Susana Rioseras
Tribuna Feminista
Estos días posteriores a las movilizaciones del 8M por nuestra calles y ciudades, nos están dando mucho de sí a las feministas organizadas en colectivos, plataformas y coordinadoras, con nuestra manía esta de analizar, valorar y reflexionar.
Para empezar, observamos cómo la ofensiva patriarcal, que, a partir del año 2018 emplearon quienes, desde los poderes hasta las bases sociales, pretendían redefinir y canalizar el gran capital político y social que por entonces el feminismo lograba sacar a las calles, tras la desmovilización del 15 M, va evolucionando de estrategia.
Una vez más, el feminismo, como movimiento que lleva tres siglos resistiendo, y ya decía, allá por los 70´s, Susan Faludi, en su libro Reacción: la guerra no declarada contra la mujer moderna, logra adaptarse y resistir, a la reinvención de las diferentes tácticas y estrategias ofensivas de las confrontaciones del férreo sistema patriarcal, y las va cuestionando una a una en todas sus caras y contextos, por duras que estas sean.
Así, a estas alturas, agotados ya, racional y socialmente ciertos mantras “fóbicos y excluyentes”, utilizados hasta la saciedad como arma arrojadiza de confrontación al feminismo y a las feministas en los últimos tiempos, la estrategia hoy, desde los poderes que nos venden la explotación (y auto explotación) de las mujeres, como feliz empoderamiento “feminista”, va cambiando de lemas y discursos en su incesante ofensiva.
Así pues, en estas últimas movilizaciones del reciente 8M vemos un aumento y reforzamiento del feminismo abolicionista, que recordamos de nuevo, es el único feminismo que existe con todas sus variables contextuales, puesto que lleva desde los últimos tres siglos luchando por abolir todas y cada una de las formas de opresión, violencia y explotación impuestas en exclusiva a las mujeres por el hecho de serlo.
Prácticas de explotación especificas para las mujeres (sexual, reproductiva y de género/generista), que hoy conforman las lucrativas industrias y nichos de mercado que, sin ser en el fondo novedosas históricamente, sí lo son en sus formas; llegando a ser, hoy, autodenominadas como los New global business del capitalismo avanzado y que su gran aliado, el sistema patriarcal se empeña en seguir imponiéndonos con atractivos discursos liberales (neos y ultras), supuestamente alternativos, opcionales y amables, para legitimarlos social y éticamente en pleno siglo XXI.
Frente a al progresivo reforzamiento del feminismo abolicionista en los últimos años, hemos visto este 8M en muchos territorios, cambiar sustancialmente las consignas en las manifestaciones oficiales más representativas, tanto desde los partidos de poder, como desde sindicatos, colectivos de estudiantes u organizaciones de base de colectivos sociales que se sitúan en teoría, la izquierda más alternativa. Pasando de usar lemas (siempre en plural) en sus pancartas de cabecera de “Feminismos inclusivos”, a “Feminismos antifascistas y antirracistas”.
Ese cambio de consigna para seguir invisibilizando, cooptando y/o confrontando al feminismo que lucha contra toda explotación, casualmente ha venido precedido de recientes polémicas en las redes sociales por el intento de legitimación entre las estudiantes, (una vez más, en nombre de los “feminismos inclusivos”), de las imposiciones patriarcales más opresivas de ciertas religiones a las mujeres y niñas con las que convivimos. Así, la estrategia ha sido tomar precisamente estos lemas de antifascismo y antirracismo, en primer lugar, para evitar de nuevo, situar en primer plano las reivindicaciones de la agenda feminista que, sería lo que deberíamos destacar en los comunicados, manifiestos y lemas en las pancartas de las movilizaciones precisamente del 8M, pues para el resto de demandas interseccionales tenemos otros muchos días específicos de movilización.
Dicha estrategia supone una doble jugada, en este país en el que las movilizaciones del antifascismo organizado, desde el año 1975 tienen un día ya instituido en el que se organizan las manifestaciones, concentraciones y actos de memoria, que merecidamente es el 20N, no el 8M.
Al menos que, por parte de ciertas organizaciones, en momentos políticos de reacción estatal y global, también se quiera lavar la cara a estos partidos que agitan insistentemente el miedo a la ultraderecha, para continuar posicionándose inexorablemente en el poder como mal menor y como la única alternativa factible (supuestamente de izquierdas), ante el creciente cuestionamiento de su escalada de políticas de recortes sociales y belicismo; y de paso, monopolizar, descontextualizar y apropiarse igualmente de la reivindicación histórica antifascista, de arraigada tradición en nuestro contexto y hoy tristemente bastante debilitada, al igual que la lucha obrera.
Curioso es, por lo tanto, que estos slogans que solapan la agenda feminista en el día internacional de la Mujer, fecha para reivindicar los vapuleados derechos de mujeres y niñas, vengan en un momento en que a los poderes imperantes les interesa lavar su imagen muy criticada de implementación de políticas belicistas, anti inmigración y sino fascistas, al menos bastante déspotas, que están aplicando a la fuerza en nuestros contextos. Focalizando las reivindicaciones de las movilizaciones en un juego de confrontación de bandos que, fomentando la consigna del miedo a la ultraderecha, solapa así, no solo las reivindicaciones feministas especificas propias de la fecha, sino que silencia igualmente la denuncia de la evidente “ultra derechización” absolutamente de todo el espectro institucional político actual, a izquierda y derecha, local y globalmente.
