Silvia Ribeiro *
La Jornada
El
mundo feliz, del siglo XXI, es un mundo conectado. Tiene refrigeradores que avisan a nuestro teléfono móvil que falta leche o se está pudriendo una lechuga –mejor aún, avisa directamente a la multinacional Amazon u otra red de ventas electrónicas que lo incluya en la entrega semanal. Pañales con chips que avisen que hay que cambiar al bebé, zapatos que miden cuántos pasos damos, ropa con chips que interactúan con teléfonos y monitorean nuestros movimientos y estado de salud, y muchas otras formas digitales y robóticas de que las cosas se comuniquen entre sí e intercambien información sobre nosotros para las empresas.
El Internet de las Cosas se trata justamente de comunicar objetos, no
personas, explicó Andrés Barreda, profesor e investigador de la UNAM,
en el seminario
Navegar la tormenta digital, que realizaron la Red Social de Evaluación de Tecnologías en América Latina y otras organizaciones los pasados 19 y 20 de noviembre. Una forma de favorecer exponencialmente ganancias para los que fabrican y comercian esos objetos, mientras al mismo tiempo mina la comunicación real entre seres humanos y las relaciones comunitarias que son el sustento para entender, dar significados y pensar cómo cambiar la realidad y qué necesitamos realmente (https://tinyurl.com/wxm24ec).
En esta visión de un mundo hiperconectado también nuestros cuerpos
pasan a ser objetos de monitoreo, obtención de datos e intervenciones,
en lo que la industria de la salud (farmacéuticas, fabricantes de
dispositivos médicos, vendedores de atención médica) llaman
Internet de los cuerpos.
La distopía de hiperconexión global de las cosas, cuerpos y capitales
avanza a pasos acelerados, aunque por ahora la mayoría sólo vemos
fragmentos. Como arañas en la red global dominan siete empresas de
plataformas electrónicas: Microsoft, Apple, Amazon, Alphabet (Google),
Facebook, Alibaba, Tencent. Son las que pueden gestionar los gigantescos
volúmenes de datos digitales que estas nuevas formas de
(in)comunicación conllevan y los sistemas de inteligencia artificial
para poder lucrar con ellos. Alibaba y Tencent tienen sede en China. Las
demás, en Estados Unidos. Todas están entre las 10 empresas de mayor
capitalización de mercado a escala global. Este mes Amazon superó a
Walmart como el mayor vendedor minorista a nivel internacional.
Un aspecto central y clave de estos desarrollos –que avanzan sin
supervisión ni regulación pública– es el aumento de la conectividad
electrónica. Por ello, las redes de comunicación 5G son claves y
merecieron una sesión especial en el seminario aludido. El nombre se
refiere a la quinta generación de comunicación electrónica y remite a
las anteriores 2G, 3G y 4G, que conectan teléfonos móviles. No es apenas
una actualización, sino una ruptura cualitativa en la forma de
trasmisión y los impactos que tendrá, tanto económicos como ambientales y
en la salud.
Con redes 5G se pretende obtener mayor capacidad para trasmitir datos
(volúmenes de 20 a 40 veces superiores), menor latencia (demora en
recibir/enviar datos) y continuidad de conexión en cualquier parte.
Las redes 5G usarán ondas de transmisión milimétricas, mucho más
cortas que las que están en uso, con mayor densidad, pero corto alcance.
Requieren, entonces, torres de recepción/emisión cada 100 metros, que
deberían ser instaladas cada 10-12 casas. Para garantizar las
condiciones nombradas, la propuesta de las empresas es instalar además
20 mil sátelites de baja altura que se comunicarán con esas torres. Todo
esto significa que el nivel de radiación electromagnética a que
estaremos expuestos en todo el planeta, cada ser vivo y ecosistema,
aumentará exponencialmente, con mucho mayor densidad de onda, durante
las 24 horas del día y los 365 días del año.
Aunque existen cientos de estudios científicos que indican que las
radiaciones de la telefonía móvil y wifi tienen efectos negativos en la
salud de humanos y animales, incluso potencialmente muy graves como
cáncer, industria y gobiernos han contestado al debate sugiriendo usar
audífonos para evitar el contacto directo, conexiones por cable en
escuelas, bibliotecas y otros centros públicos, apagar las fuentes de
emisión en la noche, limitar tiempos de exposición, etcétera. Pero con
las redes 5G los impactos se multiplicarán enormemente, ya que al estar
en medio de las zonas de trasmisión entre la atmósfera y los millones de
aparatos conectados todo el tiempo la radiación no será manejable de
forma individual ni local.
Ariel Guzik, artista, científico, médico e inventor, quien desde su
Laboratorio de Investigación en Resonancia y Expresión de la Naturaleza
se ha dedicado a escuchar y dialogar con los sonidos de la naturaleza,
explicó cómo las redes 5G tienen un gravísimo potencial de disrupción en
el campo magnético de la Tierra, cuyas ondas son esenciales, entre
otras cosas, como guía de animales migratorios y la sobrevivencia de
muchas especies.
Ante la gravedad de los impactos en salud y ambiente, un grupo
internacional de científicos lanzó en 2015 un llamado a Naciones Unidas
para detener el despliegue de 5G, que actualmente han suscrito expertos y
organizaciones de más de 200 países. (https://tinyurl.com/ujkq3rp).
Pese a ello, sigue avanzando acríticamente el despliegue de 5G. Urge el
análisis, debate y acciones colectivas sobre este y otros aspectos de
la tormenta digital empresarial a la que estamos sometidos.
* Investigadora de Grupo ETC
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