12/14/2025

No sólo roban y engañan los gobiernos, también las religiones


Pedro Echeverría V.

Desde hace más de un año en internet me he topado con tres o cuatro denuncias fuertes que seguidores o feligreses han hecho contra Pastores y demás autoridades religiosas de la religión de Cristianos Evangélicos. Al parecer están emparejándose en robos, despojos o engaños con la vieja religión católica. Me duele que sea la gente pobre e ignorante la más engañada; por ello hoy doy a conocer una gran denuncia y confrontación

En un impactante video, el presidente Bukele de El Salvador se enfrenta a un pastor evangélico que ha sido acusado de estafar a ancianos, prometiéndoles multiplicar su dinero a cambio de inversiones en fondos falsos. Este escándalo ha dejado a muchas personas vulnerables sin sus ahorros, lo que llevó a Bukele a actuar de manera decisiva.

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Detalles del Fraude

El pastor, que había construido un imperio religioso, fue descubierto tras una investigación que reveló que había robado más de un millón de dólares a sus feligreses. Bukele se infiltró en la iglesia haciéndose pasar por un empresario durante tres semanas antes de desenmascarar al pastor frente a una congregación de mil personas. Este acto de confrontación no solo expuso el fraude, sino que también puso de relieve la necesidad de justicia para las víctimas afectadas.

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Implicaciones para la Comunidad

La situación ha generado un gran revuelo en la comunidad, ya que muchos ancianos se sintieron traicionados y despojados de sus ahorros. La intervención de Bukele ha sido vista como un intento de restaurar la confianza en el gobierno y en las instituciones religiosas, aunque también ha suscitado debates sobre la criminalización de la disidencia y los derechos civiles en el país.

 (13/XII/25)

La batalla cultural

 sinembargo.mx

Fabrizio Mejía Madrid

En años recientes la ultraderecha ha sostenido que está en una “batalla cultural”. Esta supuesta contienda sería por defender las ideas del conservadurismo tradicional, es decir, una idea de Nación que excluye por la apariencia física a los no-blancos y a los inmigrantes; la religión católica con su condena a la reproducción elegida y los géneros como preferencia; la fe en que existe un individuo autónomo que es responsable único de su destino en medio de toda una sociedad que hace cálculos de costo-beneficio hasta para decidir sobre sus relaciones amorosas; y por último, un estilo de vida basado en el consumo y el desperdicio. Así, la supuesta “batalla cultural” es una apología del viejo régimen con su racismo, pensamiento único, individualismo, y avaricia pero planteado con un lenguaje de rebeldía. Esta sería una más de sus contradicciones: plantear que la defensa de los más rancio de nuestra sociedad jerárquica, sumisa, y que admira al poderoso y desdeña al vulnerable, es una forma de novedad política que encarna el inconformismo. 

Esta ultraderecha se disfraza de moderna porque ve a la tecnología como un talismán mágico que resolverá todo, se abraza al comercio electrónico como signo de identidad personal, y plantea que la reducción del Estado es para acabar con la corrupción, que la privatización hasta de las calles y el agua es para desarrollar la innovación, que el fin de la Historia es para ya no hacer política porque las sociedades serán para siempre eternamente capitalistas y liberales, que primero hay que hacer crecer el pastel para luego empezar a pensar en repartirlo, que las desigualdades son buenas porque estimulan el esfuerzo de los que están hasta abajo, y que la soberanía nacional ya no existe porque cosas y dinero transitan libremente por las fronteras. 

Eso que hace cuarenta años se planteó como modernidad y pensamiento único, promovido desde las universidades, los medios masivos de comunicación, y las políticas públicas, ahora es el pasado abyecto de una sociedad que nunca llegó, no obstante que la mayoría se sacrificó, aguantó, y acabó por casi no poder comer, comprar una casa, o atender su propia salud. La ultraderecha plantea ese pasado como el último grito de la moda y piensa que con una disfraz de rebeldía, como tomar una motosierra, puede plantear el futuro. Ese quizás es su principal desventaja ahora, que sigue planteando futuros personales y no compartidos.

En este momento, hay dos polos de esa supuesta “batalla cultural” en América: el trumpismo, es decir MAGA con su vocero en Argentina, y el México de la 4T. Al plantear que es una contienda “cultural” lo que trata de evadir la ultraderecha es aceptar que es una disputa política entre ricos y pobres, no entre “libertarios” y “zurdos de mierda” o entre generaciones definidas, como los horóscopos, por su fecha de nacimiento, o entre gente que produce contra el Estado parásito. No. En realidad los ejes de esta confrontación no son sólo culturales o ideológicos sino de hacia quienes están dirigidas las políticas públicas y cómo esos grupos encuentran su representación política. Un ejemplo útil es contrastar a la Argentina de Javier Milei con el México de la 4T.

Veamos sus resultados. En el caso del gobierno de ultraderecha de Argentina, tenemos a un sólo sector económico beneficiado: las finanzas. Los que hace dinero del dinero, es decir, de especular con la avaricia ajena, son los ganones del régimen de Milei. La industria ha perdido casi 40 mil empleos, se han cerrado cerca de mil plantas de manufactura, la metalurgia tiene un impuesto de parte del Estado ---que Milei supuestamente iba a enterrar--- del 32 por ciento (el doble que en México), 33 por ciento de impuesto a la agricultura, y unas jubilaciones de 250 dólares al mes cuando unos jeans cuestan 150. El grupo social que sigue votando por Milei es el de los jóvenes de bajo nivel educativo a los que no llegan ninguno de los programas sociales, los desempleados, los policías y soldados, y los trabajadores independientes que no tienen ni seguridad social ni apoyos estatales. A estos corresponde la idea de la motosierra cuando lo que se plantea como futuro es destruir al Estado y que a los demás les vaya tan mal como a mí, es decir, que nadie tenga ayudas del gobierno para que aflore el mérito y el esfuerzo, para que nadie le deba nada a nadie. 

Es, pues, un electorado que se hizo de ultraderecha durante la pandemia cuyo confinamiento obligatorio vió como una restricción a su libertad y, de ahí, pasó a que era el gobierno el que se llevaba la riqueza que ellos producían. No el patrón capitalista. No los fondos buitres que ahogan a Argentina con sus tasas de interés impagables. No el FMI. El gobierno era el enemigo a descuartizar y sus beneficiarios fueron representados como vividores del dinero público. Pandemia y ultraderecha van de la mano. Hay una idea de contagio y de organismos ajenos invadiendo un cuerpo que no les corresponde. Dice Judith Butler sobre esto: “En ese contexto de “ansiedad “ y “temor “, el “género” se presenta como una fuerza destructiva, una influencia extranjera que se infiltra en el cuerpo político y desestabiliza la familia tradicional. De hecho, el género llega a presentar, o se vincula, con todo tipo de “infiltraciones” imaginadas en el cuerpo nacional: los inmigrantes, las importaciones, la alteración de la economía local por los efectos de la globalización”. Yo le agregaría la idea del contagio. Los pobres, los morenos, los indígenas, los gays, son capaces de difuminar sus características en el cuerpo social como una pandemia. 

Por supuesto es el ojo de quien los repele el que está ya contaminado de odio e inseguridades, pero la fobia a estos grupos la podemos ver incluso en la relación que la propia derecha hizo entre pobreza y delincuencia: sólo los pobres roban, sólo los morenos se van al crimen organizado. Los blancos y clase media jamás aceptarán que lavan dinero y compran facturas falsas y cocaína. También la comunidad LGBT y más es la única promiscua, es la única con enfermedades de transmisión sexual, es la única que aparatosamente nos impacta la inocente vista del paisaje. Hay un dicho entre los ultraderechistas que dice que ellos son superiores en todo a los demás, hasta en lo estético. ¿Qué quiere decir eso? La blanquitud como disposición mental hacia un imaginario europeo o norteamericano donde sólo hay blancos, lleva a la idea de los genes superiores: lo rubio, los ojos redondos, la nariz recta, los labios delgados. Esa misma blanquitud, es decir, la mente convencida por su opresor de que es inferior, lleva a amoldarse a los parámetros de lo bello global: todo lo que se asemeje a la estética indolora de unos audífonos blancos y tersos de Mac, Sydney Sweeney y sus jeans buenos, las curvas de los imposibles cuerpos de las películas.

La 4T de México es, en contraste con el argentino, un rescate del Estado mexicano. Sus principales beneficiarios son las familias que fueron orilladas a la pobreza por la contención de los salarios y el uso electoral de los programas sociales. La 4T aumenta el salario en 135 por ciento en siete años y despliega una gran cantidad del presupuesto del gobierno en ayudas directas, sean pensiones, becas, o empleos de reforestación, pero sin intermediarios para evitar que las dirigencias se queden con todos los recursos. Como en México los hogares tienen generalmente dos ingresos, uno formal y el otro informal, lamentablemente este último es de las mujeres de la casa, con ese doble componente, digo, es que aumentar los salarios y hacer de las ayudas gubernamentales derechos sociales en la Constitución, es que se saca de la pobreza a 13.5 millones de mexicanos. La CEPAL ha dicho en estos días que, de cada cinco latinoamericanos que salieron de la pobreza en años recientes, tres son mexicanos. Se han revitalizado empresas del Estado como Pemex y Electricidad, pero también, al aumentar el consumo, benefició a los comerciantes y a los servicios. La industria de manufacturas será la siguiente en ser beneficiada por la 4T con el Plan México y los polos regionales de la relocalización de proximidad geográfica con Estados Unidos y Canadá.

