“¿Están convocando a una
guerra cristera?” pregunta un periodista a Juan Dabdoub, líder de Con
Familia y ex vocero del Frente Nacional por la Familia. La respuesta a
tal cuestionamiento es una carcajada del líder conservador, armonizada
con la de quienes comparte mesa… y también causa. “Nadie ha hablado de
religión… hasta el momento –abreva Dabdoub– esta es una institución
ciudadana”.
La escena descrita fue parte de la presentación de la coalición Sumas
(Suma de Actores Sociales) a inicios de noviembre del año pasado. En
dicho acto, líderes de siete organizaciones cívico-religiosas, entre las
cuales se encontraron la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano,
Cruzada por la Familia y Con Familia, anunciaron la creación de una gran
coalición nacional en defensa de
la vida, la familia y la libertad.
La creación de Sumas fue uno de los mecanismos de respuesta de grupos
ultraconservadores –evangélicos y católicos– a lo que han considerado un
desafío presentado por el gobierno entrante, que ha declarado, según
los militantes religiosos, una guerra a la sociedad y a las familias
mexicanas al promover una agenda legislativa progresista a escala
nacional con la despenalización del aborto, la prohibición de terapias
de orientación sexual, la democratización de la familia, la eutanasia y
la aprobación de derechos sexuales.
La coalición, integrada supuestamente por más de 700 organizaciones en todo el país, se declaró también
en guerraante el avance de las propuestas
antifamiliay amenazó con acciones de resistencia civil y manifestaciones públicas –como las de la
Ola Celesterealizada un par de semanas antes de su presentación pública– en caso de que el nuevo gobierno mantuviera su agenda legislativa de reconocimiento de la diversidad sexual y la libre decisión sobre el propio cuerpo. Al finalizar el acto, la organización invitó
a toda persona que esté de acuerdo con nuestros valores mexicanos profundosa integrarse al movimiento, para construir así un sólido frente opositor a las políticas del gobierno lopezobradorista.
Sumas es una de las coaliciones y redes de trabajo provida que desde
principios de siglo han proliferado en América Latina con el fin de
cuestionar y dar reversa a todas las políticas de reconocimiento de la
diversidad sexual, impulsadas generalmente por gobiernos de izquierdas.
Es también heredera de las múltiples expresiones reaccionarias de
fundamentalismo cristiano que han asolado las propuestas
democratizadoras en América Latina desde hace varias décadas. La
actividad y permanencia de tales grupos ha sido fortalecida por el
financiamiento diversificado que han recibido de grandes empresarios de
derecha y de organizaciones conservadoras de Estados Unidos, como Human
Life International o el International Republican Institute.
La peculiaridad de este tipo de coaliciones fundamentalistas reside
en que, pasando por alto polémicas confesionales, evangélicos y
católicos se han articulado para hacer frente a lo que sus líderes
denominan el lobby gay y la ideología de género (expresiones de un supuesto
marxismo culturalvagamente definido) naturalmente enemigos de la civilización. De fondo, su principal temor radica en que la realización de grandes cambios sociales pueda atentar contra un orden eterno fundado en la familia tradicional, la sumisión de la mujer y la propiedad privada. Para estos grupos, existe una
élite mundial que busca imponer una cultura de la muerte expresada en el derecho al aborto, la cual ha resultado alentada por el fortalecimiento de los movimientos feministas y de la diversidad sexual a lo largo de la región. En consecuencia, los grupos provida han incrementado su presión hacia los gobiernos, alcanzado un éxito considerable al lograr echar atrás reformas de avanzada en materia de derechos sexuales y reproductivos en países como Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Chile.
En su lucha contra toda agenda socializante, los conservadores
religiosos han tejido alianzas con otras expresiones temerosas de
grandes cambios redistributivos, como sectores de clase media
tradicional u organizaciones patronales de derechas, con quienes han
construido coaliciones de oposición cuyas estrategias van desde minar la
institucionalidad de gobiernos establecidos democráticamente o disputar
de forma abierta el poder político, a arropar políticas golpistas. La
experiencia latinoamericana reciente es bastante ilustrativa al
respecto.
A un año de distancia, hemos visto cómo las amenazas conservadoras se
cumplen paulatinamente. Los grupos antiderechos –vinculados a Sumas o
no– ya no están únicamente en las calles, sino también en los poderes
legislativos locales, en la estructura de los programas de bienestar
social del gobierno federal y hasta en el sistema de partidos. Desde ahí
continúan impulsando estrategias y propuestas tanto para frenar el
reconocimiento jurídico a la diversidad, como para ampliar los márgenes
de influencia de ideas regresivas en el ámbito público.
Frente a nosotros, la semilla del odio está germinando. Ante ciertas
políticas progresistas del actual gobierno federal expresadas en
propuestas redistributivas, de reconocimiento a la diversidad, de asilo
político, etcétera, podemos ver cómo aparecen paulatinamente brotes de
xenofobia, movilizaciones reaccionarias y hasta convocatorias
desesperadas a
golpes de Estado. La situación es más preocupante aún cuando, gracias a su notable pragmatismo político, múltiples expresiones religiosas –aunque no necesariamente fundamentalistas– han logrado negociar con el Instituto Federal de Comunicaciones la obtención de concesiones de uso social o comunitario con el fin de transmitir contenidos de radio.
Ante dicho escenario es fundamental la construcción de una sólida
estrategia de defensa de la condición laica de la vida pública del país.
Una tarea que deberá recaer tanto en la sociedad como en el gobierno,
particularmente en el Poder Ejecutivo federal. Aún estamos a tiempo.
*Profesor FFyL / UNAM
Twitter: @MaurroJarquin
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