Mahsa Amini, de 22 años, fue llevada a un centro de reeducación luego de ser detenida. Cuando las autoridades notificaron del deceso a los familiares dijeron que la causa de muerte había sido un paro cardíaco; además, les negaron la posibilidad de ver el cuerpo. Amjad Amini, el padre de la joven, informó que finalmente pudo volver a ver a su hija cuando se la entregaron para el funeral; sin embargo, el hombre declaró que Mahsa estaba cubierta completamente a excepción de la cara y los pies, y que estos últimos tenían moretones visibles.
Se desconoce qué fue lo que realmente sucedió con Amini mientras estaba detenida. No obstante, en las redes sociales ha circulado un video en el que se aprecia a la joven intubada en el hospital con posibles heridas en uno de sus brazos. Estas imágenes desataron la indignación de la sociedad, principalmente de las mujeres, quienes comenzaron una serie de protestas que —lejos de terminar— ya se extendieron a más de 40 ciudades de Irán. Pero lo que en un inicio era una protesta por la muerte de Mahsa se convirtió en una voz colectiva en contra del régimen de Ebrahim Raisi.
Iraníes perdieron el miedo; gobierno responde con represión y cortes a internet
Las manifestaciones por la muerte de Mahsa Amini comenzaron el 16 de septiembre. Desde entonces, hombres y mujeres han salido a las calles, donde las jóvenes han rodeado fogatas para luego lanzar sus hiyab a las llamas como un símbolo de libertad. Además, en redes sociales han circulado videos donde se puede observar a varias mujeres cortándose el cabello también en señal de protesta.
De acuerdo con un informe de Amnistía Internacional, las represiones iniciaron el mismo día de la protesta, cuando las autoridades de la ciudad de Saqqez dispararon perdigones de metal contra dos jóvenes y les causaron la pérdida parcial o total de la vista. Pero ellos no son las únicas víctimas de la represión policial: hasta el momento se registran al menos 41 muertos y cientos de heridos. Y, además de los ataques físicos, el gobierno iraní ha intentado cortar la comunicación a las personas interrumpiendo el servicio de internet.
Pese a esto, las protestas de la sociedad civil no cesan. En redes sociales siguen circulando imágenes como la de una mujer cortándose el cabello como señal de protesta durante el funeral de su hermano, quien perdió la vida durante una manifestación. Además, otras mujeres se muestran desafiando a sacerdotes que les ordenan portar el hiyab sin lograr subordinarlas.
Estas resistencias mandan un mensaje claro: ni las mujeres ni todos aquellos que se han sumado a sus voces están dispuestos a seguir acatando el mandato de un sistema social y político que restringe las libertades de los cuerpos y el desarrollo social y económicos de la mayoría.
Es cierto que estas no son las primeras manifestaciones reportadas en Irán. En 2019 y 2021, la población se levantó por problemas económicos que azotaban a la nación (entre ellos, un aumento de hasta 300 por cierto en el precio de la gasolina), y una década antes, en 2009, el llamado Movimiento Verde tomó las calles por un presunto fraude electoral en la contienda entre los candidatos Mir Hosein Musaví y Mehdí Karrubí. Sin embargo, de acuerdo con varios analistas estas protestas no tuvieron el alcance y la magnitud de los movimientos actuales, en los que la resistencia de las mujeres está tomando el protagonismo.
Las voces de las mujeres iraníes siempre han estado en resistencia
Años antes de las manifestaciones por la muerte de Mahsa Amini, en 2017, las mujeres de Irán ya habían tomado las ciudades en un movimiento conocido como “Chicas de la calle de la Revolución“. En este entonces, la joven Vida Movahedi decidió unirse a las manifestaciones contra el gobierno por su falta de perspectiva en el tema económico. Su forma de protestar fue quitarse el hiyab y ondearlo a pleno día en la vía pública.
El hiyab se volvió obligatorio en Irán en 1983, poco después de la Revolución Islámica de 1979. Este mandato se sumó a otras discriminaciones por parte del gobierno contra las mujeres, las cuales impiden —entre otras cosas— su participación en el sistema judicial del país. Pero las mujeres nunca se han quedado calladas frente a estas circunstancias.
De acuerdo con la investigadora y especialista en Género Nayereh Tohibi, desde antes de la revolución de 1979, las mujeres comenzaron a organizarse para demandar su acceso a la educación pública; también protestaron contra la poligamia exclusiva para los varones y la violencia doméstica a la que ellas eran sometidas. Esto sucedió entre 1905 y 19525, y más adelante, entre 1940 y 1950, comenzaron las exigencias por un sistema social más igualitario entre hombres y mujeres; sin embargo, de acuerdo con Tohibi, no alcanzaron avances significativos.
En 1963, la resistencia de las mujeres logró que se les otorgara el derecho al voto, y en épocas más recientes, en 2006, la organización de la campaña “Un millón de firmas” planteó la necesidad de reformar las leyes discriminatorias que favorecían a los hombres y a ellas las dejaban en condiciones desiguales. La campaña recibió ese nombre debido a que se intentó recopilar un millón de firmas para enviar una petición al parlamento iraní exigiendo leyes igualitarias en ámbitos como el matrimonio, los juicios legales y los castigos por crímenes de honor.
La suma de estos esfuerzos ha generado cambios importantes como el hecho de que, en Irán, la mayoría de las personas que asisten a la universidad sean mujeres de acuerdo con la periodista María Solanas. Pese a esto, hechos como la muerte de Mahsa Amini y la persecución de activistas como Atena Daemi (quien lucha por los derechos de las infancias y por sistemas legales equitativos entre hombres y mujeres) muestran que la lucha de las iraníes aún no ha terminado.
No obstante, es probable que la magnitud de las manifestaciones recientes (las cuales ya provocaron huelgas entre los principales sindicatos de profesores del país) dé el impulso necesario para generar un cambio cuya semilla fue sembrada con el dolor de la muerte de Mahsa Amini.
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