Así, si contrastamos ambos resultados, tenemos que, más allá de la supuesta “batalla cultural”, lo que tenemos es a grupos beneficiados y otros perjudicados. En el caso Argentino los beneficiados con desregulaciones y exenciones de impuestos son los corporativos financieros, las especulaciones inmateriales e inmediatas del comercio electrónico y las apuestas de las casas de bolsa. En el de México, un entramado más complejo de los pobres y los comerciantes, el turismo, los industriales, sobre todo, inversionistas extranjeros. En Argentina se alienta la revancha de desprotegidos contra pobres organizados mientras se generan ganancias de deuda, criptomonedas ---de la que el propio Presidente es dueño--- y las casa de bolsa. En México se hace justicia con los derechos sociales y, de paso, se propicia el comercio interno. Así los resultados, sin batallas en el desierto.

Pero vayamos a ellas. Usando la ideología del pensamiento único, es decir, el del final de la Historia y, por tanto de la supremacía del neoliberalismo por sobre cualquier idea de sociedad futura, Milei casi desapareció instancias del gobierno vinculadas a su pueblo: Educación, Salud, Trabajo, Ciencia, Cultura, Desarrollo Social, Derechos Humanos, y de Género. Hay una santificación de los personal, su esfuerzo y mérito, contra un demonio que es lo colectivo, es decir, como si la mejora individual no fuera imposible sin una red social de apoyo. Lo que tenemos en la famosa “batalla cultural” no es algo material sino emotivo: miedo y odio hacia los derechos que yo no ejerzo. La gente de bien a la que nadie le ha regalado nada, es este principio de despolitización al que los argentinos llaman “mejorismo”. Los que reciben programas sociales son “vagos” que no trabajan, en la versión estigmatizante, o “manipulados” que viven engañados, en la versión victimizante. 

Quienes se identificaron con esa figura del emprendedor solitario que se rasca solo fueron los jóvenes argentinos que trabajan precarizados en plataformas como Rappi, los vendedores ambulantes, que se dicen autónomos en sus horarios y en sus ingresos. Son los combatientes de esa guerra contra el Estado. Que ---hay que decirlo--- no es una lucha contra la parte del Estado que domina y reprime, sino contra la que redistribuye la riqueza. De hecho, hablando del Estado son sus mecanismos democráticos los que molestan a la ultraderecha. Como escribe el filósofo francés, Étienne Balibar en un ensayo reciente sobre este tema: “Dado que el Estado y la Ley encargados de realizar la discriminación son vistos ellos mismos como unas autoridades frágiles, cuya legitimidad puede ser cuestionada o cuya soberanía se puede llegar a tambalear, la regla de la exclusión es permanentemente expuesta a usos perversos. Se ve en especial en las sociedades contemporáneas donde el racismo y la xenofobia no resultan tanto de conflictos de intereses reales entre comunidades cultural o históricamente extrañas, como de mecanismos de proyección de las angustias sociales de minorías y, cuando gana elecciones, de una mayoría de ultraderecha”. 

La regla de la exclusión es así un llamado que la ultraderecha le hace al Estado para que no permita, por ejemplo, que crucen las fronteras los migrantes sin papeles o que la policía haga algo cuando dos gays se besan en público o, ya en el colmo, cuando una mujer amamanta a su bebé en una plaza pública. Les encantaría que el Estado usara su fuerza para prohibir y excluir y, a veces, ellos mismos toman esa misión mesiánica en sus manos y ejercen la violencia.

Hay, por último, un rasgo de las “batallas culturales” a las que juega, como en un videojuego hecho de redes sociales, la ultraderecha mundial. Me refiero al del apartidismo. No somos de ningún partido, dicen los ultraderechistas porque, en su culto a la supuesta autodeterminación, su posición política debería provenir, no de una ideología, un programa, o incluso una demanda social, sino de su personalidad. Es una identidad sin representación posible. Sin mediación. Con mediación me refiero a la acción de relacionar, de dar sentido y significado, de crear puntos medios que fusionan extremos; hacer accesibles en el lenguaje, la imagen y el ritmo las abstracciones que de otro modo no estarían disponibles para nuestra percepción sensorial, como la “justicia” o el “valor” o la “soberanía”. 

Eso es lo que hacen los partidos políticos, sus dirigentes, sus concentraciones masivas. Median, es decir, relacionan nuestra vida personal con la idea de un comunidad, de una continuidad, del futuro compratido. De eso carece la ultraderecha con su discurso apartidista porque, para ella, también las organizaciones políticas, ideológicas, y hasta sindicales son contaminantes en el cuerpo sagrado de la sociedad civil, esa que no hace política sino sólo mejoras personales. 

Urgencia y proximidad serían sus valores y, por lo tanto ---ah, qué pena--- la política con sus procedimientos, consignas, mentiras y desmentidos, no logra encapsularse en tu personalidad del momento, en tu historia de Instagram o en tus videos de Tik Tok. Es una lástima porque, si la política fuera divertida, sería un espectáculo. Si fuera inmediata, sería un retuit. Y si fuera parte de ti, sería terapia. No política. Pero de ese odio a la organización partidista, tan indispensable para condensar demandas y aspiraciones de las sociedades, nace el vano espejismo de un muégano de personas que podrían expresarse sin necesidad de asistir organizados a un mitin o a una elección o a un reféredum. De ahí que, cuando se junta la izquierda, siempre digan que son acarreados. El apartidismo es anti-ciudadanía, anti-política, y anti-democracia. No hay tal cosa como política desde una red social. La política es la de la calle y casa por casa, nace del contacto entre un imaginario y la realidad material que son las personas, sus orígenes, su geografía, su familia y trabajos, sus miedos y esperanzas. Este odio a la mediación, al tiempo que requiere, lleva a la ultraderecha a confundir la franqueza, el literalismo, y la crudeza grosera e insultante con la autenticidad o la sinceridad. Las cosas como son, parece decirnos al urgirnos a decir “nuestra verdad”. 

En el discurso partidario ellos sólo pueden escuchar simulación, engaño, y ocultamiento de intereses que jamás logran adivinar si no es a partir de sus propios prejuicios. Porque ---hay que decirlo--- la ultraderecha no sabe lo que es la paciencia, la distancia, circunnavegar, distorsionar con imaginación y atención prolongada. Por eso creen que repetir mentiras las convierte en demostraciones de algo. Por eso no han podido tener un proyecto nacional que no sea alimentar el miedo y las inseguridades desde la pandemia. La ultraderecha no entiende que la mediación es crucial para imaginar diferentes marcos de valor, significado, representación y colectividad. Que la Patria es, sobre todo, imaginarla.

https://www.sinembargo.mx/4736715/la-batalla-cultural/

Que la ética sea la estética del futuro

 Por Fernando Buen Abad Domínguez 


Fuentes: Rebelión

En la frase “que la ética sea la estética del futuro” se ha consolidado un territorio simbólico donde la humanidad deposita muchos anhelos de verdad, de justicia y de belleza, aun cuando no sepamos con exactitud quién la pronunció por primera vez. Tal vez nadie, tal vez todos; tal vez se desgajó sola desde la necesidad histórica, como una chispa que brota del choque entre los engranajes de un mundo que ya no soporta su propia fealdad moral. Y es precisamente esa incertidumbre la que la convierte en un arma conceptual poderosa, una suerte de consigna huérfana que rehúsa ser domesticada por los archivos y que, al negarse a ser propiedad de un autor, se abre como herramienta colectiva para la transformación de lo sensible. Porque en el fondo la pregunta no es quién lo dijo, sino quién necesita que sea dicho. Y lo necesitan los pueblos, las comunidades avasalladas, los trabajadores precarizados, las víctimas del despojo y de la desmemoria fabricada. Lo necesita la humanidad que no se resigna a vivir en un mundo donde la estética ha sido capturada por el mercado y convertida en un adorno tóxico que disfraza la explotación.

Todo el capitalismo, en su obsesión por endulzar las cadenas para que no duelan, ha convertido la estética en un dispositivo anestésico. Podría decirse que toda la maquinaria de la publicidad, del entretenimiento, de las plataformas y algoritmos, es una gigantesca fábrica de ilusión sensorial destinada a ocultar la violencia estructural que sostiene al sistema. Una estética de la alienación, donde la belleza es una mercancía más, una fachada para la barbarie. Pero esta frase irrumpe como un relámpago en la tormenta, propone invertir la ecuación. Propone que la belleza no sea un truco sino una consecuencia ética. Propone que la estética del futuro, hoy mismo brote de la justicia y no del mercado, de la dignidad y no del fetichismo, de la humanidad y no del espectáculo. Esta inversión no es un juego literario; es una tarea política radical. Es un llamado a descolonizar la sensibilidad, a arrancarle al capital los hilos con los que manipula nuestras percepciones, a construir un horizonte donde lo bello no sea un privilegio sino una conquista colectiva.

