Enrique Calderón Alzati
La Jornada
Si bien en los planteamientos gubernamentales no se menciona de manera alguna que el objetivo real de la llamada
reforma educativasea la privatización de la educación pública, los indicios de que, en esencia, esto es lo que persigue el gobierno de Peña Nieto para consumar el mayor de sus engaños al pueblo de México, son más claros cada día; de manera particular, con los anuncios recientes que resaltan la gratuidad de la enseñanza y de los libros de texto.
A un segmento importante de la población mexicana la idea de que el
gobierno pretenda privatizar la educación le parece lejana y absurda,
sabiendo que varios millones de familias viven en condiciones de pobreza
que les impedirían pagar colegiatura alguna, además de representar una
política contraria a la de los anteriores gobiernos.
¿Cuáles son las razones para privatizar la educación y cuáles los
intereses que están en juego? ¿Hasta dónde podría llegar el proyecto
privatizador y cuál sería la suerte de los niños de las familias más
pobres? ¿Cuál sería el futuro del país que se construiría a partir de la
instrumentación de este proyecto? Para contestar estas preguntas he
preparado el artículo que ahora comparto con los lectores de La Jornada.
Comienzo dando una idea de las dimensiones del negocio que representa
la educación básica, constituida actualmente por algo más de 25
millones de estudiantes, cuyo costo anual promedio para el gobierno
fuese de 12 mil pesos por estudiante a costos actuales. Ello significa
300 mil millones de pesos por año. Esto implica que las dimensiones del
mercado educativo permitirían en unos cuantos años generar fortunas de
grandes dimensiones para unos cuantos empresarios amigos de los
funcionarios en turno, y desde luego también para éstos, dados los
niveles de corrupción.
Existen, sin duda, escuelas privadas de alta calidad; sin embargo, la
mayoría presentan resultados similares o más pobres que los de las
públicas (según resultados de Enlace 2008 a 2014), bien sea por
carencias de recursos o por el afán de lucro de sus dueños. Pero el
modelo en que están pensando los empresarios, deseosos de invertir en
educación es diferente: la creación de
franquicias educativas, cadenas formadas por centenas o millares de escuelas que funcionen compartiendo una marca y un emblema en el que la
calidad educativa, tan en boca entre las autoridades actuales, pueda ser fabricada y
atornilladaen el cerebro de los padres de familia con mensajes televisivos adecuados, lo que desde luego explica el interés en la
educación de calidadde Televisa y de Mexicanos Primero.
La generación de franquicias alternas, con costos diferenciados para
las familias de diferentes niveles económicos, constituye hoy una
experiencia real, lograda por el Tecnológico de Monterrey (ITESM) con
sus diversos campus y su proyecto alternativo denominado Tec Milenio,
así como la experiencia de la empresa asiática, dueña de la Universidad
del Valle de México, con sus programas diferenciados para distintos
niveles socioeconómicos. Todo sería así, cuestión de creatividad,
mercadotecnia e inversión.
Por otra parte, los apoyos de la OCDE, el banco Mundial y el FMI al
Presidente, por sus reformas estructurales, nos indican que esos
organismos ligados a los grandes capitales financieros, también están
interesados en el mercado educativo mexicano. ¿Cuál es la razón de estos
intereses internacionales? Para encontrar la respuesta debemos
ubicarnos en el fin de la Segunda Guerra Mundial, a partir del cual el
capital estadunidense y de grupos financieros europeos obtuvieron
enormes ganancias mediante financiar la reconstrucción de Europa y Japón
(la metáfora de Rico McPato, nadando en una piscina de dinero, era
falsa; el capital requiere ser invertido para crecer). El financiamiento
de los grandes proyectos gubernamentales ayudó sin duda al desarrollo
de nuestro país, constituyendo también sólidas utilidades para los
diversos grupos financieros durante décadas.
Sin embargo, los avances tecnológicos de la informática y las
comunicaciones digitales han permitido un crecimiento acelerado de las
operaciones bancarias, haciendo posible el manejo de enormes volúmenes
de créditos, que al ser colocados en los mercados de servicios y consumo
de particulares, han incrementado las utilidades del sistema bancario
en su conjunto. De esta manera, el sistema financiero puede triplicar o
cuadruplicar sus ingresos, otorgando créditos personales para la
educación, en comparación con esos mismos volúmenes de crédito otorgados
al gobierno.
Por esta razón, los capitales financieros han destinado una parte
importante de sus recursos a financiar la compra de automóviles,
reduciendo a corto plazo las necesidades de los grandes proyectos de
transporte púbico. ¿Cuál era el porcentaje de familias que podían tener
un automóvil en 1960? Pareciera que hemos avanzado mucho, pero lo que ha
sucedido es que hemos construido ciudades donde transportarse es más un
dolor de cabeza que una solución inteligente, generando grandes
utilidades para los bancos, las aseguradoras y sus dueños, acompañados
de graves problemas de tráfico, contaminación y enfermedades para la
población.
Un elemento decisivo para el éxito de estos negocios es la debilidad
humana: además de buscar una solución al problema del transporte, vemos
en los automóviles un medio para obtener estatus social. Me atrevo a
afirmar que lo que se pretenderá vender mediante el negocio de la
educación privada será igual, más estatus que conocimientos y
competencias para los hijos, deformando la educación y la permeabilidad
social.
Finalmente, para quienes dirigen el gobierno la privatización masiva
de la educación les representaría una gran ventaja: la población a
atender sería significativamente menor y además podría ser objeto de
adiestramientos básicos y conocimientos mínimos, asegurándoles el
control de esa población mediante un esquema clientelar de carácter
nacional, ni más ni menos que la piedra angular con la que han soñado
varios grupos de poder, la utopía del Mundo Feliz imaginada por Aldous
Huxley, hace más de 80 años.
Esta es una de las razones y la dimensión de la lucha actual del
magisterio disidente que se niega a aceptar la reforma y el modelo
educativo que el gobierno y sus asociados pretenden imponernos de manera
autoritaria, con el apoyo de los más oscuros intereses. Por ello el
soporte de la sociedad toda a los maestros es fundamental. Debemos
impedir la instrumentación de esta política.
Sólo hay algo a lo que los hombres con cargos públicos temen más que la educación de sus súbditos...Arturo Pérez Reverte, Hombres buenos.
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