Escrito por Jenaro Villamil
“Música, droga y sexo: el Frenesí de Avándaro”. Así tituló su nota principal el periódico Alerta,
al día siguiente del famoso festival jipiteca que reunió a más de 250
mil jóvenes a las orillas del lago de Valle de Bravo el 11 y 12 de
septiembre de 1971.
Estaban
recientes las heridas de la matanza de Tlatelolco en octubre de 1968.
El fantasma de Gustavo Díaz Ordaz, autócrata que odiaba a los jóvenes,
aún rondaba entre las autoridades mexiquenses y federales.
A pesar de la oposición de la jerarquía
católica, de las “buenas conciencias”, de las autoridades del Estado de
México y de Televisa –quien mantiene celosamente guardados las imágenes
de aquel concierto- el festival de Avándaro se realizó. Mucha mota,
amor y paz, música de rock, sexo libre y antimperialismo fluyó en esta
reunión conocida como el Woodstock mexicano.
En esa época Eruviel Avila era apenas
un niño. Quizá era monaguillo en alguna parroquia de Ecatepec. Quizá
algunos de sus parientes estuvo en esa “reunión satánica”, pero también
recordará que no hubo muertos, ni se armó la revolución tan temida por
los dinosaurios morales.
Todo eso se le olvidó frente a su
cruzada contra el concierto de música metalera denominado Hell and
Heaven, organizado por la agrupación noruega Combichrist y los
promotores mexicanos Juan Carlos Guerrero y Javier Castañeda.
Por supuesto, la hipocresía estuvo
presente en toda la polémica en torno al Hell and Heaven cuya
cancelación provocará pérdidas por más de 130 millones de pesos para
los organizadores, 25 millones de pesos menos para el gobierno
municipal de Texcoco y un amargo sinsabor de retorno a los miedos del
diazordacismo.
Eruviel Avila dijo ante los medios de comunicación que era fan de
la música metalera, de Gun’s and Roses, de Kiss y de otros grupos que
se iban a presentar, pero no mostró ninguna expresión de generosidad
para resolver los supuestos problemas de protección civil en la
organización del festival. Insistió que no eran razones morales sino de
seguridad pública lo que orillaban a su gobierno a negar el permiso.
Para muchos, resultó un Believer, quizá un insulto peor que “fresa” o “mocho” en el lenguaje musical.
Las huestes de troles, bots y cuentas
automáticas en redes sociales se lanzaron a escribir defensas al señor
Avila, como no se ha visto en los últimos años. Ni siquiera la oleada
de matanzas en los municipios mexiquenses conurbados al Distrito
Federal provocaron tanta insistencia del gobernador priista y sus
seguidores en redes.
La alcaldesa de Texcoco, Delfina Gómez
Alvarez, quien venció al PRI en 2012 y llegó al gobierno municipal
apoyada por el Movimiento Ciudadano y el Partido del Trabajo, fue
citada por la procuraduría estatal y la secretaría general de Gobierno
en Toluca para que explicara por qué habían autorizado tal festival.
Un inevitable tufo de venganza política
y de revanchas partidistas estaban en el trasfondo de la cancelación
del Hell and Heaven.
Pero ahora ya sabemos que no fue sólo
por razones de cálculo político sino por un profundo temor a los miles
de jóvenes metaleros, darketos y de otras tribus urbanas que de tiempo
atrás han expresado su descrédito a la política ruca.
Muchos gobernadores ofrecieron sus
instalaciones, pero “la orden vino de muy arriba” para que el festival
ya no se realizara. El gobierno del Distrito Federal negó la
posibilidad de organizar el festival en el Zócalo capitalino. Los
mismos temores se expresaron cuando Manu Chao llevó a más de 100 mil
jóvenes al corazón de la Ciudad de México. No pasó nada que lamentar.
La música no comete delitos, la música
no corrompe, la música no mata. Son los miedos autoritarios y la
corrupción vinculada a las grandes empresas que controlan el mundo del
espectáculo en México los que se aliaron en este retorno de las sombras
diazordacistas.
PD. Un daño colateral o uno de los
intereses ocultos es el siguiente: el festival de música electrónica
organizado en el Centro Pegaso de Toluca pinta para ser un gran
fracaso. De los 100 mil boletos que esperaban vender apenas y el 10 por
ciento han sido vendidos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario