8/27/2016

"La economía feminista va más allá de la igualdad entre hombres y mujeres"


Viento Sur

Cree que la economía es la disciplina más reacia a todos los cambios. Cristina Carrasco Bengoa se retira de la docencia, pero su trabajo como profesora de Teoría Económica de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona (UB) ha dejado importantes publicaciones y un gran trabajo de investigación en economía feminista. Su facultad, aparte de una asignatura optativa sobre Mujeres, trabajo y sociedad, participa en el máster de Estudios de Género y ha conseguido recientemente un Doctorado en el mismo campo. Asimismo, se están planteando cambios desde algunos departamentos para enseñar economía en base a perspectivas alternativas al capitalismo.
¿La economía feminista persigue la igualdad entre hombres y mujeres?
Lo que llamamos economía del género es la búsqueda de igualdad, pero lo diferenciamos de economía feminista, con la que vamos más allá.
¿La búsqueda de la igualdad no es deseable en economía?
Es que la igualdad... ¿Qué quiere decir la igualdad? La igualdad no implica necesariamente un cambio de sistema. Además, cuando se habla de igualdad, aunque no se diga, se está planteando que las mujeres nos igualemos a los hombres en el mercado laboral. Mira los indicadores, siempre son: cuantas mujeres ahora participan en el mercado laboral, la brecha salarial, cuantas mujeres diputadas, cuantas mujeres técnicas de no sé qué, directivas... Yo nunca he visto indicadores de igualdad que digan cuantos hombres planchan las blusas de sus mujeres o cuantos hombres cuidan a su abuela que tiene alzhéimer. Estos no aparecen como indicadores de igualdad.
Que las mujeres se igualen a los hombres, pero no al revés.
Si nos llegáramos a igualar, imaginémoslo así, a mí el sistema me sigue pareciendo expoliador, explotador, etc. Y a veces hay igualdad por abajo. Por ejemplo, antiguamente las chicas jóvenes hacían mucho trabajo en casa y los chicos no hacían nada, hoy creo que ninguno hace nada. Se han igualado. Y salen al mercado laboral y todos son precarios. Ellas y ellos. ¡Ah! ¡Iguales! ¿Iguales por dónde? Por abajo, la igualdad no me sirve. Pienso que hay que cambiar la perspectiva del mundo y hacer otro mundo mucho más equitativo para hombres y mujeres pero desde una perspectiva distinta, no puede ser dentro de este mismo modelo.
Y eso sin considerar la interseccionalidad.
Hay muchos ejes de desigualdad. Imaginémonos que hombres y mujeres hagamos las mismas actividades con el mismo valor, que esto ya sería muy difícil en un sistema capitalista, pero que los niveles de clases sociales o de renta van a seguir existiendo. Es la esencia del sistema capitalista: unos tienen que explotar a otros... En el mundo que tenemos es imposible hacerse rico si no te has aprovechado del trabajo de alguien. Tú con tu propio trabajo puedes subsistir, te harás rico si te toca la lotería, pero si no quiere decir que estás explotando a alguien, directa o indirectamente. Esas desigualdades no se pueden eliminar porque se eliminaría el sistema.
La economía feminista niega que las estadísticas económicas sean fieles a la realidad.
La economía sólo considera el tiempo dedicado al trabajo de mercado y que se cuantifica por horas desde la industrialización. Esto es lo que se recoge en las estadísticas y todo lo demás, lo que está fuera del mercado, para la economía no existe. Y por tanto, si no existe no se mide o recoge.
Como el trabajo de cuidados. ¿Se trata de una serie de relaciones emocionales recíprocas?
En general, no es que haya personas cuidadas y personas cuidadoras. Por supuesto que hay momentos en la vida, sobre todo el inicio y el final, donde las personas son muy dependientes de cuidados. Pero a lo largo de la vida todos somos interdependientes y requerimos cuidados: a veces más biológicos, a veces más emocionales. Todo esto que es fundamental directamente para la vida de las personas no se considera nunca.
¿Es posible medir este tipo de trabajo?
Del trabajo de cuidados sí que hay una parte que puede ser medible, pero hay una gran parte que son aspectos subjetivos, de relación, de emociones, de afecto... No todo tiene una traducción en números.
¿Por ello la economía feminista pide ampliar la visión?
Hay economías heterodoxas, críticas, llámalas más marxistas o más keynesianas que no son la economía dominante, que trabajan otros temas como la pobreza o la desigualdad de la renta, pero que se mantienen en los márgenes del mercado. La única economía que rompe los márgenes del mercado es la economía ecológica, que incorpora toda la naturaleza. Y, por otra parte, la economía feminista, que incorpora todos los trabajos que caen fuera del mercado. Esta es una visión mucho más realista.
