8/31/2025

Genocidio

 sinembargo.mx

Lorenzo Meyer

Una historia muy sintética pero que cubre lo esencial del proceso intelectual y político que llevó a la construcción del concepto, a su evolución, ambigüedades e implicaciones se puede se encontrar en la interesante y larga conversación que hace poco sostuvo Ezra Klein, conductor de The Ezra Klein Show con un especialista en derecho internacional, Philippe Sands, y que se transcribió íntegra en el New York Times (08/13/25). Se trata de una conversación entre dos judíos, Klein conductor del programa y Sands un abogado que actualmente representa al Gobierno de Gambia contra el de Myanmar por la persecución y asesinato sistemático de los musulmanes rohinyá actualmente refugiados en Bangladesh o dispersos.

Pero antes de seguir adelante ¿de qué estamos hablando? ¿Cuál es exactamente la definición de genocidio? En diciembre de 1948, tras hacerse públicos los horrores del Holocausto o Shoah perpetrado por los nazis contra los judíos en Europa y en el contexto de los juicios del Tribunal Militar Internacional en Nuremberg (1945-1946) -y en buena medida gracias a los esfuerzos de Lemkin en Nuremberg- la recién creada organización de las Naciones Unidas adoptó esta definición: genocidio es “cualquiera de los actos siguientes perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal: a) matar a miembros del grupo; b) causar lesiones graves a la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) someter deliberadamente al grupo a condiciones de vida que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; d) imponer medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo; e) trasladar por la fuerza niños del grupo a otro grupo”.

Detrás de esta definición aceptada por el medio centenar de países que entonces componían la ONU está el cabildeo realmente titánico de Lemkin el autor del concepto. Pese a su éxito, Lemkin nunca quedó conforme con la redacción contenida en la llamada “Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio”. Pero antes de adentrarnos en la razón de su inconformidad vale la pena apuntar que uno de los muchos obstáculos que tuvo que sortear la definición fue la oposición de un grupo de legisladores norteamericanos sureños que vieron en ella, y con razón, que sus términos parecían quedar como pintiparados para describir, y por tanto condenar, las políticas seguidas no sólo por la Alemania Nazi sino antes por los propios Estados Unidos respecto de los grupos indígenas y afroamericanos en su territorio.

Con la tipificación internacional del genocidio y de la defensa de los derechos humanos de cualquier individuo como delitos perpetrados por o dentro de un Estado se dejó de lado la idea, muy arraigada, que dentro de sus fronteras nacionales los gobiernos podían tratar a sus ciudadanos como les placiera pues decidir la naturaleza de ese trato era parte de su soberanía. Hasta entonces los únicos crímenes de los que se podía responsabilizar desde el exterior a un estado eran los crímenes de guerra.

Teóricamente, a partir de la segunda postguerra mundial la soberanía nacional ya no puede usarse como argumento para no rendir cuentas al resto del mundo por la violación de los derechos humanos. Si, por ejemplo, entre 1915 y 1923 se pudo argumentar que la muerte de un millón o más de armenios como resultado de la política turca era un asunto interno del imperio otomano a partir de 1948 ese argumento perdió toda validez y legitimidad. Y, por cierto, fue el genocidio armenio el disparador del interés de Lemkin para proponer la condena de ese tipo de conductas estatales, de ahí que hoy, por ejemplo, Gambia o Sudáfrica puedan acusar a Myanmar o a Israel, de genocidas.

EL PUNTO DÉBIL. En principio hoy el genocidio es un crimen que puede, y debe ser expuesto y juzgado tanto por los tribunales internacionales como por la opinión pública mundial. Lemkin como un judío cuya familia -medio centenar de personas- fue exterminada por los nazis debió de sentirse más que satisfecho cuando consiguió que su concepto fuera incorporado al derecho internacional vigente. Sin embargo, ese no fue el caso. Quedó muy insatisfecho.

