3/25/2017

Canadá, el paraíso... desigual para las mujeres


Canadá, 21 mar. 17. AmecoPress.- Cuando el actual primer ministro canadiense, Justin Trudeau, fue preguntado por las razones que lo habían llevado a formar el primer gabinete paritario de la historia del país, respondió de forma tajante: "Porque estamos en 2015". Aquella frase concisa y lúcida inauguraba un nuevo tiempo en el devenir del segundo país más extenso del planeta, que este año celebra el 150 aniversario de su fundación, y revelaba un nuevo estilo en la forma de hacer política. Ese Ejecutivo, en cuyas filas hay un aborigen, un refugiado somalí, un miembro de la minoría sij o una refugiada musulmana de origen afgano, refleja bien la alabada multiculturalidad canadiense. "Mi gabinete se parece a Canadá", afirmó el presidente el día de su presentación.

Justin, hijo del fallecido Pierre Trudeau (primer ministro de Canadá entre 1968 y 1984 y seguramente el político canadiense más influyente del siglo XX), de 45 años, casado y padre de tres hijos, se declara defensor de los derechos de las minorías y del aborto, progresista, integrador, tolerante, multicultural y feminista. "No hay que tener miedo de la palabra feminista. Los hombres y las mujeres deben utilizarla para describirse a sí mismos en cualquier momento". Estas declaraciones, realizadas durante una sesión sobre el progreso hacia la paridad en el Foro Económico Mundial de Davos, retumbaron en un auditorio poco acostumbrado a manifestaciones tan audaces. "Debemos criar hijos feministas", remató.

Canadá está de moda porque su primer ministro representa la antítesis del discurso xenófobo, machista y supremacista de Donald Trump, su homólogo vecino del sur, y más de un estadounidense lo contempla como probable destino de un ’exilio’ autoimpuesto. Trudeau encarna a la perfección esa imagen estereotipada de país con fama de tolerante, abierto, generoso, inclusivo y discreto, quizá el menos escandaloso entre las grandes potencias. Es el resultado de una sociedad multicultural que se ha ido moldeando durante décadas por grandes oleadas de inmigrantes y sus descendientes.

Uno de cada cinco ciudadanos canadienses ha nacido fuera del país, un 20,7% de los cerca de 35 millones que habitan en un gigantesco territorio casi 20 veces mayor que España y profundamente desvertebrado. Además, existe un factor que incide en su heterogénea radiografía y que ilustra su compleja composición étnica y cultural: las poblaciones aborígenes. Hay más de 600 comunidades registradas.

Aunque Trudeau insiste en que la igualdad de género es una de sus prioridades, la situación de la mujer en Canadá ofrece inquietantes desajustes. El país ocupa el puesto 25 en el último ’Índice de igualdad de género de Naciones Unidas’.

En 1995 se situaba en el primer lugar. ¿A qué se debe esta debacle? Ann Decter, directora de defensa y políticas públicas de YWCA, una organización que trabaja en proyectos de seguridad personal, económica y de bienestar de la mujer, señala que han tenido "unos gobiernos federales que desde los años 90 no han generado políticas de apoyo a las mujeres en diversos ámbitos".


Aunque Justin Trudeau insiste en que es una de sus prioridades, el país ocupa el puesto 25 en el último ’Índice de Igualdad de Género de Naciones Unidas’

El informe de Naciones Unidas es demoledor: "Canadá no respeta, protege y cumple los derechos sociales y económicos de mujeres y niñas". No es el único: el último ’Informe Global de la Brecha de Género elaborado por el Foro Económico Mundial’ sitúa al país en el puesto 35, tras descender cinco puestos en el último año. Este indicador anual mide el tamaño de dicha desigualdad en la participación de la mujer en la economía y el mundo laboral cualificado, en política, acceso a la educación y esperanza de vida.


