Entrevista a Karla Michel Salas, presidenta de la Asociación de Abogados Democráticos, experta en litigio estratégico y abogada del caso conocido como ‘Campo Algodonero’
Madrid, 13 marzo. 14. AmecoPress. Que
las mujeres mueran por el hecho de ser mujeres es evitable. El
Feminicidio es prevenible y puede desaparecer. Esa es la clara idea que
transmite la mexicana Karla Michel Salas, presidenta de la Asociación
de Abogados Democráticos, experta en litigio estratégico y abogada del
caso conocido como ‘Campo Algodonero’. Vino a Madrid para participar en
las jornadas ‘Feminicidio en Mesoamérica: crimen organizado, respuesta
estatal e impunidad’, organizadas por la Asociación de Mujeres de
Guatemala. AmecoPress habló con ella.
Si analizamos
los datos que tenemos sobre asesinatos de mujeres en países como
México, El Salvador o Guatemala desde el enfoque defendido por Karla,
se pueden extraer algunas consecuencias. La primera es que los Estados
son responsables por no poner remedio para prevenir y castigar estas
muertes. Desde 1999 hasta 2009, la tasa de feminicidios creció en El
Salvador un 194 por ciento. En Guatemala 2 mujeres son asesinadas cada
día, habiendo sido en muchos de los casos previamente agredidas
sexualmente y mutiladas. En 25 años se han asesinado en México 36. 600
mujeres. Tan solo el 1 por ciento de estos asesinatos tiene condena.
“Lo que hemos
documentado en este delito es que, a diferencia de otros donde el autor
se esconde para no ser castigado, los asesinos no se ocultan, sino que
exhiben su obra y la utilizan para enviar mensajes. Esto es reflejo de
la impunidad existente”.
Lejos de
retroceder, los asesinatos a mujeres aumentan y enraízan con el
conflicto del narcotráfico. De los 1.488 feminicidios cometidos en
Ciudad de Juárez (México) en los últimos 25 años, el 60 por ciento se
han cometido del año 2008 hasta la fecha, “cuando comienza una guerra
entre cárteles de narcotraficantes que, además, el Gobierno acomete
incomprensiblemente con el envío de 8000 agentes armados”.
Pero la
abogada huye de la interpretación simplista cacareada por el Gobierno:
son las pandillas, los narcotraficantes, los responsables del
crecimiento de la violencia hacia las mujeres, dicen. “No es así”,
sentencia Karla. “El Feminicidio es un fenómeno previo a narcotráfico y
desde luego que no es exclusivo de una zona del planeta; es mundial, es
la expresión más cruel del machismo, es histórico y es evitable”. Lo
que sucede, según explica la experta, es que estas bandas o pandillas
se alimentan de jóvenes sin formación, sin recursos, adictos a las
drogas, que son el brazo armado de los señores del narcotráfico, unos
señores que están coludidos con la oligarquía y también con la clase
política, y que son intocables.
“Del 30 por
ciento de los feminicidios que se comenten en México, el Estado tiene
identificados a los responsables. La impunidad entonces tendría que ser
del 70 por ciento. Sin embargo, el nivel de impunidad es del 99 por
ciento. Es decir, las autoridades, aún sabiendo quién fue el
responsable, no investigan. Por tanto estamos hablando de una situación
estructural de violencia y de impunidad muy grave”, ilustra Karla
Michel Salas. “Y la impunidad propicia la repetición del crimen”.
El reconocimiento del fenómeno
Frente a esta
impunidad, el reconocimiento de la existencia del fenómeno por la ley y
su visibilización “tiene un potencial transformador”. Como dijo en 1996
Marcela Lagarde, antropóloga feminista mexicana, “es importante
nombrar”. Lagarde señaló que los crímenes contra mujeres que se estaban
produciendo en Ciudad Juárez (México) eran feminicidios. Fue la primera
vez que se utilizó este término en América Latina. En 1993 la sociedad
civil de Ciudad Juárez comienza a contabilizar y denunciar que hay un
gran número de mujeres y niñas desaparecidas, muchas de las cuales se
hallaban muertas, violadas o mutiladas, sin que el Estado hiciera nada
para investigar y castigar estos delitos.
Las madres,
las hermanas, las amigas, las abuelas –“casi siempre mujeres, señala
Karla”- de las víctimas se empiezan a organizar para exigir justicia, y
ante la negativa de ser escuchadas por la autoridad en México, alzaron
la voz a nivel internacional. En
noviembre de 2009 la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)
imparte la primera y única sentencia emitida por este Tribunal sobre
feminicidio. Sentó un precedente en términos jurídicos, porque señala
la implicación que tienen que tener los Estados a la hora de la
prevención, la investigación y la sanción de la violencia contra las
mujeres.
“No existe una
convención internacional que establezca cuáles son las obligaciones de
los Estados para la prevención y la sanción de la violencia contra las
mujeres, por lo que esta sentencia refleja este consenso, al menos
discursivo, de que la violencia tiene que ser condenada”, explica la
abogada. El Parlamento Europeo en el año 2010 emitió una resolución
donde reconoce la sentencia de la Corte Interamericana e invita a los
países de América Latina, e incluso europeos, a que utilicen esta
resolución como una guía de buenas prácticas para la erradicación de la
violencia contra las mujeres.
“La violencia
contra las mujeres no sucede solo en Latinoamérica”, recuerda Karla,
justo al día siguiente de conocerse los resultados de una macroencuesta
sobre violencia de género realizada por la Agencia de los Derechos
Fundamentales de la UE que ponen de manifiesto que 62 millones de
europeas han sufrido violencia machista y tres de cada cuatro siguen
sin denunciar.
“La sentencia
del Campo Algodonero representa un logro histórico: sentar al Estado
mexicano en el banquillo de los acusados y decirle que es culpable por
la muerte de estas mujeres y que pudo haberlo evitado, que debió
haberlo prevenido, investigado y sancionado, es un avance y una
satisfacción para las familias de las víctimas. A partir de esta
sentencia en México logramos tipificar el feminicidio”.
Karla se
muestra decidida a acabar con los asesinatos de mujeres. “No vamos a
parar”, advierte riendo. Sabe que la acción de las mujeres organizadas
y comprometidas es fundamental, pero también conoce el riesgo que
corren. Nos habla de la asociación ‘Nuestras Hijas de Regreso a Casa’,
presidida por Norma Esther Andrade cuya hija fue secuestrada, torturada
y asesinada.
La asociación
ha tenido que diluirse de Ciudad Juárez por las amenazas y los
atentados recibidos. En el 2011 Norma Andrade recibió 5 disparos a las
afueras de su casa, a los que sobrevivió. Se trasladó a Distrito
Federal (México) donde sufrió otro atentado, lo que la llevó a
mantenerse en paradero desconocido. Marisela Ortíz, cofundadora de la
organización, se encuentra tramitando su asilo político a EEUU por las
amenazas y hostigamientos que viene sufriendo. Desde 2008 las
integrantes de la asociación tienen medidas cautelares de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos.
Foto: Amecopress
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