A juicio de Lemkin el que el 9 de diciembre de 1948 la ONU definiera y condenara el genocidio, tuvo una falla y grave: la definición formalmente adoptada y que ya se citó aquí no fue la de su propuesta original pues tenía un talón de Aquiles tan grande que en la práctica podía hacerle perder su esencia: el condicionar la definición y sanción del crimen a que el perpetrador tuviera “la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso”. Por tanto, el requisito de intencionalidad abría la posibilidad de exculpar al autor del crimen alegando que los daños causados por sus acciones a todo un grupo eran meras consecuencias no buscadas de acciones legítimas y no el resultado de una voluntad genocidio, como por ejemplo políticas de seguridad nacional o de acciones contra un enemigo que se oculta entre la población civil y donde el maltrato a todo un grupo se justifica como daño colateral y no como una acción deliberada. Desde la perspectiva anterior la política de colonización de Estados Unidos y que en la práctica significó el exterminio o el confinamiento de grupos completos de pobladores originarios ya no podría calificarse como genocidio. Es más, podría argumentarse como lo hace hoy el Primer Ministro de Israel Benjamín Netanyahu que aquello que su Gobierno busca en Gaza no es hacer invivible para los palestinos ese territorio sino defender la seguridad de Israel.

Desde esa perspectiva la muerte de entre 60 y cien mil palestinos o la hambruna provocada que en ese territorio ya ha ocasionado el fallecimiento por inanición de centenares de niños palestinos (El País, 29/07/25), no es resultado de una política anti gazatí. No, Netanyahu sostiene que las muertes registradas en Gaza son, en su mayoría daños no intencionales en un empeño por impedir que una organización clandestina como Hamas pueda volver a intentar acciones terroristas como la que perpetró contra un los asistentes a un concierto el 7 de octubre de 2023 y que dejó un saldo de mil 139 israelíes muertos y más de 200 tomados como rehenes, algunos de los cuales también murieron y otros siguen prisioneros. Cuando algún miembro del gabinete actual de Israel ha declarado abiertamente que la operación militar en Gaza tiene como objetivo final eliminar permanentemente a la población palestina de ese territorio, Netanyahu simplemente ha respondido que esas son declaraciones de un Ministro, pero no del Gobierno y por tanto la definición de genocidio no corresponde a lo que está ocurriendo en la franja de Gaza.

Y resulta que el argumento del Gobierno israelí es justamente el que Lemkin temía que se podría emplear para neutralizar la fuerza de su concepto y la naturaleza de los hechos. Como sea, algunos grupos de defensores de los derechos humanos en Israel, Physicians for Human Rights Israel (PHRI) y B’Tselem aceptaron ya calificar de genocidas las acciones de su ejército en Gaza (ttps://edition.cnn.com/2025/07/28/middleeast/israeli-human-rights-group-accuses-israel-genocide-gaza-intl.) como finalmente también lo hicieron los dos participantes en la conversación ya citada del Ezra Kline Show.

CONCLUSIÓN. Israelíes y palestinos reclaman como suyo el mismo territorio y sostienen sus respectivos derechos con argumentos históricos e incluso religiosos que son excluyentes. Es claro que pretender hoy la convivencia armónica de las dos comunidades, una teniendo que vivir sin un Estado propio que la defienda y dentro de un territorio muy limitado que esta bajo el férreo control de otra que sí cuentan con una estructura estatal -con un ejército muy poderoso y apoyado por la principal potencia mundial- es pretender un imposible.

Teóricamente, la solución probable en Palestina sigue siendo la propuesta en 1947 por la ONU: la creación de dos estados, uno árabe y otro judío, y otorgar a todos los palestinos la misma soberanía de la que hoy gozan los israelíes. Pero, aunque hoy esa solución parece ser tan imposible o más que en 1947, el resto del mundo debe pronunciarse en su favor y contra de la política de Netanyahu que, en lo esencial, corresponde a lo que Raphael Lemkin y a nombre de la humanidad consideró como algo inhumano y absolutamente inaceptable.


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