Por eso no sorprende que la frase haya sido atribuida a Lenin. No porque él la haya dicho, sino porque toda una tradición revolucionaria luchó y lucha para unir ética y estética en la praxis. Godard, con su estilo de guerrilla semiótica, supo jugar con esa atribución incierta desde el montaje cinematográfico, abriendo más preguntas que respuestas. Ese gesto godardiano—decir “creo que la dijo Lenin”—no busca engañar sino provocar. Es un dedo que apunta al vacío para que lo llenemos con sentido histórico. ¿Por qué una frase así encajaría tan bien en la tradición revolucionaria? Porque esa tradición sabe que la estética no es neutra, es un campo de disputa económico-ideologica. Sabe que toda ética real es estética actuada. Sabe que la revolución no sólo transforma las estructuras económicas sino también la sensibilidad, el modo en que percibimos y nombramos el mundo. Cuando la ética se hace revolución, la estética cambia de raíz. La estética de un pueblo liberado no puede ser la misma que la estética del sometimiento. Y en ese sentido, aunque Lenin nunca lo haya dicho, la frase podría haberlo expresado.

Pero la búsqueda rigurosa expone la otra genealogía posible, Thomas Sturge Moore, quien habló de la ética como estética de la vida. Allí está el germen, la semilla, el primer temblor de esta idea. Moore no hablaba de lucha de clases, pero intuía que la vida encuentra su forma sensible en sus actos morales. La frase, sin embargo, debió atravesar el siglo y sus catástrofes para adquirir el tono político que hoy la nutre. Pasó por guerras, revoluciones, derrotas, victorias, genocidios, esperanzas, gritos apagados y gritos encendidos. Pasó por la fábrica, por el sindicato, por la comuna, por el barrio, por la pantalla, por el libro. Pasó por millones de bocas y de manos. Y al final lo que quedó no fue un origen sino una necesidad. El futuro no puede ser estéticamente soportable si éticamente es insoportable. Y el presente, aunque esté saturado de colores, imágenes, espectáculos y pantallas, es éticamente insoportable para la mayoría de la humanidad. De ahí que esta frase sea más que un deseo, es una advertencia.

Decir que la ética será la estética del futuro es declarar que la estética actual está podrida por dentro. Que la belleza que nos ofrecen no es belleza sino maquillaje. Que la sensibilidad hegemónica está secuestrada. Que el capitalismo privatizó incluso el derecho a sentir. Que lo estético ha sido arrancado de los cuerpos y puesto en vitrinas donde sólo puede acceder quien paga. Que la emoción ha sido convertida en insumo publicitario. Que el arte se ha vuelto un lujo o un instrumento de prestigio para quienes saquean al mundo. Contra eso se inscribe la frase. Contra eso arde. Porque propone recuperar la estética desde abajo, desde los pueblos, desde las luchas que producen dignidad, no mercancías.

Cuando una comunidad se levanta, cuando un pueblo recupera sus territorios, cuando los cuerpos se organizan para resistir, aparece una estética distinta, la estética de la lucha. Una estética que no necesita adornarse porque es verdad. La ética del presente —esa ética que nace del hambre, de la memoria, de la dignidad, de la rabia— ya engendra formas estéticas que el capital no puede reproducir en serie. Esa estética de la rebeldía, esa estética de la solidaridad, esa estética del abrazo y de la barricada, no entra en ningún museo sin desbordarlo. Y esa es la estética del futuro. No la estética de la mercancía, sino la estética del pueblo. No la estética del éxito individual, sino la estética de la victoria colectiva. No la estética del simulacro, sino la estética del sentido.

Una frase así se convierte en tarea histórica, construir un futuro donde la ética revolucionaria le dé forma a la sensibilidad común. Donde la belleza no sea un privilegio sino una consecuencia natural de vivir sin explotación. Donde la estética no glorifique al poder sino a la vida. Donde los colores, los ritmos, las voces y los gestos sean obra de la cooperación y no del mercado. Donde cada acto ético —el compartir, el organizarse, el luchar, el cuidar— produzca belleza. Donde la sensibilidad sea un territorio emancipado.

Y quizá ese sea el motivo por el cual la frase no tiene origen cierto, porque el origen real está en la necesidad histórica de los pueblos. La frase es de quien la lucha. La frase pertenece a quienes la convierten en praxis. Ningún archivo podrá reclamarla porque su patria no está en el pasado sino en el porvenir. La frase, como consigna, muestra que la estética realmente transformadora es aquella que brota de la ética colectiva. No la ética de las élites, sino la ética de los pueblos que se saben capaces de reinventar el mundo. Y así, al final, el misterio de su origen se convierte en el mejor homenaje, nació donde nacen las verdaderas consignas, en el deseo profundo de un mundo distinto.

Semejante declaración de batalla pertenece a todos. Esa es su paradoja y acto de emancipación semiótica, que se desliza como un objeto rebelde que no acepta dueños. Y lo hace porque nació, o fue adoptada, en un territorio donde la lucha simbólica es inseparable de la lucha material, donde las palabras no se coleccionan en vitrinas de academia, sino que se arrojan como semillas —o piedras— contra las estructuras que pretenden administrar el sentido y formatear la sensibilidad humana. La frase no necesita firma porque su contenido exige una colectividad para hacerse carne, exige millones de gestos éticos para convertirse en estética transformadora. La frase sobrevive porque dice algo que la humanidad quiere escuchar desde mucho antes de que apareciera, que la estética —que hoy el mercado ha convertido en un adorno pegado a la mercancía— puede ser un territorio de reapropiación, que puede recuperar su fuerza política, su dignidad y su capacidad para revelar la verdad. Esa idea, que no es moderna ni posmoderna sino profunda como las luchas originarias, se filtra entre los dedos del capitalismo como un agua que se niega a ser privatizada. Y por eso la frase resuena, porque nos promete una estética donde la belleza ya no será el lujo de pocos sino una dimensión sensible de la justicia para todos.

No quiere quedar archivada en el mausoleo del palabrerío célebre, ni exhibida en el museo donde las palabras se fosilizan. Funciona como dinamita semiótica, impide la certeza, deja un hueco, una grieta por donde se hace lo contrario de la ideología dominante, que impone certezas huecas, aquí se ofrece una incertidumbre fértil. Y las incertidumbres fértiles son peligrosas para un sistema que se sostiene con dogmas y con obediencias. Tal vez la frase sólo exista para recordarnos que la politización del arte y la estetización de la ética no se decretan desde un escritorio; se construyen en la historia viva, en la contradicción, en la praxis. La frase quiere convertirse en praxis, y por eso rechaza la comodidad del origen fijo. En un mundo dividido por imperios y explotaciones, la estética establecida es cómplice de la opresión, neutraliza la potencia sensible de la vida para convertirla en espectáculo. La frase rompe las sensiblerías de mercado para que la estética del futuro brote de la ética de la justicia.

Desde hoy, la ética del futuro… si la pensamos desde la lucha política, no es un conjunto de reglas morales abstractas; es la conducta organizada de un pueblo que decide no tolerar más la explotación. La ética del futuro no habla en singular; habla en plural, como las asambleas, como los comités, como las comunas que recuperan su destino. Y si esa ética produce estética, entonces la estética del futuro no será jamás una colección de estilos ni una moda pasajera sino un modo sensible de habitar la dignidad. No una belleza que adorna la injusticia, sino una belleza que emerge de haberla superado. No una estética de escaparates, sino una estética de la vida liberada. Cuando la ética se vuelve colectiva, la estética se vuelve revolucionaria. Esa idea es intolerable para quienes gobiernan el mercado del arte, porque pulveriza la ilusión de que la belleza es propiedad de quienes pueden pagarla. Por eso la frase molesta; por eso la frase no tiene autor, porque si lo tuviera, ya estaría encapsulada en estudios académicos, domesticada, abstracta, incapaz de incendiar la imaginación popular.

Si decimos que la frase es de todos, entonces también decimos que su verdad depende de que la practiquemos. Y la práctica implica transformar el modo en que hoy vivimos la estética. La publicidad, los algoritmos, la aceleración digital, la industria cultural, todos han convertido la estética en anestesia. El capitalismo estetiza todo para esconder su violencia detrás de colores y ritmos seductores. Pero detrás del diseño, de la moda, de la felicidad envasada, late la maquinaria del trabajo precarizado, de los cuerpos explotados, de las vidas descartadas. La frase viene a romper esa cortina de humo, exige que devolvamos la estética a la ética para que la sensibilidad pueda ver lo que la dominación quiere ocultar. Una estética unida a la ética no se deja comprar; no se deja manipular; no adorna la guerra ni maquilla la pobreza. Una estética unida a la ética crea nuevas formas de percepción para revelar el mundo y para transformarlo.

