39 Festival Internacional de Cine de Toronto
Leonardo García Tsao
Toronto, 11 de septiembre.
Hay directores que son tramposos engañabobos y la danesa Susanne
Bier es la campeona de esa categoría. Su cine es el que gana premios,
porque aparenta tocar temas profundos con un sentido humanista. Todo es
epidérmico. Su más reciente película, En chance til (Una segunda oportunidad), estrenada en el TIFF, es otro claro ejemplo de cómo juega con los dados cargados.
La narrativa se centra en el eficiente policía Andreas (Nikolaj
Coster-Waldau), quien acaba de tener un hijo con su inestable esposa
Anne (Maria Bonnevie); al mismo tiempo, el policía y su socio
alcohólico (Ulrich Thomsen) investigan el hogar de un par de
lamentables drogadictos cuyo bebé se encuentra en el peor estado de
abandono. Una noche, la primera pareja descubre con horror que su hijo
ha muerto, al parecer de causas naturales. Desquiciado, Andreas decide
hacer un cambalache de bebés y dejar el cadáver del suyo en el
departamento de los drogadictos (al fin que ni se van a dar cuenta).
Esa es apenas la premisa con la que Bier, sobre un guión
desvergonzado de su habitual cómplice, Anders Thomas Jensen, va
acumulando truculencias que una telenovela mexicana titubearía en
utilizar.
En chance til es de esas películas que le dan mala fama al
melodrama. Eso del intercambio de bebés –uno se distingue del otro sólo
porque su pañal está todo cagado– es utilizado por Bier como un mero
giro de trama, sin consideración alguna sobre su credibilidad o sus
implicaciones morales. Por supuesto, el drogadicto varón (sobreactuado
por Nikolaj Lie Kaas) es presentado como un crápula irredimible que
merece ser despojado de su hijo.
La película concursará dentro de unos días en el festival de San
Sebastián, donde es posible que consiga algún premio si el jurado se
deja engañar.
Y ya poniéndonos a sufrir petardos, es justo mencionar The Duke of Burgundy, de Peter Strickland, el cineasta británico cuyas anteriores Katalin Varga (2009) y Berberian Sound Studio (2012) fueron bastante estimables.
De estilo variable, como una versión presuntuosa de Michael
Winterbottom, lo que Strickland ha intentado ahora es como la película
bastarda que saldría de la cruza entre Buñuel y Greenaway, si tal
aberración puede imaginarse.
En una época y lugar indefinidos, dos mujeres sostienen una relación
lésbica de dominio y sumisión. La mayor de ellas, Claire (Sidse Babett
Knudson) aparenta dar las órdenes, pero en realidad es Evelyn (Chiara
d’Anna), la que funge de sirvienta, quien determina el curso de las
acciones.
Para mayor pretensión, Claire es lepidóptera y asiste a sesudas
conferencias sobre lo que distingue a las especies de mariposas (el
título alude a una de ellas). Lo cual es un buen pretexto para mostrar
múltiples tomas de bichos alados, de diversos coloridos.
Strickland trabaja sobre el supuesto de que el sicodrama entre sus
dos personajes es erótico y hasta perverso, pero un vestuario de
corsés, corpiños y botas de cuero negro no son suficientes para
estimular la imaginación ni de un adolescente en plena edad de la
punzada. Muchos colegas respetables se dieron a la huída a media
proyección. Uno aguantó con estoicismo esperando inútilmente que algo
hiciera sentido. Claro, no faltarán quienes hagan una exégesis de la
repetitiva historia y sus posibles interpretaciones. Hay ociosos para
todo.
Twitter: @walyder
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