Pedro Echeverría V.
1. Es realmente alarmante la situación que atraviesa la educación nacional. Con un presidente de la República (ilegítimo), una secretaria de Educación que no tiene la menor idea de su encargo y una dirección sindical nacional absolutamente corrupta, nuestra pobre educación pública acelera cada vez más su desplome. No sólo los informes internacionales colocan a México en la cola de los demás países en calidad, inversión educativa, investigación; también es claramente observable cuando con una actitud reflexiva y crítica alguna persona se dedica a investigar los que sucede. Los profesores que conforman la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) están ubicados en el camino correcto al mantener de manera consecuente sus batallas por la transformación educativa y sindical. Por ahora parece ser el único camino consecuente, el de la lucha, para poner de pie la educación que está de cabeza. Se requieren más propuestas educativas que rompan con todas aquellas subordinadas a los intereses de los grupos económicos internacionales que dominan en el país.
2. Así como Perú, Bolivia o Venezuela, México es una nación con una enorme riqueza cultural. En la parte central, en el sur y sureste de su territorio, durante dos mil años, se desarrolló parte de la gran cultura mesoamericana que se extendió hasta Guatemala, El Salvador, Belice y en algunas porciones de Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Se trata de una enorme región cultural de gran diversidad étnica y lingüística, cuya unidad cultural se basó en una serie de valores. Durante los siglos del XVI a XVIII, México vivió 300 años de conquista y colonización española y, a partir del segundo decenio de siglo XIX, como la mayoría de los países de América Latina, logró su independencia de España, pero las garras del capitalismo europeo y yanqui, portando una nueva cultura, se afianzaron en nuestro país. De todas maneras, aunque México jamás haya logrado su autonomía total –como seguramente tampoco la mayoría de los países del mundo- esos cambios culturales le dieron una enorme fortaleza y solidez.
3. México, al lograr su independencia, atravesó por un largo período de inestabilidad en busca de un proyecto de nación. Al iniciase el siglo XX vivía en medio de una feroz dictadura de 35 años de los terratenientes, de los militares, de la Iglesia y de los inversionistas extranjeros, europeos y yanquis. La educación escolar privada era recibida por una minoría de privilegiados que les sirvió muy bien para someter con mayor eficacia a los esclavos miserables y oprimidos de un pueblo con un 90 por ciento de analfabetismo. Fue necesario el triunfo de una gran revolución burguesa, la Revolución Mexicana de 1910-1917, para que se implantara por la fuerza la educación pública en todo el país. La Revolución, con la fundación de la Secretaría de Educación Pública (SEP) en 1921, tuvo que luchar contra los caciques, hacendados terrateniente y el clero para que pudieran abrirse escuelas rurales, así como para iniciar la batalla contra el analfabetismo. Esa lucha, por lo que se conoció como conciencia nacional, fue ejemplar.
4. Fue así como, partir de 1921 (cuando José Vasconcelos fundó la SEP y se inició la gran campaña de “identidad nacional”) se crearon escuelas y “casas del pueblo” y, poco después, normales rurales. La realidad es que podría decirse que la educación ha tenido tres grandes etapas fundamentales: 1. La que va de 1921 a 1940 que puede ser la rural revolucionaria; 2. La de 1940 hasta 1976 que es la urbana capitalista, y 3. De 1976 hasta 2007 que corresponde a la globalización imperialista. Cada período o etapa educativa ha correspondido estrictamente al modelo económico y político que se ha impuesto en el país obedeciendo siempre a los cambios internacionales, sobre todo a partir de 1940 y la segunda guerra mundial. Es erróneo pensar que el proceso educativo mexicano sólo obedeció a la realidad nacional. Dado que la economía del país, por lo menos desde 1940 ha sido muy dominada por el gobierno e inversionistas yanquis y esa dependencia ha impuesto modelos económicos y valores culturales, la educación se subordinó.
5. La muy baja capacidad y la poca conciencia de los funcionarios públicos ha sido importante, así como la presencia del sindicalismo al servicio de líderes magisteriales corruptos con su enorme poder, juntos, han contribuido al estancamiento y la caída de la educación mexicana; sin embargo hay otros fenómenos –al parecer de mucho mayor peso- que han determinado el rumbo y los retrasos educativos. Muchos países, como México, vivieron un tanto aislados del contexto internacional hasta la Segunda Guerra y del surgimiento de organizaciones internacionales como la ONU; por eso pudieron aplicar políticas que obedecían a sus dinámicas internas. Luego de los acuerdos internacionales, la suscripción de “apoyos” y préstamos, así como de objetivos y programas educativos que obedecían a intereses de los más poderosos países capitalistas, llevaron a cambios esenciales a los que México no pudo, ni quiso, aislarse. Más bien aquellas recomendaciones internacionales se vieron como muy modernas.
6. La educación mexicana en sus primeros años – de 1921 a 1940- respondió al enorme impulso de la revolución agraria y antiimperialista que buscaba repartir latifundios, defender el patrimonio nacional, acabar con los prejuicios religiosos, organizar a los indígenas y campesinos para el trabajo y propagar una vida sana y libre. Casi el 80 por ciento de la población vivía en el campo, producía para él y por eso recibía una educación que respondía a esas necesidades campiranas. Los planes, los programas, las asignaturas, giraban en torno al trabajo y a las necesidades de los hombres del campo. Las ideas de los funcionarios de gobierno y de los profesores obedecían a las necesidades de la agricultura. El profesor, el cura y el médico rural llegaron a representar la esperanza de los indígenas y campesinos. Aunque no todo era maravilloso porque los terratenientes, caciques y funcionarios corruptos buscaban siempre favorecerse, las comunidades vivieron muy lejos del consumismo capitalista urbano.
7. A partir de los años 40, durante el gobierno de Ávila Camacho, se empezaron a registrar cambios educativos radicales que obedecieron (esencialmente) a circunstancias internacionales. En México cambió la orientación política del gobierno; en 1943 se transformó el texto del artículo 3 constitucional quitándole el objetivo “educación socialista” para ponerle “educación democrática”. Asumió Torres Bodet la secretaría de Educación y se fundó el Sindicato Nacional de Trabajadores de Educación (SNTE). Al concluir la guerra se creó la ONU y en 1946 se instrumentó la UNESCO para “recomendar” o imponer en la práctica, políticas educativas en el mundo. Al mismo tiempo las políticas de inversiones extranjeras fueron capitalizando el campo en beneficio de un sector de inversionistas, mientras se abandonaba a los campesinos a su suerte. Paralelamente se apoyaba el crecimiento de las ciudades. Dado que las órdenes educativas siempre surgieron de la SEP, los planes y programas se adecuaron a lo nuevo.
8. Mientras el campo fue siendo abandonado por falta de inversiones y empleo, las ciudades crecieron aceleradamente al mismo ritmo en que las inversiones en la industria, el comercio, las carreteras y los transportes se hacían mayores. Los grandes empresarios y los poderosos funcionarios del gobierno de Miguel Alemán, en estrecha alianza con los inversionistas yanquis, se enriquecieron enormemente en unos cuantos años. Los planes y los programas educativos, así como la orientación de los profesores, se fueron adecuando a las necesidades de las ciudades. Los valores educativos fueron cambiando al mismo ritmo en que se abandonaba el campo y la agricultura. La corrupción dentro del sindicato de maestros (SNTE) creció. No fueron los profesores, sino los objetivos educativos de la SEP los que impusieron la nueva orientación educativa. No fueron los profesores los que por su gusto abandonaron el campo y la educación a los campesinos, sino la nueva realidad citadina hizo cambiar todo.
9. La educación en México recibió un gran impulso educativo en los años sesenta con el Plan de Once Años de Torres Bodet (1959/70 en la época lópezmateista y el segundo empuje de la época echeverrista (CCH, UAM, Bachilleres); fueron sólo querer poner al día a la educación nacional que requería el capitalismo para su desarrollo. La realidad es que lo único que se buscaba era capacitar mano de obra para integrarla a la producción y al mismo tiempo frenar la gran demanda educativa nacional en la escuela primaria de los sesenta y media superior y superior de los setenta. En aquellos sexenios lo gobiernos priístas pudieron frenar en parte el descontento, aunque el movimiento de 1968 anunció que algo grave pasaba. En los hechos la política educativa de Echeverría buscó recuperar el apoyo que el gobierno perdió en 1968 y, aunque logró el de los intelectuales Benítez, Fuentes, Paz, el presidente LEA salió con la mancha de la guerra sucia de 1971/74.
10. La tercera etapa -1976-2008- pertenece al proyecto neoliberal privatizador que se inicia con la gran producción petrolera, su profunda crisis en 1981 y la firma en 1982 de la vergonzosa carta de intención entre el gobierno mexicano y los bancos financieros internacionales. En ese año México inició su entrega total como país al permitir la supervisión de una serie de cláusulas que esos bancos internacionales impusieron. La educación de ahora sólo responde a los intereses el gran capital internacional que mediante la reconversión industrial impone la competitividad subordinada. La universidades han impuesto en sus planes y programas la rentabilidad económica para beneficio de empleadores. Si bien la educación como producto de la revolución terminó en 1940, a partir de los ochenta ya no queda nada que responda a intereses nacionales. A partir de 1982 con la imposición del neoliberalismo político y económico, la educación pública comenzó a desplomarse para dar paso a la educación privada.
11. Con el proyecto de privatización que se inicia con el presidente De la Madrid, que se profundiza con los mandatarios Salinas, Zedillo, Fox y Calderón, se ha impuesto, como adelante he dicho, la competitividad subordinada y la reconversión industrial en la educación. Se busca identificar a la sociedad con los empleadores que son quienes en los hechos imponen el proyecto educativo. Logran que los profesores y los investigadores se supediten a criterios de mercado, a lo que se llama criterios de rentabilidad económica. Con el argumento de que todos los egresados deben lograr empleo se orientan todas las carreras universitarias a las necesidades del mercado laboral y se abandona lo humanístico. Con la individualizada carrera magisterial y los contratos de investigación con empresas privadas, se hizo a un lado la lucha colectiva y las batallas sindicales por conquistas comunes. Se dio un golpe a las organizaciones de trabajo, a las asambleas y las acciones colectivas para apoyar el individualismo.
12. En México desde 1984, junto con la firma del Tratado de Libre Comercio, se creó el CENEVAL con el argumento de que las evaluaciones ayuden a unificar programas y conocimientos con otros países. El centro de evaluación se convirtió en un gran negocio multimillonario privado al mismo tiempo que ha servido para rechazar de la escuela pública a millones de estudiantes y, al mismo tiempo encaminarlos a los negocios de los colegios privados. El CENEVAL que las luchas estudiantil expulsaron de la UNAM se impuso en el país vía SEP y universidades de provincia. La calificación que desde ha dos decenios conocemos de la educación pública mexicana la coloca en los últimos lugares del mundo. La educación mexicana seguirá desplomándose si los estudiantes y profesores no le ponen un freno a esas políticas educativas entreguistas de todos los gobiernos neoliberales y privatizadores. La batalla por una buena educación es tarea de todo el pueblo y, para ello tenemos que trabajar.
Para construir un proyecto de educación pública, gratuita, laica, obligatoria y popular.
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