Por eso la frase, aunque sin origen comprobable, es un acto de insurrección. Es una consigna para reconstruir la sensibilidad. Es una herramienta para desmontar la mentira estética del capitalismo. Es un pretexto para politizar la belleza y para embellecer la política. Y si la ética es la estética del futuro, entonces el presente debe prepararse, debe ser el laboratorio donde las prácticas emancipadoras generen nuevas formas de mirar, sentir, crear y vivir colectivamente. La ética revolucionaria no sólo transforma la economía y la política; transforma también la percepción. La estética del futuro será la de los pueblos que recuperen su potencia creadora. Será la estética del trabajo liberado, de la cooperación, de la comunidad que redefine sus valores y sus formas de vivir la belleza. Es una estética de la alegría compartida, de la igualdad, de los cuerpos afirmados en su dignidad.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

El socio del panista Ávila Lizárraga

sinembargo.mx


Ana Lilia Pérez

En el sector petrolero se hace llamar Alex Rovirosa. Presumía sus conexiones con funcionarios y políticos. Supe de él antes de que se dijera empresario, antes de que constituyera compañías a su nombre: entonces era apoderado legal de empresas fachada creadas en Tabasco, Veracruz y Campeche.

Escribí de esas empresas en el libro El cártel negro que reveló redes de compañías fachada con las cuales, mediante contrataciones, se sacaban y saqueaban millonarios recursos de Pemex en los años del panismo.

Aunque algunas de esas empresas fueron inhabilitadas temporalmente por la Secretaría de la Función Pública, quienes las operaban quedaron impunes.

Algunos de ellos, como el propio Rovirosa, se fueron a vivir a Estados Unidos y a operar desde allá las empresas que constituyó a su nombre tanto en México como en Estados Unidos.

Rovirosa se hizo residente permanente en Texas, teniendo como socio y gestor de sus negocios a uno de sus conocidos: Mario Ávila Lizárraga, el panista a quien los Mouriño tenían como su empleado, y a quien los gobiernos panistas hicieron delegado de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) en Campeche, y ocupó ese cargo de junio de 2002 a enero de 2009, es decir, en el Gobierno de Fox y los primeros tres años del de Calderón. Luego, fallidamente se le designó candidato a la gubernatura por el blanquiazul.

Tras perder las elecciones, se le asignó a uno de los puestos más relevantes de Pemex: subdirector en la subsidiraria Pemex Exploración y Producción, para controlar las contrataciones y licitaciones de la Coordinación de Servicios Marinos que es la más relevante para los trabajos y servicios costa afuera, los más costosos y codiciados porque son los que operan las contrataciones y adjudicaciones para arrendamientos y servicios en regiones marinas, de barcos y plataforma, y todos los servicios que para éstas se requieren.

En agosto pasado me referí en esta columna a la sociedad de Ávila y Rovirosa a partir de la acusaciones de las autoridades estadounidenses en contra de ambos, a quienes se les imputaron cargos por entregar sobornos a funcionarios de Pemex y su subsidiaria Pemex Exploración y Producción, para que se cerraran auditorías que las empresas de Rovirosa enfrentaban por irregularidades en sus contratos, y para obtener nuevas contrataciones por millones de dólares, tratos preferenciales y otros beneficios.

Según la acusación, los sobornos habrían sido operados por Ávila para que se favoreciera de diversas maneras los contratos de Rovirosa. Entre los sobornos solían entregar bolsos y relojes de lujo, además de efectivo.

Las autoridades estadounidenses les imputaron cargos de conspiración y prácticas corruptas, en el extranjero. Les señalaron de violar la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero.

Se trata de una Ley vigente en Estados Unidos que permite a las autoridades de ese país perseguir el soborno fuera de Estados Unidos, cuando en éste estén involucradas personas o empresas estadounidenses que tienen negocios en el extranjero, o personas que residen en Estados Unidos.

Me refiero nuevamente al caso, porque hace unos días, el 5 de diciembre un jurado federal en Houston declaró culpable a Rovirosa en tanto que las mismas acusaciones contra Mario Ávila están vigentes, y él se encuentra en condición de prófugo, según reiteraron las autoridades estadounidenses al informar de la condena del jurado contra Rovirosa.

Al argumentar el caso contra Rovirosa y Ávila, el Fiscal General Adjunto Interino Matthew R. Galeotti, de la División Penal del Departamento de Justicia dijo que “el soborno a funcionarios públicos para obtener negocios socava la competencia leal y enriquece injustamente a quienes actúan mal”.

Sobre la resolución del jurado contra el imputado Rovirosa, el agente especial a cargo por parte del FBI, Douglas Williams, dijo: “Alexandro Rovirosa violó las leyes estadounidenses mediante una red de corrupción y engaño. Rovirosa creía que su residencia en Houston lo protegía de las consecuencias de sobornar a funcionarios extranjeros. Sin embargo, como demuestra el veredicto de hoy, su plan no sólo le costó un lujoso estilo de vida en Texas, sino también su libertad”.

Y Jeffrey D. Pittano, el agente especial de la Oficina del Inspector General de la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC OIG) que indagó también el caso, expresó que la condena en este caso responsabiliza al acusado de participar en un plan para sobornar a funcionarios del Gobierno mexicano [de Pemex] en beneficio propio y de las empresas asociadas con él.

Según documentos judiciales y pruebas presentadas en el juicio, Rovirosa, residente permanente de los Estados Unidos, avecindado en Texas, pagó más de 150 mil dólares en sobornos a funcionarios de Pemex para retener contratos y para obtener otras ventajas indebidas en negocios con Pemex, para el beneficio de empresas asociadas con Rovirosa.

La evidencia del juicio mostró que entre aproximadamente 2019 y 2021, Rovirosa y sus co-conspiradores, incluyendo a Mario Ávila Lizarraga, residente también en Texas, pagaron sobornos en forma de pagos en efectivo, artículos de lujo y otros artículos valiosos a al menos tres funcionarios de Pemex y la subsidiaria Exploración y Producción a cambio de que dichos funcionarios tomaran ciertas medidas para ayudar a las empresas asociadas con Rovirosa a obtener y retener negocios con Pemex. Esas ventajas indebidas ayudaron a las empresas asociadas con Rovirosa a obtener contratos con Pemex por un valor de al menos 2.5 millones de dólares.

El jurado condenó a Rovirosa por cargos de conspiración por violar la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero. Se enfrenta a una pena máxima de 15 años de prisión, y será un Juez de un tribunal federal quien determinará la sentencia.

En el boletín que dieron a conocer para informar sobre la condena de Rovirosa, el 5 de diciembre, las autoridades estadounidenses reiteraron que “el cómplice de Rovirosa, Mario Ávila, está prófugo”, y que las agencias estadounidenses como el FBI están investigando el caso.

Así que, la justicia estadounidense podría alcanzar al panista, por más que busque lavarse la cara mediante entrevistas con sus medios de comunicación “amigos”, como ha hecho en meses recientes.

Como detallé en la columna titulada “El panista que sobornaba con bolsos Louis Vuitton y relojes suizos de lujo”, de la documentación del caso se desprende que Ávila Lizárraga era el encargado de negociar, gestionar y operar los sobornos en el mecanismo en que participaron por lo menos otros tres co-conspiradores: un asistente de Ávila, y dos familiares y empleados de Rovirosa.

Ávila operaba sus conexiones de corrupción desde los años en que él mismo llegó como directivo a Pemex en el Gobierno calderonista, y desde que fungió como directivo en la petrolera se involucró en fraudes y escandalosos quebrantos, como los generados por las contrataciones con Oceanografía, contrataciones plagadas de irregularidades por las que incluso Ávila fue inhabilitado.

Respecto a este caso de los sobornos, en agosto pasado, la Secretaría de Buen Gobierno informó durante la conferencia en Palacio Nacional que el caso está bajo investigación también por parte de las autoridades mexicanas.

También que ninguno de los funcionarios involucrados está ya en Pemex, y se están realizando nuevamente las autorías a los contratos.

Respecto al caso en que se condenó ya Rovirosa –y que en semanas próximas se conocerá su sentencia–, si prosigue el juicio contra el hoy prófugo Mario Ávila, como parece que ocurrirá, sería el segundo exfuncionario del panismo que se vería ante un jurado estadounidense; el primero fue Genaro García Luna, el exsecretario de Seguridad Pública actualmente preso en ese país al determinarse su culpabilidad en los delitos de narcotráfico, por su pertenencia a una organización criminal, y otros delitos.

https://www.sinembargo.mx/4735857/el-socio-del-panista-avila-lizarraga/

El papel anestésico del mundial futbolero


Cada mundial futbolero funciona como un dispositivo gigantesco de anestesia social a escala planetaria mediante un despliegue simultáneo de negocios, publicidad, emoción, espectáculo y simulacro de identidad nacionalista colectiva, exageraciones hasta la náusea. Es un fenómeno que, en apariencia, celebra comercialmente la diversidad, la convivencia y la pasión deportiva, pero que, en su estructura profunda, se ha convertido en herramienta eficiente para desactivar el pensamiento crítico y encubrir las contradicciones más dolorosas del capitalismo global. Bajo esta maquinaria, millones de personas canalizan sus deseos, frustraciones y esperanzas hacia un acontecimiento que, lejos de convertirse en espacio de emancipación, sirve para reforzar la lógica del mercado y reproducir el orden dominante; olvidarse de las realidades más crudas. El opio del balón.

