Cárteles
terroristas
Coartada para EU
Marcha femenina y violencia
Enojo ante sordera institucional
En un escenario
económico de previsible ruta hacia una recesión técnica, con
descontrolados conflictos en su partido (Morena) y una obcecada búsqueda
opositora de puntos débiles de su gobierno que sean políticamente
explotables, Andrés Manuel López Obrador tiene frente a sí, ya a punto
de cumplir un año formal como Presidente de la República, un reto
verdaderamente emponzoñado, pues la crisis derivada de la liberación y
captura de uno de los hijos de El Chapo Guzmán, potenciada por el
asesinato de niños y mujeres de una comunidad mormona de Chihuahua, ha
devenido en el riesgo de que Estados Unidos utilice a los salvajes
cárteles mexicanos como coartada para el amago o el cumplimiento de
avanzadas militares gringas contra los narcotraficantes sureños
catalogados oportunamente como grupos
terroristas.
La clasificación no es ocurrencia o liviandad. A la Casa Blanca y al
Pentágono les cae de perlas la propuesta de familias mormonas (entre
ellas, la de los LeBarón) de que se tipifique como amenaza a la
seguridad nacional estadunidense la operación de los mencionados
cárteles. Ello daría el pretexto para intentar acciones unilaterales
(difícilmente, casi imposible que fueran por acuerdo con el obradorismo)
como las que Washington realiza en diversas partes del mundo, siempre
mediante la invocación de los
valoresde la
América libreque se siente con derecho a intervenir donde le place y donde sus intereses están en riesgo o, lo contrario, están en vías de obtener grandes ganancias.
La protesta de los LeBarón, luego de una tragedia sin atenuantes, ha
generado también la reactivación del poeta Javier Sicilia, activista
luego del asesinato de su hijo Juan Francisco, junto a seis personas
más, en marzo de 2011 en Cuernavaca, que luego había entrado en receso.
Ahora planea una caravana de la capital de Morelos a la del país, tal
vez en enero, a la que se sumarían varios activistas como Julián
LeBarón, personaje ligado años atrás a las prácticas doctrinales de una
organización representada en México por Emiliano Salinas Occelli, cuyos
principales líderes han sido encarcelados en Estados Unidos.
Tal como era absolutamente previsible, hubo actos agresivos en el
contexto de la marcha femenina de ayer. En especial, grupos de
encapuchadas realizaron pintas y destrozos que, a la hora de cerrar la
presente columna, habían ganado la atención mediática, por encima del
tema en sí de esas manifestaciones, que fue el de erradicar la violencia
contra las mujeres.
Con oportunidad política, en días y horas previas a la protesta que
se preveía ríspida, diversos políticos ofrendaron a los medios de
comunicación discursos, planes, alertas de género y otras fórmulas de
fallida disuasión, que desde la institucionalidad pretendían mostrar al
respetable público que las encendidas demandas de las mujeres han sido
atendidas y que no tendría motivo el desahogo violento.
Sin embargo, en franjas radicalizadas, pero también en otras que lo
son menos, se ha asentado la convicción de que el grave problema de
agresiones contra las mujeres requiere acciones públicas de calado
relativamente parecido. Ante la sordera y la parálisis institucional
entra en juego una suerte de reivindicación desesperada de los actos
llamativos, violentos: si sólo de esa manera han de ser escuchadas las
mujeres y sus demandas atendidas, entonces el empuje de protesta sería
válido, conforme a esos razonamientos. Capítulo aparte, desde luego,
tendrían los clásicos grupos de provocación o de orientación política
poco clara.
Y, mientras fueron liberados (previo pago de rescate) el actor
mexicano Alejandro Sandí y el empresario francés Frederic Michel, luego
de haber sido secuestrados (viajaban por separado en sus camionetas) en
el Nevado de Toluca, ¡hasta mañana, con el Instituto Nacional Electoral
en plena faena de reacomodos presupuestales contra su voluntad!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero
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