de acuerdo con la Wikipedia, aunque MGA ha lanzado nuevas versiones de las muñecas “adultas” desde entonces.
Fotos: Ejemplos de Baby Bratz, y de LOL Surprise, (Google Imágenes).
Ese mismo año desembarcaron en el mercado las LOL Surprise, fabricadas por la misma empresa que las Bratz: MGA Entertainment.
Unas muñecas con un estilo similar a sus predecesoras (bebés de ojos
enormes, maquillaje, camisetas que muestran el ombligo, complementos de
moda adulta) que vienen en un paquete de plástico cerrado. Para incitar
al consumo, son relativamente baratas y hasta que no la compra y la abre
la niña no sabe qué muñeca y qué complementos le han tocado. Estos
suelen pertenecer a conjuntos diferentes, así que las niñas piden
comprar más con la esperanza de completarlos. En 2018, MGA ganó 4
millones de dólares gracias a ellas.
En otro vídeo de Facebook que también se hizo viral el pasado mes de agosto, una línea reciente de muñecas LOL cambia de “ropa” y maquillaje al mojarlas en agua fría, una característica que se anuncia en el embalaje. Este vídeo, que lleva 45 millones de visitas, y otros vídeos caseros más antiguos muestran
que, mientras que algunas simplemente revelan un traje de superheroína,
al realizar el experimento en otras se revela ropa que a un adulto
recuerda a prácticas sadomasoquistas, tatuajes en la espalda o
maquillaje de ojos corrido (un ‘look’ habitual en vídeos pornográficos,
que es una categoría en sí misma). La respuesta de la empresa ha sido escueta,
y se ha limitado a asegurar que “se implementarán medidas correctivas”.
Por su parte, los muñecos masculinos de esta misma marca ya levantaron
también enardecidas críticas en 2019 por mostrar claramente un pene infantil y testículos.
LOL en este caso no significa “laughing out loud” (“riéndome en voz
alta”, en inglés, una expresión coloquial habitualmente utilizada en la
Red), aunque es un acrónimo conveniente porque parece inofensivo. LOL,
en este caso, viene de “little outrageous littles”: “pequeñas pequeñas
escandalosas”. Y el nombre, para quien conozca el mundo de la
pornografía de Internet, en realidad va más allá. En el ámbito del
sadomasoquismo existe una comunidad pro-pedofilia que se dedica a
normalizar fantasías pedófilas (ellos lo llaman “age play”, juegos de
edad), donde los hombres suelen identificarse como “daddys” (papás) y
las mujeres, casi siempre jóvenes, y en ocasiones menores de edad, se
identifican como “littles” (pequeñas). El acrónimo usado es “ddlg”, pero
solo recomiendo buscarlo a quienes tengan el estómago fuerte.
La consecuencia evidente de la distribución de tales juguetes es que las niñas normalizan cada vez más temprano la cosificación y la hipersexualización de las mujeres;
Existen otras muñecas del mismo estilo. Las Na Na Na Surprise, que
también pertenecen a MGA Entertainment, siguen la misma línea consumista
de la ‘sorpresa’, popularizada especialmente en los últimos años
gracias a los vídeos caseros de “unboxing” (desempaquetado). Las Na Na
Na Surprise también tienen ojos enormes, melena de Barbie, ropa propia
de adultas como medias de rejilla y evidente maquillaje. Una de las Na
Na Na ha sido recientemente retirada de supermercados británicos tras la
queja de un padre porque venía con lencería adulta.
Las Poopsie Fantasy Friends, por su parte, vienen con un chupete y
bikini, y su pelo y accesorios son del mismo estilo de las LOL (es
decir, propios de mujeres adultas).
La consecuencia evidente de la distribución de tales juguetes es que
las niñas normalizan cada vez más temprano la cosificación y la
hipersexualización de las mujeres; es decir, de sí mismas. Pero además,
tiene un efecto “desparrame” o de contagio a otros productos e
industrias. El fenómeno viene ilustrado perfectamente por Gail Dines en
su libro Pornland (Pornolandia), en el que relata cómo desde
los años 70 hasta hoy, la industria pornográfica ha logrado gradualmente
normalizar e introducir la pornografía en los anuncios, la televisión,
la industria del videoclip y el cine. Es una táctica publicitaria de
sobra conocida: empujar los límites de lo aceptable con imágenes que en
ese momento no lo son, para chocar (y así llamar la atención) y
simultáneamente ir normalizando aquello que hasta este momento estaba
mal visto. A veces funciona, y a veces no. A Hugh Hefner le funcionó
perfectamente con Playboy, y no hay más que buscar en Youtube el último
vídeo de Cardi B, WAP o traducir la letra en Google para concluir que a la industria pornográfica la jugada también le ha salido redonda.
hace mucho tiempo que la sexualización infantil se convirtió en aceptable, y todos nos hemos acostumbrado a ella.
En lo que respecta a la sexualización de muñecas, este efecto se
observa no solo en las sucesivas marcas que se imitan entre ellas para
hacerse con una parte del pastel; también se hace notar en otras marcas y
muñecas más tradicionales. Por ejemplo, BabyBorn, de Zapf, ha lanzado
su BabyBorn Surprise, una
muñeca mucho más próxima a los bebés realistas que comercializa
habitualmente, pero con influencias directas de muñecas de otro tipo:
ojos desproporcionados, coloridos y maquillados, labios más gruesos y
pintados, y multitud de accesorios “sorpresa” en un embalaje atractivo
(en este caso, un maletín con forma de biberón). En la misma línea de
estética inocente pero reminiscente en rasgos y estampados podemos
situar a las Cry Babies o las Curli Girls, entre muchas otras que han
imitado la estética y que madres y padres conocerán bien. Lo que esto
demuestra es que se ha creado un nicho de mercado. Es decir, estas
muñecas, a día de hoy, son normales.
estos depredadores habitualmente se esconden a plena luz del día, eligiendo oficios que les permiten tener acceso a niñas y niños para no resultar sospechosos, y creándose una personalidad pública amigable, simpática y excéntrica.
La guinda en el pastel es un experimento que invito a que hagan:
busquen “baby doll” (“muñeca bebé”) en Google Imágenes y observen cómo
se intercalan las muñecas con fotos de mujeres en picardías y lencería.
Con esta “normalidad” que envuelve hoy a las niñas, ¿podemos
sorprendernos por la muñeca del botón en la entrepierna que se le coló a
Hasbro? ¿Podemos sorprendernos por las imágenes promocionales de Netflix de la película ‘Cuties’, que clara e inequívocamente sexualizan a niñas pequeñas? ¿De que Amazon comercialice abiertamente con muñecas sexuales para pedófilos, como salió a la luz hace pocos días?
Casos conocidos, como el de Jimmy Savile en Reino Unido o los relatados en el documental An Open Secret (‘Un
secreto a voces’) sobre redes de pedófilos que se camuflan como agentes
en Hollywood, dejan patente que estos depredadores habitualmente se
esconden a plena luz del día, eligiendo oficios que les permiten tener
acceso a niñas y niños para no resultar sospechosos, y creándose una
personalidad pública amigable, simpática y excéntrica. Lo que más les
beneficia es la normalización de la pedofilia, la noción errónea de que
“no pasa nada” porque ciertas muñecas sean algo ‘extrañas’ o sospechosas
de sexualización. Que niñas y niños no encuentren nada raro en juguetes
como los descritos más arriba es ponérselo un poco más fácil a quienes
estudian las formas para abusar de ellos impunemente. Que nosotras y
nosotros los aceptemos nos hace ignorar una sensación de alerta que es
necesaria para protegerlos. No nos dejemos distraer.
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