Será un año de “reformas laborales”, pero durante las semanas del Mundial (incluso mucho antes y después), la atención colectiva se divorcia de la realidad cotidiana y se concentra en un relato épico cuidadosamente diseñado por vendedores. Las tensiones del empleo precario, la desigualdad estructural, el endeudamiento, la violencia, los recortes sociales y las crisis políticas quedan relegadas a un segundo o tercer plano, no porque hayan disminuido, sino porque el espectáculo ofrece una anestesia de escape que promete una ilusión de pertenencia y triunfo. El consumidor futbolero, que en su vida diaria carece de control sobre los procesos económicos que lo afectan, siente que participa en algo decisivo mediante la identificación simbólica con un equipo nacional, por el que paga fortunas inmensas. Esa identificación, sin embargo, está mediada por corporaciones, marcas globales, intereses financieros y organismos que han convertido el deporte de las patadas en un negocio multimillonario. El resultado es un dispositivo ideológico que transforma emociones legítimas en energía políticamente inutilizada.

Su “mundial” no sólo desvía la atención, también reorganiza la sensibilidad social. La emoción colectiva es administrada y guiada por un guion previamente establecido, en el que cada partido se convierte en una narrativa de héroes, villanos, milagros y tragedias, diseñada para mantener al público en un estado de excitación emocional sostenida, bajo los monopolios mediáticos. La euforia es interrumpida por anuncios publicitarios que prometen felicidad instantánea en forma de consumo; las transmisiones repiten imágenes del pasado que consagran a jugadores como mitos modernos, mientras los estados aprovechan el entusiasmo para reforzar nacionalismos oportunistas y reactivar discursos patrióticos vacíos. La anestesia funciona porque la exaltación colectiva simula una comunidad que, en realidad, no se organiza para transformar su propia vida, sino para contemplar pasivamente un espectáculo ajeno a su control.

Esa anestesia futbolera opera además mediante un mecanismo de sustitución simbólica; el triunfo del equipo nacional se presenta como triunfo del pueblo, aunque nada cambie en la vida material de ese pueblo. La victoria se experimenta como compensación simbólica que amortigua el descontento y reduce la propensión a la movilización política. En este sentido, el Mundial administra un goce colectivo que no conduce a ninguna transformación concreta, sino que recicla la frustración al final del torneo, preparando el terreno para que el ciclo comience nuevamente cuatro años después. Saturan el espacio público con mercancías ideológicas futboleras, análisis interminables, repeticiones, anécdotas, polémicas artificiales, narrativas emocionales y estrategias de mercadeo camufladas. La exageración premeditada crea un entorno donde resulta difícil mantener distancia crítica y donde incluso quienes no se interesan por el futbol quedan atrapados en el flujo simbólico que organiza la conversación pública. La lógica del rating se convierte en la lógica de la sensibilidad, y la opinión colectiva se moldea según las necesidades de las marcas, patrocinadores y corporaciones que sostienen el espectáculo.

Esa anestesia también opera mediante la ilusión de igualdad. Durante el Mundial, se insiste en que “todas las naciones compiten en igualdad de condiciones”, como si la competencia deportiva eliminara mágicamente las desigualdades económicas, políticas y tecnológicas que atraviesan el planeta. Se presenta un escenario donde cualquier país puede “dar la sorpresa”, cuando en realidad la estructura económica del futbol profesional reproduce las desigualdades del sistema global: los mismos países dominan históricamente, las mismas potencias económicas controlan los clubes y las mismas corporaciones obtienen beneficios extraordinarios. El espectáculo oculta estas asimetrías bajo el brillo de la “fiesta deportiva”, transformando una estructura desigual en un show aparentemente democrático.

Pese a todo, el futbol –como expresión humana– tiene un potencial liberador, creativo y comunitario. El problema no es el juego, sino su secuestro por parte de una industria que convierte la pasión popular en un flujo constante de capital. La tarea crítica consiste en recuperar el sentido humano del deporte e impedir que sea utilizado como instrumento de distracción masiva. Esto implica desarrollar una mirada capaz de atravesar la superficie del espectáculo y someter a crítica rigurosa los mecanismos económicos, políticos y sicológicos que lo sostienen. Solamente a partir de esa comprensión puede plantearse una práctica cultural que revalorice el juego como experiencia colectiva y no como mercancía emocional diseñada para neutralizar el descontento social.

En vez de una comunidad anestesiada por el espectáculo, es necesario imaginar comunidades activas que organicen su energía emocional en torno a la solidaridad, la lucha por la justicia social y la creación de formas de vida más dignas. El desafío consiste en transformar la pasión popular en fuerza política y no en simple combustible para una maquinaria global que, mientras celebra el espectáculo, profundiza las condiciones que hacen necesaria la anestesia. En esa transformación reside la posibilidad de que la euforia colectiva deje de ser un paréntesis y se convierta en la construcción consciente de un mundo donde el juego vuelva a pertenecer al pueblo. Se trata de una anestesia que los pueblos pagan con sumas estratosféricas que van a parar al bolsillo de unos cuantos mercachifles.

* Doctor en filosofía   

Si quieres la guerra, dale el Nobel de la Paz

sinembargo.mx


Juan Carlos Monedero

Cárteles de los soles y de las lunas, tráfico de cocaína inventado, acusaciones de falsas financiaciones de campañas electorales a la izquierda por los cárteles y silencio de la financiación real de los cárteles y de Estados Unidos (EU) a la derecha, la democracia por aquí y el fentanilo por allá, armas inventadas de destrucción masiva, los migrantes que amenazan con remplazar a los buenos blancos, el Nobel de la Paz a una mercenaria, asesinatos encubiertos en la lucha contra la droga, retirada de visa y cuentas corrientes a los jueces del tribunal penal internacional, la promesa de hacer un resort precioso sobre los cientos de miles de muertos de Gaza, soltar al exnarcopresidente hondureño Juan Orlando Hernández, condenado a medio siglo de cárcel por traficante, al tiempo que se asedia a Venezuela acusando a Maduro de ¡traficante!, la libertad, la libertad, la libertad, líderes políticos mexicanos, colombianos, hondureños, salvadoreños para los que su más preciado tesoro es la visa para ir a Miami o a Orlando, barcos de bananos del Presidente ecuatoriano Noboa repletos de cocaína camino de Nueva York, el Presidente de Panamá aplaudiendo que Trump quiera anexionarse el Canal, Milei y sus movimientos espasmódicos cuando se reúne con Trump, el fraude de las criptomonedas, la corrupción de su hermana, el hambre de su pueblo y las condecoraciones y dinero norteamericano recibidos para frenar al peronismo, el Mossad espiando y chantajeando a los líderes políticos…

En la terrible película Funny Games (Juegos sádicos), del austriaco Michel Haneke, el protagonista, que está torturando a alguien a quien no ves, y mientras el espectador está aterrado en su butaca en el cine, se gira, mira a la pantalla y pregunta al público: ¿tienes bastante o quieres más? Para justificar la invasión de América Latina sólo falta una serie de Netflix. Ya la están rodando. Y no le cuelan sin que te des cuenta: pagas la cuota mensual para verla. Nos querían distraídos y en una burbuja. Ya casi lo han logrado.

La doctrina de Seguridad Nacional de EU que acaba de presentar Trump es un regalo para los analistas sinceros. Dice el documento, textualmente, que para mantener el modo de vida americano, esto es “Para alcanzar estos objetivos” -dice la doctrina- es necesario movilizar todos los recursos de nuestro poder nacional. Sin embargo, esta estrategia se centra en la política exterior. […] queremos un hemisferio que siga estando a salvo de incursiones extranjeras hostiles o del control de activos clave, y que respalde las cadenas de suministro esenciales; y queremos garantizar nuestro acceso continuo a ubicaciones estratégicas clave. En otras palabras, afirmaremos y aplicaremos un 'corolario Trump' a la doctrina Monroe”.

