CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El pasado miércoles 15, un amplio grupo de ciudadanos libres de México y Estados Unidos acompañamos a Andrés Manuel López Obrador en la entrega de una petición a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que denuncia el carácter racista y violatorio de derechos humanos de las “órdenes ejecutivas” emitidas por Donald Trump el pasado 25 de enero. También solicitamos que la CIDH emita inmediatamente medidas cautelares para docenas de casos específicos de migrantes que hoy se encuentran bajo riesgo inminente de perder su libertad, su seguridad y su patrimonio por las acciones antimigrantes del gobierno estadunidense.
Las órdenes ejecutivas
mandatan la construcción de un muro fronterizo y abren la puerta para la
expulsión masiva e indiscriminada de migrantes indocumentados. Estas
acciones de Trump son el equivalente a una declaración de guerra en
contra de México y los mexicanos. De la noche a la mañana, todos los
mexicanos de ambos lados del río Bravo se han convertido en personas
sospechosas e indeseables por el simple hecho de haber nacido en este
país.
La condición de estar indocumentado en un país extranjero de
ninguna manera cancela la vigencia de los derechos humanos. Tal como el
abogado redactor de la denuncia, Netzaí Sandoval, explica en la
petición, las autoridades de Estados Unidos están obligadas por la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre de 1948 a
respetar los derechos fundamentales como la presunción de inocencia, el
debido proceso, el derecho al asilo y las protecciones especiales para
los niños, entre otros.
Las naciones tienen el derecho a regular
sus fronteras, pero una vez que alguien se encuentra dentro del
territorio nacional, no deben permitirse detenciones generalizadas y
arbitrarias basadas en la simple sospecha de que alguno de los
capturados pudiera carecer de documentos migratorios en regla. Este tipo
de redadas son particularmente graves cuando están dirigidas
intencionalmente en contra de un grupo étnico, racial o nacional, como
es el caso actual con los mexicanos.
Y aun cuando las autoridades
hayan identificado claramente a una persona indocumentada, todavía hace
falta que un juez que goce de autonomía e independencia autorice la
reclusión y, en su caso, la expulsión. Ello es particularmente
importante en los casos en que se pudiera poner en peligro la vida de la
persona deportada o si la deportación pudiera afectar gravemente los
derechos de los familiares de la persona procesada, como los niños, por
ejemplo.
La misma CIDH ya se ha pronunciado respecto del carácter
violatorio de los derechos humanos de las órdenes ejecutivas de Trump.
En un comunicado de prensa del pasado 1 de febrero, la comisión expresó
que “la aplicación de estas órdenes ejecutivas pone a migrantes y
refugiados en grave riesgo de violación de sus derechos a la no
discriminación, la libertad personal, el debido proceso, la protección
judicial, la protección especial de las familias y los niños, el derecho
a solicitar y recibir asilo, el principio de no devolución, la
prohibición de tratos crueles, inhumanos y degradantes, la libertad de
circulación, entre otros. En particular, a la comisión le preocupa el
grave riesgo en el que estas órdenes dejan a los niños y niñas no
acompañadas, familias y mujeres que puedan ser devueltas a los países de
los cuales huyeron, donde su vida e integridad estaban amenazadas”
(véase oas.org/es/cidh/prensa/comunicados/2017/008.asp).
Frente a
esta situación, el gobierno de Enrique Peña Nieto no ha tomado ninguna
acción más allá de pronunciar un par de discursos vacíos, “dar la
bienvenida” personalmente a un grupo de deportados en el Aeropuerto
Internacional de la Ciudad de México, y anunciar que los consulados
ahora sí prestarán el apoyo a los migrantes mexicanos que tendrían que
haber estado dando desde el principio.
Como Estado parte de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU), México podría presentar una
querella formal a este organismo, pero por alguna extraña razón a Luis
Videgaray le ha temblado la mano. En contraste, López Obrador ha
anunciado que llevará el caso formalmente a la ONU desde el inicio de su
eventual mandato presidencial en 2018.
Si cualquier otro país del
mundo tomara acciones similares a las de Trump en contra de los
ciudadanos de Estados Unidos, el gobierno de aquella nación sería el
primero en impugnar estas acciones discriminatorias en todas las
instancias y los tribunales internacionales posibles. Y si un gobierno
distanciado de Washington, como Cuba, Venezuela o Rusia, aprobara
“acciones ejecutivas” similares a las de Trump, la comunidad
internacional inmediatamente las condenaría como ejemplos de un
autoritarismo imperdonable.
Pero Peña Nieto prefiere mantenerse
calladito en espera de que su actitud servil pudiera generar alguna
recompensa económica o política para él, sus amigos o sus cómplices en
el corto plazo, así como impunidad y protección después de que salga de
Los Pinos en diciembre de 2018.
Frente al total abandono del
gobierno de Peña Nieto de sus responsabilidades públicas e
internacionales, los ciudadanos tenemos la obligación moral e histórica
de actuar. Ya más de 12 mil ciudadanos se han sumado a esta acción
ciudadana convocada por López Obrador (véase: http://ow.ly/K0rx309ZbDz).
Asimismo, se han adherido docenas de distinguidos abogados, activistas y
escritores de Estados Unidos y México, incluyendo Nestora Salgado,
Elena Poniatowska, Greg Grandin, Alejandro Solalinde, Genaro Góngora,
Miguel Tinker-Salas, Enrique Dussel, Epigmenio Ibarra, Mark Weisbrot,
José Luis Caballero y Manuel Becerra, entre muchos otros.
En lugar
de interrumpir los discursos y agredir injustamente al tabasqueño, los
ciudadanos libres deberíamos acompañarlo y respaldarlo como una parte
esencial de nuestra lucha común a favor de la justicia, la paz y la
democracia. Sólo unidos y organizados tendremos alguna posibilidad tanto
de determinar el paradero de los 43 estudiantes de Ayotzinapa como de
generar un nuevo régimen donde no haya ni un solo desaparecido más.
El
triunfo sólo será posible si sabemos identificar bien a nuestros
adversarios. Hagamos votos para que los luchadores sociales de buena fe
no vuelvan a caer en las trampas y las provocaciones del poder. E
insistamos en que López Obrador cada día cumpla con mayor firmeza con su
compromiso público de defender enérgicamente los derechos humanos de
todos los mexicanos dentro y fuera del territorio nacional. l
www.johnackerman.blogspot.com
Twitter: @JohnMAckerman
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