En cuanto a caracteres
físicos, el estudio de la herencia corresponde a las ciencias naturales.
Como traspaso a los descendientes de la propiedad de bienes materiales,
la herencia es una creación de la sociedad de clases y es objeto de
estudio para una rama del derecho. El legado cultural, que incluye lo
ético, lo moral, lo político y todo cuanto se relaciona con las ideas,
es elemento transversal en las ciencias sociales. Las ideas no tienen
como límite las fronteras, y los signos, como el referente que en ellos
toma forma, no están necesariamente asociados al genotipo o al fenotipo.
Las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, asesinadas por
la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo, constituyen un signo de la
lucha por la libertad, el repudio a la corrupción, la condena al
autoritarismo y el reclamo de respeto a la dignidad humana.
El
25 de noviembre, aniversario del horrible hecho, fue declarado Día
Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Se
entiende que el referente no tiene frontera.
Desde República
Dominicana, cuna de estas mártires, se torna necesario reconocer este
signo, asumirlo como parte de una herencia que nos pertenece como pueblo
y como parte de un grupo de hombres y mujeres que, en cualquier parte
del mundo, exigen que sea respetado su derecho de vivir en paz y en
libertad.
Las Mirabal fueron asesinadas por su tenaz oposición a
la dictadura de Trujillo. Figuraron entre las personas a quienes
Trujillo y sus servidores consideraron enemigas del régimen. Y fueron
asesinadas también por ser mujeres. La de mayor formación política entre
ellas, Minerva Mirabal, fue pretendida por el dictador.
Hoy,
cuando la clase dominante garantiza la impunidad del saqueo al Estado
silenciando voces, usando eufemismos y auspiciando pactos de
encubrimiento, es preciso presentar ante las nuevas generaciones el
ejemplo de las Mirabal y la fuerza de los principios que guiaron una
lucha a la cual es deber de conciencia dar continuidad.
La lucha contra la corrupción adquiere en muchos casos fuerza y autenticidad tomando nombre de mujer.
En la lucha contra la violencia de género, las hermanas Mirabal
constituyen también un símbolo. El problema no está definido solo por
una cifra, pero un país donde, en un período de dos años son asesinadas
por exmaridos y maridos alrededor de 500 mujeres en poco más de dos
años, la presencia de la violencia de género adquiere un nivel altamente
preocupante.
Un país donde el hecho de que un grupo de
oficiales policiales convierta en oportunidad para tener relaciones
sexuales con menores de quince años un programa de acercamiento de la
Policía a la comunidad (algo que en sí mismo es improcedente, porque la
Policía sigue siendo, además de una institución muy corrupta, un ente de
violencia), el reconocimiento de la mujer como ser humano por derecho
propio, es reclamo inaplazable.
Es mucho más escandaloso el
hecho si se toma en cuenta que por el escándalo que estalló a mediado
del presente año solo los oficiales directamente acusados están siendo
procesados. ¿No consideran, acaso, el Ministerio de Interior y Policía y
la propia Presidencia de la República que es preciso establecer
responsabilidades al más alto nivel y reeducar en todos los estratos?
La insumisión y la firme asunción de los principios son indispensables
hoy, y se identifican sin esfuerzo en las hermanas Mirabal.
La
eliminación de la violencia contra la mujer es una meta irrenunciable y
es requisito para alcanzarla combatir todas las formas de violencia de
género.
Una mujer no es un ente a domesticar, sino un ser
humano, y, como tal, tiene capacidad de decisión y ha de ser respetada
en cada etapa de su vida. Es indignante que, 24 años después de la
Conferencia de Beijing y 106 años después de la primera conmemoración
del Día Internacional de la Mujer, sea necesario reiterar una afirmación
de tan evidente veracidad. Pero dado que en América Latina en general y
en República Dominicana en particular el matrimonio entre niñas y
hombres con edad para ser abuelos es tan fácilmente validado por las
instituciones oficiales, hay que repetir que la domesticación de gente,
además de que constituye un anacronismo, es injusta e inaceptable.
El ejemplo
Las Mirabal son un innegable precedente y más aún, un ejemplo. En su
memoria, es preciso compartir con las nuevas generaciones reflexiones
que habrán de marcar su accionar como entes de cambio y protagonistas en
la indispensable transformación, en el desmonte de la sociedad de
clases.
Un sistema político incapaz de renovarse, de sacudirse
el lodo y de desentrañar la corrupción sembrada en él, no puede imponer
el rumbo a toda una sociedad.
No por viejos el despojo de los
bienes del pueblo y la violencia contra los grupos desposeídos pueden
ser tolerados y menos aceptados en mayor o en menor medida.
En
República Dominicana y en el resto del mundo, la conmemoración del 25 de
noviembre debe mover a la reflexión abonando una inquietud inherente a
la toma de conciencia: ¿Con qué derecho se atenta contra el avance
político? ¿Con qué derecho los grupos más recalcitrantes insisten en
exigir a las mujeres obediencia a toda prueba como condición para
preservar su integridad?
Es deber de conciencia integrarse a la
lucha por una sociedad más justa, que garantice a las mujeres el
derecho a existir y a ser rebeldes… La rebeldía es necesaria, y ante la
urgencia que adquieren las mejores causas, sencillamente imprescindible…
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