Es como si hubieran desclasificado en tiempo real documentos secretos que siempre tardan cincuenta años en ver la luz y cuyo secreto es lo que permite que las ratas que siempre justifican los asesinatos puedan sembrar dudas sobre lo que realmente pretenden y hacen los poderosos. No es que todo lo que dice sea verdad. Por ejemplo, dice que toda la política exterior norteamericana desde la Segunda Guerra Mundial era una generosa ayuda exterior. Es mentira. Todo lo que hicieron, todo, era para dominar el mundo, incluso su entrada en la guerra mundial, que fue una decisión para garantizar su hegemonía colonial y para la que no dudaron en lanzar dos bombas nucleares sobre población civil. Todo lo hicieron fue para colocar al dólar como moneda de reserva mundial, vender sus coches, sus mercancías, sus bombas y su Coca-Cola, sembrar el planeta de bases militares para garantizar su dominio, tener petróleo barato, robarse los intelectuales y científicos del planeta, y encadenar a Europa a la OTAN y a América Latina a su dominio. Pero a Trump eso le parece poco, porque hoy ya no lo tienen tan fácil. Lo que antes hacían con la USAID, ahora lo quieren hacer con portaaviones y misiles. Habla el documento del “carácter de nuestra nación en el que se basaban su poder, su riqueza y su decencia”. El Presidente ladrón, putero y asesino, condenado en su propio país por su propia justicia, el que intentó un golpe de Estado contra Biden, hablando de “decencia”. Nos toman por pendejos e, igual, no nos damos cuenta y les damos argumentos para que lo hagan.

Dice el documento: “Queremos proteger este país, su pueblo, su territorio, su economía y su modo de vida contra los ataques militares y las influencias extranjeras hostiles, ya sea espionaje, prácticas comerciales depredadoras, tráfico de drogas y de seres humanos, propaganda destructiva y operaciones de influencia, subversión cultural o cualquier otra amenaza para nuestra nación […] Queremos reclutar, entrenar, equipar y desplegar el ejército más poderoso, letal y tecnológicamente avanzado del mundo para proteger nuestros intereses. […] Por último, queremos restaurar y revitalizar la salud espiritual y cultural de los Estados Unidos, sin la cual la seguridad a largo plazo es imposible”.

Se lo traduzco: queremos que el modo de vida americano que nos ha financiado el resto del planeta, nos lo sigan financiando, y quien nos gane compitiendo, lo vamos a tratar como si nos estuviera agrediendo militarmente. La excusa para operar va a ser la lucha contra la droga y para convencer a los norteamericanos, buena parte de ellos inmigrantes, les vamos a decir que los inmigrantes les quieren quitar el trabajo. Y además, no vamos a dejar que Bub Bunny, Rosalía o Kenny G sigan teniendo tanto éxito en nuestro país. Y os vamos a meter a los que no estéis de acuerdo un misil por el trasero y además un marine, que seguramente es latinoamericano, os va a pegar un tiro en la nuca. Y como volváis a elegir a un Papa como Francisco o busquéis otras iglesias que no sean las evangelistas neopentecostales que os digamos, vamos a volver a crucificar a Jesucristo.

La Italia de finales de la Segunda Guerra Mundial adelantó un comportamiento que EU va a intentar repetir con los capos de la droga mexicanos, ecuatorianos, salvadoreños.

Estados Unidos descubrió, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, que nada frenaba al comunismo tan eficazmente como recurrir a los capos locales que ya frenaban a cualquiera que se les acercara sin permiso. Así que, con la naturalidad de quien pide azúcar al vecino, recurrió a la mafia siciliana para “restaurar el orden” en la isla: un orden muy específico, claro, en el que los jefes mafiosos salían de prisión y los partisanos comunistas volvían a meterse en ella. Washington lo llamó “estabilización”; los propios mafiosos lo llamaban simplemente recuperar el negocio.

La posguerra en Italia se convirtió así en una especie de alianza improvisada donde los servicios de inteligencia estadounidenses y las familias criminales compartían un mismo objetivo: impedir que la izquierda tomara fuerza. Los mafiosos aportaban logística, intimidación y su inigualable capacidad para “persuadir” votantes; Estados Unidos aportaba legitimidad internacional y la bendición de la lucha anticomunista. El resultado fue tan efectivo como cínico: la democracia cristiana avanzó, los comunistas retrocedieron y la mafia quedó instalada como poder paralelo durante décadas, agradecida por la colaboración… aunque nunca demasiado agradecida como para pagar impuestos.

Dice el documento que EU se va a aliar con Rusia contra China. Así que habrá que ver qué dice Rusia, porque como también dice que va a reventar a Europa, no sería extraño que Trump piense que le puede dejar a Putin reconstruir un imperio sobre suelo europeo con la intención de que le deje a él hacer lo mismo en América Latina. O Putin puede ser algo más listo y aliarse con China y América Latina para que el imperio norteamericano pase a la historia con el menor daño posible.

EU quiere poner de rodillas a América Latina, desde México a la Patagonia: “será necesario ampliar el acceso de Estados Unidos a los minerales y materiales esenciales […] Además, la comunidad de inteligencia supervisará las cadenas de suministro clave y los avances tecnológicos en todo el mundo para asegurarnos de que comprendemos y mitigamos las debilidades y amenazas que pesan sobre la seguridad y la prosperidad estadounidenses”. Y continúa: “el restablecimiento del dominio energético estadounidense (en los ámbitos del petróleo, el gas, el carbón y la energía nuclear) y la relocalización de los componentes energéticos clave necesarios constituyen una prioridad estratégica absoluta. Una energía barata y abundante permitirá crear puestos de trabajo bien remunerados en Estados Unidos, reducir los costes para los consumidores y las empresas estadounidenses, estimular la reindustrialización y contribuir a mantener nuestra ventaja en tecnologías punteras como la inteligencia artificial”.

Como digo, que nadie se llame a engaño. Lo que Trump venía haciendo, lo ha convertido en su doctrina de política exterior: “Tras años de negligencia, Estados Unidos reafirmará y aplicará la doctrina Monroe con el fin de restaurar la preeminencia estadounidense en el hemisferio occidental y proteger nuestro territorio y nuestro acceso a zonas geográficas clave en toda la región. Impedirá que los competidores no hemisféricos [China] posicionen fuerzas u otras capacidades amenazantes, o que posean o controlen activos estratégicamente vitales en nuestro hemisferio”. Este “corolario Trump” a la doctrina Monroe es una restauración sensata y firme del poder y las prioridades estadounidenses, de acuerdo con los intereses de seguridad de Estados Unidos. Nuestros objetivos para el hemisferio occidental pueden resumirse así: "Reclutar y expandirnos". Esto es, apoyar a las fuerzas de extrema derecha que le van a poner los países en bandeja, y colocar marines donde los gobiernos no sean amables con esa pretensión. “Queremos que otras naciones nos consideren su socio preferido y las disuadiremos, por diversos medios, de colaborar con otros”, dice el documento.

No va a ser fácil discutir con argumentos a los EU de Trump. Porque han vuelto a recuperar el argumento de los peregrinos del Myflower que llegaron a Plymouth a fundar los EU exterminando a los indios. Dice la nueva doctrina que “la misión del gobierno estadounidense es garantizar los derechos naturales otorgados por Dios a los ciudadanos estadounidenses”. Los derechos naturales, que los definen los curas y los leones, frente a los derechos de la Constitución, que nos hace a todos ciudadanos. En Yemen dice que hay piratas que asaltan barcos; en Venezuela, EU asalta un petrolero venezolano para robárselo. Y encima lo cuenta como si fuera una película. Nos va a robar, exiliar, matar y no pocas de las víctimas van a aplaudir.

Esto es lo que va a hacer EU con la ayuda de los Ricardo Salinas Pliego y Lilly Téllez en México, con Uribe, Abelardo de la Espriella y Vicky Dávila en Colombia, con Noboa en Ecuador, con Nasry Asfura en Honduras, con Bukele en El Salvador y Milei en Argentina, y, por supuesto, con María Corina Machado en Venezuela. El Nobel de la Paz es un dispositivo ideológico para idiotas, como las películas de buenos y malos, como arrasar con Gaza y decir que Trump ha logrado que termine esa guerra o con amenazar en nombre de la libertad a Venezuela, a Colombia o a México si no le obedecen.

Si vis pacem, para bellum, decía la máxima latina. Parabellum era la pistola de los nazis, la conocida como Luger. La Premio de la Paz Maria Corina Machado es la pistola golpista al servicio de los intereses norteamericanos que quiere acabar con la paz en Venezuela y en América Latina.

https://www.sinembargo.mx/4737272/si-quieres-la-guerra-dale-el-nobel-de-la-paz/

Obispos falsificando la historia

Pedro Salmerón Sanginés

El “mensaje” está lleno de muy gordas mentiras o tergiversaciones. El punto II.2 adelanta que 2026 será el año de la “memoria de la resistencia cristera que nos interpela”. Los señores obispos dicen que la “Ley Calles” (la reglamentación del artículo 130 constitucional… casualmente también los magnates petroleros anglosajones llamaron “Ley Calles” a la reglamentaria de las fracciones I y IV del artículo 27, expedida casi simultáneamente y de la que surgió una amenaza de guerra directa) “desató la persecución religiosa más cruenta de nuestra historia”, aunque la única verdadera persecución religiosa de nuestra historia fue la emprendida, a muerte, por los católicos contra las religiones mesoamericanas y aridoamericanas, persecución que duró tres siglos, pero esa es otra historia.

Sigamos: fue por eso, dicen sus señorías ilustrísimas los obispos, que “en enero de 1927, el pueblo católico reprimido inició el movimiento armado conocido como la Resistencia Cristera”. Historia: dicho movimiento lo provocaron los ilustrísimos obispos con la suspensión de cultos en julio de 1926, no en enero de 1927; no hubo represiones del “pueblo católico” antes del inicio de la guerra, y la gran mayoría de los católicos mexicanos rechazaron esa violencia y muchos de ellos, como soldados y agraristas, la combatieron. Por cierto, como historiador es la primera vez que leo la frase “resistencia cristera”.

Lo que sigue es increíble: esa “resistencia” fue “un acontecimiento providencial” (es decir, dictado por Dios): “Cuando el Estado totalitario intentó imponer el dominio absoluto sobre las conciencias, nuestros mártires comprendieron con claridad meridiana la centralidad de Jesucristo: morir gritando ‘¡Viva Cristo Rey!’ era afirmar que ningún poder humano puede reclamar la soberanía absoluta sobre la persona y la conciencia”. No es posible llamar al gobierno de Calles “Estado totalitario”, pero es aún más falso y canalla decir “dominio absoluto sobre las conciencias” o “soberanía absoluta”, sobre todo viniendo de los ilustrísimos obispos que hablan de una absoluta verdad, única, en su forma intolerante y excluyente de ver la fe de Jesucristo. La llamada Ley Calles, buena o mala (más mala que buena), no buscaba prohibir ni implicaba persecución (como la ejercida por los católicos en la Nueva España del siglo XVI), sino regular, quizá en exceso, el culto público: ninguna “soberanía absoluta”, ilustrísimos obispos: mienten ustedes con todos los dientes. Y luego, el dogma, ese sí absoluto, y el discurso inaudito “Cristo es Rey, no el dictador en turno”. El uso de esos términos se repite hasta el cansancio en la parte política del documento, que no examinamos hoy.

Lo que sigue es casi un llamado a las armas, como el de sus irresponsables y cobardes antecesores de 1926 (sí, reitero: irresponsables porque causaron una terrible guerra civil, cobardes porque fueron a instalarse cómodamente al exilio): “El México heroico de los cristeros que dieron su vida por una causa sagrada (otra vez, los señores obispos meten a Dios)… nuestros mártires nos preguntan hoy. ¿ESTAMOS DISPUESTOS A DEFENDER NUESTRA FE CON LA MISMA RADICALIDAD?” (las mayúsculas son mías). ¿La misma radicalidad?, armas en la mano, volando trenes, violando maestras, ahorcando maestros, asesinando en masa a agraristas y comunistas (lo mismo que hacían las fuerzas del gobierno contra los cristeros; tampoco nos engañemos, pero de ese lado nadie habla de la Divina Providencia, ni de la Verdad Absoluta dictada por Dios, ni la palabra de Jesucristo, como lo hacen sus señorías ilustrísimas, los 126 obispos).

Y eso último también es preocupante. ¿Todos, los 126 obispos, están de acuerdo con estas llamadas y con lo que sigue del documento, abierta y agresivamente contra el gobierno y con los términos políticos copiados de los Alitos Moreno, los Marko Cortés, las Lilly Téllez, repetidores de Donald Trump? ¿No queda ninguno, ni uno sólo con la honorabilidad, el humanismo, el valor, la moral cristiana de un Sergio Méndez Arceo, un Samuel Ruiz García, un Arturo Lona Reyes… un Vasco de Quiroga, un Bartolomé de las Casas?

Al parecer, no: están tomando partido, en este mundo en que la ultraderecha y los nuevos fascismos se vuelven cada día más amenazantes. Sus señorías ilustrísimas están violando flagrantemente el octavo mandamiento de su Biblia (no digamos nada de la Constitución) y, peor aún, están llamando al encono, la violencia, la intolerancia, contrarias a las palabras que según los cuatro evangelistas canónicos pronunciaba Jesucristo.

Militarizando la ilegalidad

 John Saxe-Fernández 


La publicación de la nueva estrategia de seguridad de Estados Unidos es una ruta que fomenta la ruptura con la legalidad existente. Presenta el Corolario Trump a la Doctrina Monroe –como lo llama el New York Times “Doctrina Donroe”–, que en suma es el reposicionamiento violento de EU en lo que de manera arbitraria considera su hemisferio por medios militares y letales, si es necesario, para tener control sobre la geografía, el territorio y sus recursos contra toda pretensión de que intereses no hemisféricos –lease China y Rusia– pretendan intervenir de cualquier forma en su patio trasero.

Después de hablar de todo lo que según él ha logrado su presidencia en términos de restablecer la soberanía en sus fronteras, desplegando al ejército para evitar la “invasión” a su país, erradicar la ideología lunática woke y la extremista identidad de género en las fuerzas armadas, resolviendo de paso ocho conflictos bélicos que estaban en curso, “trayendo la paz y estabilidad al mundo” (sic) y enumerando sus objetivos, como ser una potencia industrial, tecnológica y militar, lo cual parece una lista de buenos deseos al no quedar claro los cómos, y ahí queda todo en suspenso.

El geopolitólogo John Mearsheimer ha sostendio que la hegemonía de EU desde la posguerra fría es estructuralmente insostenible a largo plazo: ningún Estado puede mantener su hegemonía global indefinidamente, porque los costos de la proyección de su poder global terminan por exceder las capacidades económicas del hegemón. En palabras de Paul Kennedy, quien ha analizado el ascenso y la caída de las grandes potencias, la sobrecarga imperial precede al colapso.

Parece que hemos llegado a ese momento; Michael Kimmage, historiador, se pregunta ¿qué tipo de orden mundial busca la nueva estrategia de seguridad? (Trump’s Power Paradox. Foreign Affaires, 8/12/25).

Dice Kimmage que partiendo de que para Trump el poder y no los principios son lo que hace que el mundo se mueva –y que sólo él lo puede hacer–, a pesar de sus referencias y admiración a la Doctrina Monroe, el documento carece de sustento histórico y no ofrece una historia alternativa, es una estrategia de seguridad para la era de las redes sociales en su eterno presente.

Kimmage habla también del intento de delimitar el poder de Estados Unidos, ya que si luego del colapso de la URSS, en 1991, las élites estadunidenses pensaban en el dominio permanente de su país en todo el mundo, ahora Trump plantea que el mundo no estadunidense precupa a EU “sólo si amenaza nuestros intereses”. Considera que Europa está en un proceso de crisis civilizatoria y la alianza militar está resquebrajada, por lo que más que una política de alianzas, el documento propone promover a la oposición de extrema derecha.

Nada de eso son buenas noticias para nuestra región debido a que Estados Unidos busca concentrarse en el dominio de “su” hemisferio (sic) y aunque no podríamos esperar algo distinto a lo que ha sido la política injerencista de Washington, el despliegue militar y los asesinatos en el Caribe, así como las amenazas de usar fuerza letal contra Venezuela, Colombia y México, añaden mucha presión sobre nuestra región. Sin embargo, y dada la precipitada crisis legal, política moral que enfrenta Trump dentro de su país, y dados los límites al poder que impone su propia crisis hegemónica, esto limitará las posibilidades de una agresión, sobre todo militar.

No sólo se trata de las derrotas sufridas por los republicanos en las últimas elecciones frente a los demócratas, siendo las más simbólicas el triunfo de Eileen Higgins, luego de 30 años de hegemonía de la ultraderecha cubano-estadunidense, como alcaldesa de Florida, que siguió al triunfo de Zoh-ran Mamdani, en Nueva York, nacido en Uganda y quien se proclama como socialista.

Pete Hegseth esta metido en un problema legal muy grave por los asesinatos extrajudiciales en el mar Caribe, realizados con drones por la armada de EU, que comenzaron el mes de septiembre: 22 ataques con saldo de más de 80 muertos sin autorización del Congreso, sin presentar prueba alguna y sin dar cuentas a nadie.

La cuestión se complicó cuando, según una investigación del Washington Post, Hegseth dio la orden de un segundo ataque para rematar a dos sobrevivientes del primer ataque a una pequeña lancha en llamas y, además, mintió al respecto.

Sin embargo, ese video del 2 de septiembre ha sido visto por algunos miembros del Congreso, quienes sintieron consternación e indignación por la crudeza del hecho, a tal punto que como dice Chris Lehmann, del semanario The Nation, que la petición para su destitución está avanzando y se pregunta “¿Si el asesinato no califica como un delito muy grave, entonces qué esperar?”

Shri Thanedar, congresista demócrata, ha presentado una resolución que culpa a Hegseth por asesinato y conspiración para cometerlo, lo que significa que puede ser culpable de crímenes de guerra.

