Ricardo Monreal
En
términos de desarrollo regional, el mensaje del segundo informe
presidencial solo tuvo ojos y recursos para el Valle de México. Con
excepción de las inversiones para las ciudades de Guadalajara y
Monterrey, el grueso del gasto público en infraestructura de movilidad
(aeropuerto, metros, trenes y autopistas) destacado en el mensaje se
concentró geográficamente en el Valle de México (DF y zona conurbada
del Estado de México).
Si bien esta zona concentra el 26% de
la población nacional y es un territorio de alta densidad
sociodemográfica, la atención gubernamental sobre el altiplano dista
mucho de ser exclusiva o principalmente económica.
Si alguna región del país ha sido una
piedra política y electoral en el zapato de la actual administración,
desde la campaña presidencial hasta nuestros días, esa ha sido el Valle
de de México. Aquí emergió y creció el movimiento #YoSoy132, aquí
perdió votos el PRI como en ninguna otra área, aquí es donde la
aprobación presidencial está estancada en rangos de 27 a 32% y aquí es
donde Morena y AMLO (la izquierda no pactista) concentran
geográficamente una mayor base social de apoyo y simpatía.
De manera adicional, la reforma
política del DF, anunciada ya como parte de la agenda legislativa del
último período de la LXII Legislatura, imprime un sello y un trasfondo
político relevante a ese portafolios de obra pública que asciende a los
50 mil mdp.
Es evidente y manifiesta la urgencia
estratégica del gobierno federal de avanzar lo más pronto posible sobre
la capital del país y obtener la mayor rentabilidad electoral posible,
para sí y para su partido, una vez aprobada la nueva Constitución
Política del DF. La toma motorizada del zócalo y su conversión en un
gigantesco estacionamiento al aire libre el pasado dos de septiembre,
donde cada centímetro cuadrado guarda períodos clave de la historia
nacional, fue solo un acto reflejo de ese proyecto geopolítico de
ocupación de la capital de la República, a cualquier costo y sobre
cualquier consideración.
Este proyecto estratégico del gobierno
federal se ha visto reforzado por la necesidad táctica y coyuntural que
tiene la izquierda de participar de manera separada en los comicios
intermedios del 2015, a fin de que Morena pueda obtener su registro
como partido político nacional. La eventualidad de una división en el
electorado de izquierda en el Valle de México ha abierto los ojos y el
apetito del PRI y del gobierno federal para este eventual regreso y
reposicionamiento en la capital de la República. Sin embargo, en este
aspecto no hay nada escrito, dado el abigarrado comportamiento
electoral en el Valle de México, donde el voto diferenciado y el
switcher suelen modificar resultados de una elección a otra.
Pero la intencionalidad electoral no es
la única dimensión evidente de este magno proyecto de infraestructura.
Detrás hay una visión centralista y centralizadora del desarrollo
nacional. El nuevo AICM, el tren Toluca-Observatorio, la extensión del
metro a Ecatepec y a Chalco (proyectos de hace dos décadas por lo
menos), así como la autopista Atizapán-Atlacomulco, darán movilidad a
un congestionado Valle de México, pero también acelerarán la
construcción de la megapolis más grande del continente americano, en
una región donde la sustentabilidad urbana ambiental es una limitante
crítica.
Desde el punto de vista del desarrollo
regional y hasta de seguridad nacional, tan importante o más que el
Valle de México es la instrumentación de obras y proyectos magnos para
el sur y sureste del país, una región que presenta un preocupante
desfase en todos los indicadores socioeconómicos y políticos respecto
del occidente, centro y norte del país. Es la de mayor atraso y rezago
en casi todos los órdenes.
Para esta región, donde se asienta el
22% de la población nacional y se produce el 60% de la energía del
país, no hubo ni una paráfrasis de desarrollo. Quedó la impresión de
que no está en el radar de prioridades de la actual administración (de
hecho, con excepción del estado de Guerrero, son las entidades con
menos giras presidenciales, donde Oaxaca destaca con cero visitas).
La urgencia electoral por un lado,
anudada a una visión centralista del desarrollo, son los dos pilares
sobre los que parece descansar esta modalidad geopolítica de la gestión
ejecutiva: la presidencia del Valle de México.
fuente:http://ricardomonreal.mx/la-presidencia-del-valle-de-mexico/
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