La reivindicación del feminismo (aunque veamos incrementada la violencia machista, nos sigan asesinando y recortando los derechos civiles más básicos en muchos contextos), nunca parece tener suficiente entidad como para ser merecedora de reivindicación autónoma, ni siquiera en el día internacional destinado para poner el foco en la urgencia del cumplimiento de su agenda.
Desde la mayoría de partidos y colectivos supuestamente paritarios y/o mixtos, la reivindicación de la agenda feminista, tiene que venir siempre enmarcada en la exigencia de la amalgama de causas supuestamente más prioritarias, invisibilizando y postergando histórica y eternamente la lucha contra las opresiones, específicas que el sistema impone a las mujeres, por muy feminicida que este se muestre.
Postergar sistemáticamente la agenda feminista en pro de otras causas, en un totum revolutum de descontextualización, es lo que está agudizando este retroceso actual observado en el aumento de la violencia y de la resistencia y reinvención de las formas de opresión patriarcal y machista, que observamos en nuestras sociedades y especialmente en las nuevas generaciones. Máxime cuando los derroteros geopolíticos actuales apuntan hacia un reforzamiento del capitalismo imperialista con su escalada armamentística, sus guerras belicistas neocoloniales e imperialistas, y/o arancelarias económicas, en las que, por supuesto, los primeros derechos que se recortan son los de las mujeres que, están retrocediendo hasta unos límites insospechados en pleno siglo XXI en muchos territorios y contextos.
Pero estos lemas tan antifascistas y antirracistas, han venido acompañados, cómo no, de una nueva ofensiva deslegitimadora, a nivel personal y cercano de las voces feministas más destacadas, a las que pretenden amordazar constantemente. Una vez desactivada, por argumentación feminista y por agotamiento social, la excusa de las fobias achacadas a las feministas falsamente tildadas de excluyentes, y por las que muchas han sufrido y sufren censura y cancelación, resurge en ciertos ámbitos, el eterno descrédito de “feminista burguesa y blanca”. Rescatado mantra que, en un incesante bucle, se está difundiendo entre la juventud en muchos colectivos de base, con el único propósito de desacreditar y silenciar a las referentes cercanas, por muy de clase trabajadora que estas sean, para romper las bases de los relevos feministas y profundizar la fractura generacional que hay en nuestros propios contextos de activismos y militancias feministas y de izquierdas.
Así pues, en la secundada y masiva manifestación feminista del pasado 8M de Barcelona en la cabecera y sujetando la pancarta, además de relevantes referentes feministas, se encontraban tres feministas supervivientes de la prostitución (igual de relevantes), dos originarias de Brasil y una de Rumanía. Una vez más mostrando que el feminismo si algo es, por definición es abolicionista de toda forma de explotación, antirracista y por supuesto antifascista e internacionalista, no necesita apellidos para legitimarse.
Esta ruptura y borrado de las genealogías de las mujeres destacadas en los currículos académicos y los discursos culturales e históricos oficiales actuales, que tanto hemos denunciado e intentado paliar con infinitas investigaciones y del que recientemente hablaba Barbijaputa en su artículo: El peligro de quiénes somos[1], pasa del borrado de la memoria de las mujeres destacadas, al tachado/descrédito, por no decir criminalización personal y política, de las actuales y cercanas en sus propios contextos.
Se incrementa así, con la quiebra de las bases generacionales más cercanas de los movimientos de relevo feminista en los y, sobre todo y especialmente, en las jóvenes organizadas, la suplantación de la exigencia del cumplimiento de la agenda feminista, por el llamado “femientrismo” que presenta como atractivas, empoderantes (e incluso pretenden “colar”, en un claro ejercicio de cinismo, como “feministas”) las actuales formas de violencia, opresión y explotación de mujeres y niñas del patriarcado capitalista, difuminadas dentro de una amalgama de slogans disfrazados de reivindicaciones políticas y sociales.
Ante estos cambios de estrategias comunicativas, implementados para seguir convenciendo, sobre todo, a las chicas jóvenes, de que las formas de empoderamiento pasan por la auto explotación sexual o la venta/extracción, mal llamada “donación” de óvulos, (que nos sitúa, como país en lideres de Europa[2] del mercado de explotación reproductiva, al igual que del explotador sistema prostitucional), lo que vimos en las últimas manifestaciones del pasado 8M es que cada vez más chicas jóvenes se incorporan visiblemente a las filas del feminismo (abolicionista).
El feminismo va a ser en este siglo XXI, como siempre ha sido y como afirman nuestras maestras, la esperanza civilizatoria de la humanidad. No es que el feminismo tenga que ir acompañado del antifascismo y el antirracismo, como lema, para legitimarse, es que va a ser la única vía por la que vamos a conseguir una sociedad realmente igualitaria, antifascista y antirracista, por supuesto poniendo siempre por delante la defensa de los violados y cuestionados derechos humanos de las mujeres a nivel global. La ofensiva por el capital político del feminismo continúa, pero la resistencia feminista vencerá.
[1] https://www.publico.es/opinion/columnas/peligro-quienes-somos.html
[2] https://www.eldiario.es/sociedad/espana-mercado-ovulos-europa_1_10170379.html
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