La Organización Internacional
del Trabajo (OIT) llegó a su primer centenario de existencia y con ese
motivo en su sede, de Ginebra, Suiza, en mayo pasado, se adoptó un
convenio cuya finalidad es combatir y erradicar la violencia y el acoso
existente en el mundo del trabajo, y de igual forma una declaración que
sienta las bases para forjar un futuro laboral centrado en el beneficio
del ser humano. La meta es que el mundo laboral construya un ambiente
permanente de apoyo al trabajador o trabajadora y vea porque sus
condiciones laborales sean dignas.
La OIT llega a esta fecha en un mundo de trabajo totalmente distinto
al que motivó su surgimiento, derivado de los cambios radicales que éste
ha sufrido, las innovaciones tecnológicas, el crecimiento demográfico,
las afectaciones medioambientales y el cambio climático, lo mismo que,
en medida más eminente, la globalización y las profundas desigualdades
existentes, que permanentemente han acarreado perjuicios para las
trabajadoras y trabajadores. Todas estas condiciones tienen
consecuencias directas en el desarrollo económico de las sociedades y
por lo mismo en el destino y condiciones de las personas que laboran y,
principalmente, en su dignidad como individuos.
En este sentido, resulta determinante que el Estado mexicano y
nosotros como legisladores desde nuestra palestra parlamentaria,
actuemos en lo inmediato para construir los instrumentos necesarios que
permitan aprovechar de mejor forma las oportunidades y beneficios que
surgen en el contexto actual. Se trata de afrontar la problemática y los
retos que puedan emanar de estas nuevas situaciones, y todo con un
objetivo: establecer un futuro del trabajo basado en la justicia, la
igualdad, la inclusión y la seguridad, de tal forma que todo ello derive
en un trabajo decente y productivo.
El futuro del trabajo, como noción no académica sino totalmente
social, debe ser visto como un factor fundamental para generar un
desarrollo sostenible e integral, que reduzca en definitiva la pobreza y
garantice de forma real a todas las personas trabajadoras condiciones
de crecimiento e igualdad económica en sus actividades laborales, sin
distinciones de sexo.
Es una necesidad que el Estado mexicano siga avanzando de forma
conjunta con la OIT para consolidar los fines y aspiraciones de la
Constitución federal de nuestro país y de los documentos de dicho
organismo internacional, entre los cuales se encuentra principalmente el
objetivo de lograr la justicia social, no como meta a largo plazo, sino
para alcanzarse en el futuro inmediato.
Esto implica que el futuro del trabajo se debe enfocar en las
personas, esto es, en sus derechos humanos laborales, y en solventar sus
necesidades elementales, ya que sin duda en la actualidad uno de los
principales retos es asegurar una transición justa a un futuro de
trabajo que contemple el desarrollo integral de las personas que
trabajan.
No está de más señalar que es menester analizar en su totalidad y
adecuadamente los avances tecnológicos y científicos con el propósito de
incrementar la productividad de los proyectos de vida de las personas
que laboran.
Otros retos que el futuro del trabajo nos presenta, los cuales
deberán ser atendidos de forma correcta y eficaz, son los siguientes:
Uno. Integrar de forma efectiva a los jóvenes en el mundo del trabajo.
Dos. Crear instrumentos y medios necesarios que posibiliten a las
trabajadoras y a los trabajadores tener las oportunidades de laborar en
condiciones buenas, productivas y saludables hasta su jubilación y
permitir con ello un envejecimiento activo.
Tres. Garantizar los derechos humanos laborales de las personas
trabajadoras como factores esenciales para alcanzar un pleno desarrollo
integral sostenible e inclusivo, lo cual implica observar el
cumplimiento de la libertad de asociación sindical, así como el
reconocimiento efectivo del derecho de negociación colectiva, en tanto
que son derechos sustanciales.
En tal sentido, se debe propiciar la igualdad de género en los
centros de trabajo, estableciendo mecanismos de supervisión con los
cuales se evalúen los progresos alcanzados, ya que la finalidad es
reducir la brecha laboral entre hombres y mujeres, que tanto afectan el
crecimiento laboral colectivo.
Nuestro quehacer legislativo, dije en el foro organizado esta semana
en el Senado de la República para conmemorar los 100 años de la OIT,
debe enfocarse en elaborar normas bajo la perspectiva de derechos
humanos, como lo establecen el artículo 1º de la Constitución federal
que nos rige y los tratados internacionales que forman parte de nuestro
bloque de constitucionalidad.
De igual forma, se debe tomar como parámetro el trabajo decente, ya
que este resulta clave para el desarrollo sustentable e integral de las
personas en su proyecto de vida, pues está orientado a reducir la
desigualdad de ingresos y erradicar los salarios precarios y, con ello,
la pobreza.
México debe entrar a la dinámica internacional dispuesta por la OIT
en cuanto a favorecer las condiciones económicas y sociales de los
trabajadores, a través de la protección efectiva de sus derechos
laborales, ya que sólo así se podrá asegurar un crecimiento económico
equitativo y proporcional.
Los documentos recientemente emitidos por la OIT refuerzan la idea de
promover los beneficios que trae consigo la transformación del mundo
del trabajo, en todos sus aspectos, tanto sociales como económicos e
institucionales, ya que por esa vía se posibilita a las personas que
trabajan un desarrollo sustentable, integral e inclusivo y se refuerza
su lucha por la justicia social y la defensa de sus derechos e
intereses.
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