Detrás de la noticia
“¿Ya
vio lo de Chávez, qué increíble, se necesita estar loco para votar por
un tipo así, no? Me soltó en el elevador la dama emperifollada. “No,
francamente no creo que 7 millones de venezolanos estén locos”, alcancé
a responderle antes de que enmuinada se bajara en su piso.
No
sé ustedes qué piensan, pero a poco no les llama la atención que haya
tantos mexicanos con entripado por el triunfo de Hugo Chávez Frías.
Desde luego que no son todos pero sí una buena parte que hasta se
enfurece porque Chávez siga gobernando una nación que suponen
manipulada por su dictadura implacable. Ellos que son tan propensos a
burlarse de los complós, suponen uno sistemático del tirano Hugo en
contra de sus paisanos a los que ha de controlar a base de hipnosis
colectiva o de algún químico ablanda-voluntades distribuido a través de
la red de agua potable. De otra forma no se explican que un “personaje
tan nefasto” haya sido reelecto por tercera vez consecutiva. “Cómo no,
si se roba los votos” dicen, aunque no puedan citar un solo observador
internacional —el Centro Carter incluido— que haya jamás declarado como
fraudulentas las elecciones venezolanas. Por tanto he de atribuir el
visceral antichavismo mexicano a la parte que le tocó al propio Chávez
en aquella campaña contra López Obrador como peligro para México y los
subsecuentes spots en los que se le demonizaba comparándolo con el
mismísimo presidente sudamericano.
Lo
que también es notable es el odio visceral y desinformado, porque
ninguno de los detractores mexicanos y gratuitos de Chávez es capaz de
argumentar su animadversión. Vaya, ni siquiera de contestar un
cuestionario tan elemental como: cuántos habitantes tiene más o menos
Venezuela; con qué países colinda; si ve o no al Mar Caribe y menos aún
algo tan sofisticado como la importancia de PDVSA —“¿Qué es eso, eh?”—
en la economía local. Simplemente no soportan a Chávez ni por como se
ve, ni por lo que dice, ni por sus actitudes, ni siquiera cuando canta
nuestras rancheras.
Así
que para documentar su antichavismo crónico, les van algunos argumentos
para ennumerar los reclamos más comunes al gobierno de este coronel
golpista calificado también de populista, caudillo y dictador y que son
inocultables desde la óptica de sus opositores: la destrucción de la
estructura tradicional de la economía venezolana y sus grandes
empresas; la dependencia creciente de importaciones, ha alcanzado 48
mil millones de dólares; según Human Rights Watch, la violación de los
derechos humanos amparada en un férreo control de los medios; un
sistema carcelario de los más violentos; una corrupción en aumento,
sólo superada por Haití en el continente según Transparencia
Internacional; la ausencia de un Estado de derecho pleno por el control
de un Poder Judicial dependiente de la presidencia; un grave déficit
democrático sin separación de poderes; en salud, la reaparición de
enfermedades endémicas; una política exterior unipersonal y no
institucional y la ausencia de diálogo político con opositores.
Pero
los mismos que propugnan estas graves deficiencias se niegan a
reconocer los logros que sí se aprecian dentro y fuera: durante el
gobierno bolivariano la extrema pobreza se redujo de 42 a 9.5 %; en
2005 Venezuela alcanzó la meta de la UNESCO de “territorio libre de
analfabetismo”; su gobierno invierte 4.2 % de su PIB en salud, más que
nadie en América; el desempleo se redujo a la mitad; el país ha
experimentado 20 trimestres consecutivos de crecimiento económico; ha
alcanzado también la soberanía alimentaria; la deuda pública pasó de
73.5 a 14.4 del PIB ; las reservas internacionales crecieron de 14 mil
a 41 mil millones de dólares en este lapso.
Supongo
que estas cosas también contaron para un resultado que se apresuró a
reconocer el candidato opositor, Henrique Capriles. Por lo que sospecho
que aquí hay más antichavistas. De esos a los que hasta lo que no comen
les hace daño. ¿A poco no?
Periodista
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