Pedro Miguel
Empezó
con el golpe a Elba Es-ther Gordillo, jefa de lo que podría
considerarse un feudo propio, aunque díscolo. La idea, al parecer, era
dar un escarmiento anticipado a disidencias internas en potencia, así
como cortar de tajo cualquier posibilidad de que la cúpula gordillista
se sumara de alguna manera a la resistencia contra la reforma
educativa. Después de una pausa de meses, el deslinde prosiguió, esta
vez ante los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón: la orden de
captura contra Gastón Azcárraga –millonariamente agasajado por el de
Guanajuato y tolerado en sus transas por el de Michoacán–; la
exhibición de las bribiescas y calderonescas inmundicias de
Oceanografía; la captura de El Chapo –fugado de Fox y presunto protegido de Calderón– y la segunda muerte de El Chayo, con
la que se puso en evidencia la mendacidad extrema del calderonato. Una
tercera ronda de deslindes ha tenido lugar con respecto a dos de los
principales poderes fácticos del empresariado: las declaratorias de
preponderancia emitidas para Televisa y las principales empresas del
Grupo Carso por el Instituto Federal de Telecomunicaciones, con la
peculiaridad de que la primera fue matriz publicitaria del actual
ocupante de Los Pinos.
Algunos incautos han visto en estos ajustes de cuentas un indicio de
que el peñato está resuelto a recuperar la independencia del gobierno
frente a los grupos corporativos que lo controlan –legales o no tanto–
y hasta una decisión de romper con la cadena de complicidades y
encubrimientos que recorre los sexenios.
Pero no. Si el actual gobierno hubiese tenido la determinación de
exhibir, perseguir y contrarrestar la corrupción y la criminalidad
heredadas de Fox y de Calderón, habría actuado en forma explícita y
frontal, y no mediante acciones dosificadas ni con cálculos de
oportunidad mediática. Por lo que se refiere al
golpea Televisa, ya el lunes pasado Enrique Galván Ochoa demostró hasta qué punto dicho
golpees un mero raspón menor que ni disminuye en forma apreciable el valor accionario ni reduce el poderío mediático de la corporación (http://is.gd/mgMcba).
Si Peña realmente pretendiera establecer una diferencia
significativa con respecto a sus antecesores panistas tendría que
empezar no por ese golpeteo tangencial y oportunista, sino por indagar
el destino de los cerca de 75 mil millones de dólares que ingresaron a
las arcas nacionales durante el gobierno foxista y que desaparecieron
de manera misteriosa en los entresijos de la burocracia, o bien
emprender una investigación seria no sólo sobre Oceanografía
–investigación que busca, por lo demás, esclarecer una ratería cometida
en perjuicio de una empresa bancaria estadunidense, no el fraude a la
nación perpetrado–, sino sobre el conjunto de las operaciones del
Fobaproa en el que participaron los hermanos Bribiesca Sahagún.
Si
la idea fuera romper con Calderón, el régimen actual bien podría
mostrar voluntad política para esclarecer sus posibles
responsabilidades en la muerte de más de cien mil mexicanos durante el
sexenio pasado: el político michoacano alentó e instigó la eliminación
física de todo un sector de la sociedad (en la categoría de narcos
caben desde campesinos mariguaneros, halcones y camellos menores hasta
grandes capos) que, según cálculos realizados durante el calderonato
por dependencias militares, genera cerca de medio millón de empleos
directos: el plan de Calderón fue llanamente genocida. Eso, sin
considerar que muchos de los asesinados no tenían nada que ver con el
negocio de las drogas ni con la delincuencia organizada. Y es imposible
saber el porcentaje preciso por la simple razón de que no se puede
juzgar a los muertos.
El actual ocupante de Los Pinos está vinculado a Fox por la barbarie
represiva en Atenco (2006) y por el respaldo que el de Guanajuato
brindó a su candidatura. Asimismo, Peña está comprometido con Calderón
porque, como gobernador del estado de México, compartió durante seis
años la estrategia de seguridad federal y porque el michoacano se hizo
de la vista gorda ante el fraude perpetrado por el PRI en 2012, en
pago, acaso, por el favor análogo que el tricolor hizo al
panismo en 2006. Lo más importante, Peña comparte con Fox y con
Calderón la misma misión en materia de política económica: favorecer a
las grandes corporaciones en detrimento de las personas y comunidades,
seguir entregando el país a los intereses extranjeros y alentar, desde
las dependencias públicas, el obsceno proceso de concentración de la
riqueza nacional en unas cuantas manos.
Estos deslindes pragmáticos no implican, pues, ruptura ni fractura.
Son sólo parte de un reajuste en la manera de hacer negocios.
Twitter: @Navegaciones
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