Más allá del homo economicus racional.
Por supuesto. El objetivo del homo economicus es la obtención de beneficio. La economía está pensada para que funcionemos más rápido: más velocidad, más productivos, más dinero, más beneficios ¿no? Yo siempre digo que si yo voy a lavar los platos con mi hijo y aprovechamos para tener una buena conversación ¿qué quiere decir ser más productivo? El objetivo era la conversación, no era lavar los platos más rápido.
Hallarnos ante estas cuestiones menos cuantificables nos abre un problema claro a la hora de buscar formas de medición que sirvan para comprender estos aspectos de forma rigurosa. ¿Existen indicadores para este tipo de trabajo?
En una sociedad tan racional como la que tenemos todo lo que no se pueda convertir en número parece que no tuviera valor o rigor, lo cual es falso. Nosotros podemos tener algunos indicadores más cuantificables que son discutibles. Por ejemplo, las encuestas del uso del tiempo que nos dan el tiempo que dedicamos al hogar. Sin embargo, seguimos trabajando con números abstractos y vamos desplazando e intercambiando tiempos que no son iguales. Siempre digo que un indicador interesante, aunque más cualitativo, para comparar países sería interesante medir cómo el país cuida a su población. Nos daría elementos de más humanidad que el Producto Interior Bruto (PIB).
Indicador que usted califica de androcéntrico. ¿Por qué motivo?
Cuando hablamos de androcéntrico nos referimos a que están centrados en las actividades asignadas a la población masculina. El mundo del mercado laboral, del trabajo pagado, fue asignado a la población masculina. Y sigue siéndolo, porque el hecho de que las mujeres hayamos hecho un esfuerzo por integrarnos al mercado laboral no quiere decir que la población masculina y la sociedad en su conjunto lo tengan asimilado. Si nosotros tomamos indicadores del trabajo de mercado, los podemos llamar indicadores androcéntricos porque ilustran la actividad asignada por excelencia a los hombres.
En los planteamientos de la Economía Feminista, el binomio trabajo-tiempo tiene un papel fundamental. ¿Qué implica que las pautas socioculturales en la actualidad entiendan el tiempo en forma de horas de rentabilidad?
Este tiempo cuantificable se da a partir de la industrialización. Antes, en el área rural o campesina, no funcionaba así, funcionaba mucho más regido por los tiempos de la naturaleza. Cuando empieza la industrialización, empieza el tiempo reloj: “cronómetro”, “cuantificar”, “tiempo-dinero”, “el tiempo no se puede perder”, “el tiempo es oro”... etc.
¿Y se asocia el tiempo al beneficio económico?
Este tiempo, cada vez que la empresa puede, lo va exprimiendo más y saca de ahí un beneficio importante. Otro beneficio lo saca porque expolia el tiempo de las mujeres que trabajamos en casa, que en parte va a reproducir la fuerza de trabajo que después se va a la empresa a un precio muy barato. También hay un expolio de la naturaleza, porque la empresa no respeta los tiempos de reproducción de los recursos renovables. Esta economía capitalista está organizando y controlando los distintos tiempos.
¿Qué implicaría cambiar esta organización de los tiempos?
Primero que hay que cambiar las formas de producir, las formas de consumir, no hay que producir para el beneficio. No quiere decir que no vayas a obtener nada de beneficio porque tienes que vivir, pero has de obtenerlo respetando los tiempos de la naturaleza. Por tanto ya no podemos usar toda la energía que usamos. Y también hay que respetar los tiempos de cuidados. Los tiempos son un elemento clave hoy porque modificarlos ya es modificarlo toda una estructura desde la base.
Es decir, que el sistema capitalista interviene tanto en la esfera laboral, como en la pública y privada, por cuanto repercute en todos los tiempos.
Claro, es que yo incluso no diría que interviene, sino que es parte. La producción capitalista no podría vivir si no tuviera recursos naturales porque, en el fondo, y por eso los ecologistas no quieren usar la palabra producción, no producimos nada, lo único que hacemos es transformar la naturaleza, y en esa transformación destruimos. Con lo cual producir no producimos nada. Bienes, me refiero. Conocimiento o afecto vale, pero cosas tangibles no. Por tanto, sin recursos naturales la empresa no puede funcionar y sin fuerza de trabajo tampoco. Y la fuerza de trabajo se reproduce desde los hogares. Se trata de un sistema que utiliza la fuerza de trabajo y los recursos naturales para sus beneficios pero mantiene invisibles estos pilares para ocultar de dónde proceden las ganancias.
