Tres llamadas
Eduardo Ibarra Aguirre
A mediodía del sábado 30 me habló por teléfono Esperanza García Campa, como a ella le gusta que la llamen por ser la viuda del dirigente ferrocarrilero y del comunismo mexicano, para fortalecerme en el duro trance que pasamos los que hacemos posible Forum desde hace 17 años. Lo anterior, a partir de que Gerardo Maximiliano Cortázar Lara giró la instrucción para que la revista fuera bloqueada por los anunciantes de todas las dependencias del gobierno federal.
--No puedo ponerlo en escritos, en cartas, pero cuídate mucho. Los necesitamos, a ti y a la revista –concluyó la solidaria voz a la que persuadí de que se trata de un boicot comercial nada más.
Más tarde, Teresa de Jesús Gil Gálvez, la experimentada reportera, me transmitió la mala noticia sobre el fallecimiento de Gilberto Rincón Gallardo y Meltis. Y los años 1972-80, en que más lo traté, se me vinieron encima.
Corroboré, nuevamente, que nadie abandona este terrenal mundo en forma súbita y por única vez.
No. Partimos en pedacitos. Cada recuerdo, cada sueño sobre los seres queridos, aunque también existen los odiados, que partieron primero que nosotros, es una vivencia grata o ingrata que se alojó en la inmensa y compleja recámara de la memoria para no dejarlos ir totalmente.
Como fuere, tras abandonar el Palacio negro de Lecumberri, el 22 de diciembre de 1971, este gallardo comunista de una pieza, no sólo de sus rincones, se incorporó a la redacción del semanario Oposición a partir del número 35 como jefe de información y este reportero en ciernes figuraba desde el número 22 como colaborador. Más tarde lo sustituí y él se convirtió en jefe de redacción.
En 1967 me contó el profesor Orozco, de la capital de Chihuahua, que en una ocasión Gilberto se hospedó en su casa. Se instalaron en la sala a conversar y tomar una copa. El anfitrión descolgó una guitarra de la pared y se la aventó a Rincón sin percatarse de la malformación de brazos y manos.
--¡Échate una, camarada! –le dijo el profesor.
Rincón Gallardo alcanzó con esfuerzos a atrapar la guitarra y simplemente contestó: ¡No sé tocarla!”
En el arranque del quehacer periodístico, en el que ya cubrí 38 años, Gilberto fue un hombre muy importante en mi formación profesional y política, a base de una paciencia y calor humano que no conocí a nadie más en el Partido Comunista Mexicano.
Pero no sólo virtudes tienen nuestros muertos. Los olvidos recurrentes de Rincón son célebres. Se retiraba de las oficinas de Frontera 100, en la colonia Roma, y a la media hora regresaba por el hijo que había olvidado. Hasta el detalle de que extravió el único texto mío no publicado por esa razón, no como argucia de los abundantes censores, sobre el IX Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, realizado en Berlín.
“¡Fitina, fitina, compañero es lo que necesitas tomar!”. Le decía desesperado Arnoldo Martínez Verdugo, director del semanario.
Acaso producto de esa relación, el 2 de marzo de 1973, El piricho nos acompañó a Alba Martínez Olivé y a mí, como testigo de casamiento civil. Siete años más tarde se produjo la separación y percibí distante al amigo, al compañero. Como a muchos y muchas.
A diferencia de Valentín Campa Salazar, para quien hasta el final de sus días y ya sin que compartiéramos filas partidistas, siempre me distinguió con el afecto para el ahijado. Hermano, me decía él.
La tercera llamada telefónica que quiero compartirle fue la de Esperancita. Con la voz destrozada por la tristeza, me informó del fallecimiento del hombre que hasta el último minuto de sus 69 años de edad bregó por la igualdad, el respeto y la no discriminación.
Me platicó doña Esperanza sobre las visitas que cada jueves y cada domingo realizaba Gilberto, primero a Lecumberri y después a Santa Martha Acatitla, para que Campa mantuviera relación fluida con la dirigencia comunista y las organizaciones llamadas, entonces, de frente amplio.
El entrelazamiento de los dos personajes formados y forjados en el comunismo azteca, me condujo a compartirle las llamadas telefónicas que, siendo privadas, se ocuparon de hombres absolutamente públicos.
Una precisión final. Dice una nota de la agencia NotieSe: “No obstante siempre haber militado en la izquierda, el abogado de profesión, no se dejó llevar por el dogmatismo comunista”. Es muy probable que el redactor ignore que, desde 1981, los estatutos del PCM fijaban que los hombres y las mujeres podían ingresar a sus filas con independencia de las preferencias sexuales. Y que la primera iniciativa de ley sobre maternidad voluntaria la presentó el Grupo Parlamentario Comunista.
Acuse de recibo
La Agencia de Información Laboral registra: “Con el asesinato del lotero José Omar Galeano Martínez, presidente nacional de la Federación Colombiana de Loteros, ocurrido el pasado sábado en la ciudad de Buga, Valle, ya son 38 los sindicalistas (34 hombres y cuatro mujeres) que este año han perdido la vida violentamente en Colombia, según datos de la Escuela Nacional Sindical”. Durante 2007 fueron asesinados 39.
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