También la actual secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, una de las figuras más cercanas al presidente Trump, está en el centro de una tormenta legal. Según documentos presentados por el Departamento de Justicia, un tribunal ordenó en marzo detener los vuelos de migrantes hacia la megaprisión en El Salvador, y fue la funcionaria quien de manera ilegal y en violación de la orden del juez, tomó la decisión de continuar con las deportaciones y, lo más impactante, argumentado que “eran ordenes de jueces activistas que utilizan decisiones radicales“ contra las órdenes de Trump, por lo que puede –y debería– enfrentar un juicio por desacato.

¿El fin del reinado de Google? La IA amenaza al buscador estrella

 elpais.com


Manuel G. Pascual

Uno de los interrogantes que trajo consigo el boom de la inteligencia artificial (IA) generativa fue si acabaría con el reinado de los buscadores, dominado con mano de hierro por Google. Dos años y medio después de la irrupción de ChatGPT, empieza a haber señales de que algo se está moviendo. En abril cayeron por primera vez en la historia las búsquedas en Google realizadas en Safari, el navegador de Apple, tal y como adelantó The Verge. Y ayer mismo se supo que OpenAI, la desarrolladora de ChatGPT, lanzará en las próximas semanas un navegador web impulsado por IA, lo que supone un desafío al reinado de Google Chrome, el más usado del mundo.

El 7 de mayo, cuando trascendió que las búsquedas habían caído en Safari, las acciones de Alphabet, la empresa matriz de Google, cayeron un 7,5%, eliminando unos 128.000 millones de euros de su capitalización bursátil. El motivo: un alto ejecutivo de Apple dijo que la tecnológica estaba “estudiando activamente” reformular Safari para que realizara búsquedas basadas en IA, según avanzó Bloomberg, incluso a pesar de que eso le supondría dejar de obtener 17.000 millones de euros anuales por el reparto de ingresos. Ese movimiento desplazaría todavía más a Google, el buscador por defecto en los iPhone y demás dispositivos Apple.

Si la gente se acostumbra a dialogar con una herramienta capaz de estructurar la información y de responder preguntas, los buscadores tradicionales tienen los días contados. Es más cómodo formular preguntas que hacer una búsqueda por palabras clave e ir pinchando en los enlaces facilitados hasta encontrar el bueno. Ese cambio de hábito ya está sucediendo. El 92% de los estudiantes de secundaria de EE UU ya usa la IA generativa, según concluye un estudio, frente al 66% que lo hacía en 2024. Otro informe de la consultora Lily AI asegura que el 40% de los compradores ya usa asistentes de IA, y no buscadores, para informarse de los productos antes de realizar una compra.

La semana pasada volvieron las turbulencias. Se rumorea que la empresa de la manzana podría intentar hacerse con Anthropic, la empresa fundada por uno de los miembros del equipo inicial de OpenAI, Dario Amodei, para que Siri recupere brillo. Ya se publicó que la tecnológica estaría interesada en adquirir Perplexity AI, la desarrolladora del buscador inteligente del mismo nombre. En los últimos días se le ha relacionado también con OpenAI. Preguntadas sobre la veracidad de estas informaciones, fuentes de Apple se limitan a decir que la compañía no se pronuncia sobre rumores. Sin embargo, todos reman en una misma dirección: reforzar el área de IA, lo que confirmaría la intención de desplazar a Google.

En Google son conscientes de que algo se está moviendo. Hablan de “un profundo cambio” en la forma en que se usa su buscador, que tienen una cuota de mercado del 90%, según datos de Statcounter. “La gente viene a Google para hacer más preguntas, incluyendo preguntas más complejas, más largas y multimodales”, explican fuentes de la tecnológica. “Creemos que el futuro de la Búsqueda es pasar de la información a la inteligencia”, añaden esas fuentes.

De acuerdo con los datos que maneja Google, los usuarios con sesión iniciada de 18 a 24 años realizan más consultas cada día que otros grupos de edad, por lo que no temen. A ello puede haber contribuido las búsquedas visuales, ya sea con Google Lens (a través de la cámara del móvil) o con la funcionalidad de rodear con el dedo un objeto de una imagen para hacer la búsqueda (Circle to Search).

Impacto en las cuentas

Google ha construido su imperio gracias a la monetización de los datos que recoge de los internautas. Su dominio en los buscadores y en los navegadores (Chrome es el más usado del mundo, con una cuota de mercado superior al 65%, según Statista) le ha permitido saber mucho sobre nuestros gustos. Esa información la ha transformado en dinero usándola para segmentar la publicidad online: los anunciantes la pagan para llegar a los perfiles concretos que consideran su público objetivo.

Google y Meta llevan una década y media controlando el mercado publicitario digital, llegando a canalizar en 2021 el 70% de la inversión total en España, según datos de la CNMC. En los últimos años, a Google y Meta se le ha sumado Amazon. Este triunvirato controló en 2023 el 60% de los ingresos publicitarios mundiales digitales, según datos de Stocklytics. Google lidera el ranking, con una cuota de mercado en torno al 35% (en 2024 ingresó más de 264.000 millones de dólares), seguida de meta, con un 19% (160.000 millones de dólares en 2024). Ese mismo año, Amazon ingresó 56.000 millones.

Los buscadores y las redes sociales acaparan el 44% de la inversión total, según la consultora Media Hotline, precisamente porque permiten a los anunciantes colocar su mensaje exactamente a los perfiles que les interesan. Pero si la gente deja de usar el buscador, o si menos usuarios recurren a él, como podría suceder si Apple lo deja de poner por defecto en sus aparatos, su negocio se podría resentir. Lo mismo pasaría si la experiencia de navegación en internet deja de transcurrir en navegadores o redes sociales, tal y como sucede hoy, y se desplaza a las herramientas de IA generativa. De ahí la importancia de que OpenAI se lance al negocio de los navegadores, un proyecto que ya había barajado el equipo de su CEO, Sam Altman. Según avanza Reuters, no sería un navegador al uso, sino que podría tener la apariencia de un chat, parecido a ChatGPT.

¿Ponen estos movimientos en peligro los ingresos de Google? ¿Se está notando ya en las cuentas? La compañía ha preferido no responder a EL PAÍS. “Google está preparada para un escenario en el que ingrese menos por su buscador”, opina Cecilia Rikap, profesora de Economía en la University College London y directora de investigación del Instituto para la Innovación y el Propósito Público (IIPP) de ese centro. “Hace años que la mayor apuesta de la compañía es la nube, y está usando sus ganancias de publicidad para financiar, y hasta subsidiar, su expansión en ese negocio a precios relativamente más bajos que Amazon y Microsoft”, subraya.

Para esta investigadora, que estudia la forma en que las grandes tecnológicas acaparan la generación de conocimiento, la mera existencia de ChatGPT y otras herramientas de IA generativa, como Copilot (Microsoft), Llama (Meta) o Perplexity, “le sirve para justificar que no tiene un monopolio en búsquedas”. Google introdujo la IA en su buscador, y normalmente ofrece esa respuesta fabricada en primer lugar, antes de los resultados tradicionales. “En los últimos seis meses, el volumen de búsquedas con cinco o más palabras creció 1,5 veces más rápido que las consultas más cortas en comparación con el mismo período del año pasado”, aseguran fuentes de la tecnológica.

Meta, el archienemigo de Google en el mercado publicitario, cree que el auge de la IA generativa puede impulsar su negocio. Según fuentes de la compañía fundada por Mark Zuckerberg, casi todos los anunciantes que apuestan por Meta usan al menos una de las herramientas de IA que están a su disposición para controlar el rendimiento de sus anuncios.

Superada en su propio juego

El lanzamiento en abierto de ChatGPT en noviembre de 2022 logró trastocar la estrategia de los gigantes tecnológicos. La gran acogida que tuvo la primera gran herramienta en abierto de IA generativa obligó a reaccionar al sector. Apenas dos meses después, en enero de 2023, Microsoft anunció un acuerdo con OpenAI, los desarrolladores de ChatGPT, que incluía una inversión de 10.000 millones.

Google, que hasta ese momento llevaba la delantera en la IA, reorganizó sus equipos de investigación y creó un superlaboratorio del que saldría Gemini. Fusionó DeepMind, que hasta entonces investigaba en un plano más teórico, con Google Brain, su otro gran equipo de científicos. Puso al frente de todo ello al británico Demis Hassabis, que recibió el año pasado el premio Nobel de Química en reconocimiento a su herramienta de IA para comprender el diseño de las proteínas.

El movimiento evidenció cierta urgencia en la obtención de resultados. Pese a que fueron científicos de Google quienes desarrollaron el modelo Transformer, la arquitectura de redes neuronales que hace posible la IA generativa, fueron otros, OpenAI, quienes dieron con la tecla y colocaron esa tecnología en el foco. OpenAI fue, de hecho, la respuesta de Elon Musk para disputarle el monopolio de la IA a Google y DeepMind.

Pero Google ha reaccionado, y la familia de modelos Gemini sigue en la pelea. Eso sí, sin la posición de dominio de la que goza el buscador.

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