Comentaba que la economía ecológica es la única que, junto con la feminista, se sale de los márgenes del mercado. ¿Qué tienen en común y en qué se diferencian ambas perspectivas?
Rompen las fronteras e incorporan elementos que no pasan por el mercado. Elementos que no son cuantificables como los tiempos de cuidado, que no tienen precio ni queremos que lo tengan. En la economía ecológica los precios son políticos: el petróleo se mueve según se decide, en parte por el coste de extracción, porque el petróleo no se produce, está producido. Es decir, la empresa capitalista quiere ir cada vez más rápido pero los tiempos de la naturaleza son los que son. Tenemos muchos puntos en común y además somos los dos grandes fundamentos, los pilares del sistema capitalista. Por eso hablamos de la economía del Iceberg, son como los pilares ocultos, arriba aparece el mercado y el sistema financiero.
A pesar de ser los dos grandes pilares del sistema, no van de la mano...
Los puntos de desencuentro son, creo, la poca sensibilidad masculina todavía a todo lo que podríamos llamar la economía del cuidado. Yo creo que dentro de algún sector de la ecología ya está bastante asumido y sensibilizado pero hay sectores que normalmente todavía no lo consideran, lo consideran secundario, “primero es el planeta” y todas estas cosas. Y bueno, ahí estamos intentando los diálogos. Porque lo que está claro es que o nos ponemos todos de acuerdo los que estamos “contra”…
Los de abajo del iceberg.
Los de abajo del iceberg. Incluso todas estas nuevas formas, todo lo que son movimientos cooperativos o economía social y solidaria... Pero por ejemplo muchos de ellos no tienen en cuenta los tiempos de cuidado. Todo esto requiere debate, experiencias, y no son fáciles, ¿no?
Comenta que es muy complicado que un cambio de modelo se lleve a cabo desde las instituciones, porque estas no legislarían para autodestruirse. Pero también es complejo que la movilización ciudadana logre cambios profundos a largo plazo que vayan más allá de protestas puntuales que más tarde absorban y modifiquen las mismas instituciones. ¿Nos hallamos ante otro problema de compatibilizar distintos tiempos?
Yo creo que el tema es tan complejo... porque claro, se trata de cambiar el sistema. Creo que cada generación va haciendo lo que puede. Siempre pienso que tenemos que tener claro hacia dónde vamos y buscar pequeñas acciones que nos encaminen hacia allí. Sabiendo que el camino nunca se sabe cuál es, porque a veces los movimientos cogen unas dinámicas que no te esperas.
¿Cuáles serían los elementos necesarios para llevar a cabo estos pequeños pasos?
Una sociedad organizada. Si realmente tenemos asimilado e interiorizado lo que plantea la economía feminista, esto nos hará actuar ahí donde estemos de una manera diferente. En la facultad, por ejemplo, hemos conseguido alguna asignatura. O cuando damos clase, no es que metamos un capítulo sobre economía feminista, sino que intentamos darle otra perspectiva a la economía que vamos a dar. La institución educativa tiene también un papel fundamental. Si realmente podemos ir cambiando nuestra concepción del mundo, esto después aunque sea sin querer lo vas transmitiendo y esta es una labor importante.
¿Llegaremos a alguna parte a base de estos pequeños cambios?
La historia de la humanidad es muy complicada y el sistema que tenemos es muy poderoso. Por otra parte como está expoliando tanto la naturaleza está cavando su propia tumba, ¿no? No sé hasta dónde vamos a llegar o si llegará un momento en el que nos esclavicen a todos y sólo consuman unos pocos porque si no las energías no van a durar. Yo creo que tampoco nos tenemos que agobiar ni deprimirnos todos juntos.
¿A qué sistema deberíamos ir?
Yo creo que esto sí que es una tarea de todos y todas. Puedo plantear algunos principios: un sistema humano, que esté primero por la vida, que cuide a su población, que no plantee diferencias ni desigualdades por ninguno de los ejes que existen, sistema de reciprocidades, de afectos... ¿Cómo se organiza? Esto lo tenemos que ir viendo. Hay que ir haciendo y aprendiendo pero claro, con una serie de principios sobre la mesa.
Cristina Carrasco Bengoa es una economista catalana y chilena que ha investigado sobre el trabajo doméstico, el trabajo de las mujeres, la economía feminista i los indicadors económicos no androcéntricos. Ha coordinado el libro coeditado por VIENTO SUR Con voz propia. La economía feminista como apuesta teórica y política .




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