Anne Kothawala, presidenta de la poderosa Asociación de distribuidores de tiendas de cercanía de Canadá, cree que el país "está haciendo actualmente grandes progresos para alcanzar la igualdad hombre-mujer", pero reconoce también que factores como la "educación, la maternidad o la independencia económica" son lastres en el camino. En este sentido Ann Decter aporta un elemento que es una constante en cualquier análisis de género en Canadá: "El acceso a la educación varía entre los grupos raciales, afectando negativamente a las mujeres de color y a las indígenas".

Gabriela González, hija de inmigrantes cubanos y exasesora de comunicaciones y operaciones del Ministerio de Economía y Desarrollo de Ontario, considera que las capas de multiculturalidad inciden decisivamente en este problema. Dicha distorsión es especialmente visible en la violencia de género. Canada Women’s Foundation denuncia que la mitad de las canadienses ha sufrido al menos un incidente de violencia física o sexual después de los 16 años. Aproximadamente cada seis días una mujer es asesinada por su pareja. Estas estadísticas adquieren tintes todavía más siniestros si se enfocan en las mujeres aborígenes.

Tanya Talaga, periodista del diario ’Toronto Star’ especializada en las comunidades indígenas, subraya que "las aborígenes sufren uno de los índices más altos de suicidios del mundo, violencia sexual y sobrerrepresentación en cárceles". Estas cifras reflejan, según la expresidenta de la Asociación de mujeres nativas de Canadá Beverly Jacobs, "los efectos retardados de la colonización y el sometimiento". No es lo peor: un informe de la policía del país señala que entre 1980 y 2012 se registraron 1.181 asesinatos o desapariciones de mujeres y niñas pertenecientes a estas comunidades, sin que se tenga todavía un relato claro de lo que sucede.


La violencia de género afecta con distinta intensidad a todas las capas de la población femenina canadiense. La diputada de Calgary Michelle Rempel publicó el año pasado una carta en la que denunciaba las situaciones de "sexismo diario". 

"Debo convivir con el epíteto zorra cuando no cumplo automáticamente con la petición de alguien", escribía. Su denuncia provocó una cascada de testimonios de otras políticas que compartieron historias similares de acoso verbal.


Pese a ello, la influencia femenina en la vida política canadiense es una evidencia. A la paridad en el gabinete de Trudeau se une el hecho de que 88 mujeres fueron elegidas para la Cámara de los Comunes en 2015, la cifra más alta de la historia. Y Christy Clark, Rachel Notley y Kathleen Wynne son primeras ministras respectivamente de British Columbia, Alberta y Ontario, tres de las provincias más poderosas y pobladas de un país con una amplia descentralización. Wynne además es la primera política que ha reconocido abiertamente su homosexualidad, normalizando una situación que ya no es motivo de debate en el país.

Las canadienses disfrutan de un generoso permiso de maternidad que alcanza los 12 meses, en la mayoría de las casos remunerados. "Muchas cosas han cambiado en las últimas dos o tres décadas. Hoy, las mujeres constituyen la mitad de la fuerza de trabajo y se gradúan en la universidad más que los hombres", sostiene la periodista Marina Jiménez, de padre español.

La nueva realidad en los campus no se ha traducido, sin embargo, en una transformación del mercado laboral, que sigue teniendo una marcada influencia masculina. "Esto tiene que ver con los diferentes ámbitos de poder y privilegio que todavía permanecen en función del origen de la mujer", señala la abogada de origen colombiano Paola Gómez, reconocida activista en favor de los derechos humanos.

Únicamente tres de los cien CEOs más importantes del país son mujeres y la brecha salarial en el mercado laboral marca barreras todavía insalvables: ganan un 28% menos que los hombres. Tanya Van Biesen, responsable máxima de Catalyst, una organización sin ánimo de lucro que promueve el progreso de ellas a través de su inclusión en el ámbito laboral, prefiere destacar que la representación de las mujeres en los consejos de las cien empresas mayores ha crecido del 15% al 25% entre 2011 y 2016. "Las compañías canadienses están comprobando las ventajas de tener a mujeres en cargos ejecutivos", señala.
Foto: Archivo AmecoPress.

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