El Foro Social Mundial
(FSM) es un espacio que se inició de manera alternativa y opuesta al
Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, en Porto Alegre, Brasil, en
2001. Desde entonces ha buscado mantenerse como encuentro mundial
abierto para discutir y pensar juntos articulaciones y trabajos
colectivos en torno a Otro Mundo Posible. En él convergen grupos,
organizaciones y movimientos de los cinco continentes que se oponen a
toda forma de opresión, sea colonial, imperialista o patriarcal, y
encaminan sus trabajos a la emancipación y transformación del sistema
capitalista actual. Quienes llegan a esta cita mundial se asumen
comprometidos con la construcción de una sociedad planetaria, orientada
hacia una relación justa entre los seres humanos, y de éstos con la
Madre Tierra. Este 2016 se realizó del 9 al 14 de agosto en la ciudad de
Montreal, Canadá, donde se dieron cita para reflexionar y detectar los
retos que a nivel mundial tenemos en las luchas y resistencias sociales,
alrededor de 35 mil personas de por lo menos 125 países, quienes se
congregaron en torno a 13 temas, entre los que podemos mencionar los
procesos colectivos contra la dictadura de las finanzas, la imposición
de los nuevos y ampliados tratados de libre comercio y la oposición al
patriarcado, la xenofobia y los fundamentalismos.
Se trabajaron también temas relacionados con la situación actual de
los derechos de los trabajadores, las migraciones a nivel mundial y,
claro está, se compartieron experiencias locales y globales que buscan
visibilizarse como algunas de las alternativas económicas, sociales,
solidarias, artísticas, de comunicación y movilización, para seguir
pensando y creando esos otros mundos posibles. Es, sin duda, un espacio
único que convoca a la diversas resistencias y luchas progresistas,
altermundistas y de izquierdas, en el que estuvieron también presentes
integrantes de diversas redes de México, como la Convergencia de
Organizaciones Sociales y Ciudadanas México Mejor Sin TPP. Para este año
el FSM logró por primera vez ese intercambio en un país del Norte, lo
que confirmó una idea hace tiempo compartida: la crisis es generalizada,
no solamente en el Sur, sino también en ese otro punto geográfico. Es
decir, que existe Sur Global en los diversos hemisferios. Baste
mencionar en esta ocasión las participaciones de los pueblos originarios
de Canadá, que denunciaron el despojo al que son sometidos. Durante el
Foro se subrayaron también las formas en que esta crisis sin precedente
afecta en sus diferentes dimensiones la vida, perjudicando incluso a
quienes por mucho tiempo no habían resentido del todo los embates de un
poder que acumula en unos cuantos oportunidades y riquezas, dejando sin
posibilidades al resto.
Se ratificó entonces que son necesarias las relaciones de solidaridad
entre el Norte y el Sur, y viceversa. Sin embargo, en el interior del
mismo FSM y de procesos globales de emancipación gestados en diversos
pueblos y países, tenemos retos considerables. Uno es que la experiencia
del Foro se amplíe a más sectores, mantenga la participación de los
movimientos sociales y convoque nuevos actores emergentes en las luchas
por la vida, los bienes comunes y los derechos humanos. Es importante
también que se mantenga la organización de este encuentro mundial, tan
necesario para entretejer esperanzas y resistencias. Ahora le toca al
Consejo Mundial del FSM reflexionar a profundidad sobre lo más
conveniente para futuros esfuerzos de articulación de esas dimensiones,
aunque por otro lado tenemos una apremiante invitación a globalizar
nuestras luchas. Es decir, a que las narrativas contrahegemónicas se
basen en reconocer las peculiaridades de las resistencias comunitarias
localizadas en diversos territorios del mundo, de abajo hacia arriba. Y,
a modo de autocrítica, para ello es también necesario reconfigurar una
globalización subordinada y dependiente de los países del Norte, con
perspectivas neocoloniales, como la que tenemos en los del Sur, e
incluso en el interior de los movimientos y organizaciones sociales,
redes solidarias, y fuerzas partidistas progresistas de los países del
Norte.
Es decir, se nos presenta el reto de transformar en todo el planeta toda aquella relación que por
mínimaque sea avizore actitudes patriarcales o neocoloniales basadas en distinciones de raza, etnia, condición social o género, sin pasar necesariamente por el tamiz del cuestionamiento a los privilegios que este sistema hegemónico genera en unos, colocándolos por encima de los otros. Ejemplo fue que tan sólo intentar asistir esta vez al FSM puso en evidencia el sistema inequitativo en el que vivimos, pues alrededor de 200 activistas del Sur –de África y América Latina– no obtuvieron una visa para acudir a este encuentro, por la dura política migratoria del país anfitrión. Sin embargo, cuestionar las ventajas que algunos pueblos del Norte tienen, no debe ser motivo de división, sino de reconocimiento de la complejidad a que nos enfrentamos, con el ánimo de lanzarnos a interpelar con mayor profundidad la estructura que mantiene esas relaciones de desigualdad y dominación. Hoy, cuando la crisis del sistema capitalista repercute también en el Norte, y todavía más en el Sur, no debemos luchar solamente por nuestras conveniencias particulares, y menos aún para sostener nuestros privilegios, sino para transformar de raíz este sistema que ha sometido y despojado históricamente al Sur, como lo hace ahora en el Norte. Por ello, la lucha y la resistencia son globales, aunando esfuerzos para desmantelar las relaciones de explotación, despojo y opresión en las que todos vivimos. El reto ahora es que todos nos relacionemos horizontalmente, para construir transformaciones globales en el mundo.
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