8/26/2023

Elena Garro hoy

 

A 25 años de la muerte de Elena Garro, su legado literario constituye hoy un tesoro de belleza y lucidez, un mundo narrativo y dramático donde el poder de la palabra, la riqueza de la prosa poética se engarzan con una visión lúcida y crítica de las turbulencias del siglo XX mexicano y de manera más amplia, de la condición humana.

Si la literatura tiene la potencia de abrirnos el horizonte, ampliar la imaginación y permitirnos trascender los límites – y hasta la mediocridad – del mundo en que vivimos, obras como Los recuerdos del porvenir,  La culpa es de los tlaxcaltecas  o Un  hogar sólido (por solo nombrar las más conocidas) confirman con creces esa magia.

El valor y la vigencia de la obra de Garro se derivan primero de su prosa poética que, en sus mejores textos, despliega mundos de luz y sombra, donde la belleza del paisaje, el anhelo de felicidad, la ilusión liberadora están  amenazados por la mediocridad del rutinario tiempo cronológico, la sombra de la violencia, la ausencia de justicia y también, la falta de libertad – para vivir, hablar, callar y soñar- se derivan también de una percepción de la realidad y del tiempo como conjunto de dimensiones múltiples que pueden vislumbrar y atravesar seres excepcionales o, en situaciones límite, seres comunes. 

Esta multiplicidad no solo sustenta la imaginación fantastica, remite sobre todo a un concepto de la subjetividad que no reduce al ser humano a su imagen social ni a sus limitaciones cotidianas, que reconoce sus fisuras y contradicciones y en ciertos casos les atribuye un deseo (así sea efímero) de trascendencia y felicidad.  

Lejos de prescribir, en sus cuentos, novelas y piezas mejores Garro sugiere, con imágenes deslumbrantes o terribles, las posibilidades que abren las fisuras, duplicaciones o suspensiones del espacio-tiempo. 

Laura puede escapar de su infelicidad matrimonial al reecontrarse con su verdadero amor al final de los tiempos; Eva y Leli se imaginan y convierten en perros en un día paralelo; otro día descubren, en su encuentro con don Flor, ya muerto, el erotismo y la brutalidad;  los jóvenes de Ixtepec trascienden por un momento la opresión política y social a través del teatro; Felipe Ángeles escapa al “horror del último cielo” en una  breve evocación de la patria como papalote rosa que lo lleva a viajar por sus ríos y montañas. Así sean efímeras y no siempre armoniosas, estas experiencias de expansión del tiempo y del espacio  amplían el sentido de la vida. Liberan.

En contraste, la magia negra de la palabra paraliza y limita: la palabra que evoca el crimen o la desgracia, con imágenes ensangrentadas, amenazas o silencios opresivos,  siembra miedo y terror. La orden que condena, los insultos que degradan, las alusiones y burlas que estigmatizan, todas esas palabras hieren y humillan, son violencia y presagian más violencia.

Como sabe quien haya leído Los recuerdos del porvenir,  en los mundos de Garro, la violencia, soterrada o brutal,  arruina el paisaje, mutila cuerpo y espíritu, asfixia la imaginación, apaga la ilusión. A 60 años de su publicación, la historia de Ixtepec no es solo un testimonio literario de la ruina de una revolución traicionada. Es, tristemente, un “recuerdo del porvenir” que hoy vive Iguala, una premonición de la desgarrada geografía humana llamada Guerrero, Lagos de Moreno, Ciudad Juárez, Allende… 

Volver hoy a las páginas de esta extraordinaria escritora, una de las mayores creadoras en lengua castellana, no es, sin embargo, hundirse en la desesperación del pasado o atisbar la desesperanza del presente. Es una vivencia estética y ética. 

Con Garro re-descubrimos el poder de la palabra y la imaginación, el placer de una historia (obscura o luminosa) bien contada, la riqueza de la memoria, la potencia de una escritura que aspira a decir la verdad y a defender la libertad.  

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