¿Qué
celebramos con las Fiestas Patrias? Nada o casi nada. Indudablemente,
debemos rememorar dignamente a quienes ofrendaron su vida combatiendo
por una nación independiente. La historia como un campo de batalla (E.
Traverso). Debemos preservar en nuestra memoria histórica las gestas
revolucionarias y a quienes las forjaron con sus ideales de justicia y
equidad social. Pero, nada más grotesco que invocar un patrioterismo,
vacío de contenido republicano; un nacionalismo insulso, chovinista,
demagógico; una simulación cínica con todo y su parafernalia tricolor
cuando la cruda realidad es un país en jirones. Nada más patético que
los gobernantes dar el Grito de Independencia cuando la soberanía nacional se ha desvanecido desde hace muchas décadas.
Nunca en tan poco tiempo ha habido tanta ignorancia de quienes presiden
gobierno en todos sus niveles. Nunca han leído un libro pero si saben
leer diariamente sus fabulosas cuentas bancarias. Aunque los
gobernantes actuales quizá reconozcan el espíritu de Los Sentimientos de la Nación,
su práctica cotidiana está totalmente alejada de los nobles principios
enarbolados en este ideario revolucionario. Lo peor, buscan fehaciente
y deliberadamente una mayor desigualdad social y un saqueo patrimonial
encubierto bajo el manto de una “modernización” y el credo neoliberal
perverso de una integración a una globalización de una mayor
dependencia económica y política a la rapiña de buitres financieros y
económicos, y sus gobiernos protectores. La subordinación de nuestra
economía política constata la condición de país semicolonial en vía de
un abierto colonialismo disfrazado de república soberana. Los intereses
oligárquicos criollos prevalecientes nada tienen de nacionalistas y se
han enganchado desde al menos siete décadas a una oligarquía
imperialista vecinal y ultramar. Es cierto que no podemos estar de
acuerdo con lo que esta proclama de la Revolución de Independencia
sustenta en algunos de sus puntos de naturaleza política–religiosa,
pero en términos generales es absolutamente vigente. Por ejemplo, el
punto doceavo: “Que como la buena Ley es superior a todo hombre, las
que dicte nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a constancia y
patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia; y de tal suerte se
aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la
ignorancia, la rapiña y el hurto.” Así escribía y sentenciaba
admirablemente en Chilpancingo José María Morelos y Pavón un 14 de
septiembre de 1813.
No debemos decir traidores a la Patria a
quienes nunca han representado política y fielmente los intereses de la
Nación, los del pueblo mexicano. La oligarquía mexicana no tiene su
corazoncito en este país porque está guardado en algún banco
extranjero. Es mexicana de nacimiento pero no tiene ni una gota de
nacionalismo en sus intereses económicos inmediatos. Está atada firme,
ideológica y políticamente a los poderosos intereses capitalistas
transnacionales. Las tareas democráticas económicas y políticas que le
corresponde a una clase dirigente nacionalista –una reforma agraria
profunda, la nacionalización de monopolios y banca, reestatización de
los recursos energéticos y sectores estratégicos, reforma educativa
progresiva, seguridad social, soberanía, etcétera, bajo lo cobertura de
un gobierno nacional democrático, progresista, o nacional popular– hace
muchas décadas que es incapaz de realizarlas porque ni quiere ni puede.
Hace muchas décadas tenemos la inexistencia de una burguesía
nacionalista. La profunda crisis de este país, su desgarramiento en
torbellinos de violencia terrible y de honda corrupción, obedece a esta
situación, pero también a la tragedia de la ausencia de una poderosa
fuerza de izquierda democrática–socialista para construir una
alternativa viable y hacer realidad estas tareas necesarias y
transitorias hacia una sociedad justa y en armonía consigo misma.
En pleno “festejo” patrio la prensa informa que los capitales
extranjeros alcanzan su cifra más alta en el mercado bursátil local. En
agosto pasado la participación de inversionistas extranjeros en valores
que cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) alcanzó la cifra más
alta en la historia del mercado bursátil mexicano, con 181 mil 587.5
millones de dólares. Eso es solamente la punta del iceberg, pues con
las reformas “estructurales” de Peña Nieto los “tiburones” del gran
capital extranjero ya están merodeando para seguir devorando la riqueza
nacional. El poder y el capital han venido destrozando al país con un
modelo de desarrollo depredador económico, social, cultural, ambiental
y político. Emblemático de esta catástrofe nacional durante el desfile
militar fue la caída de la bandera monumental que se iza en el Zócalo.
Por primera ocasión falló el izamiento del lábaro patrio que estuvo por
los suelos.
Llegamos a la conclusión de que la oligarquía
criolla desde hace tiempo es aliada orgánica de los grandes capitales
externos. Dichas tareas democráticas nacionalistas solamente puede
realizarlas para su propio beneficio los grupos sociales subordinados,
las clases explotadas y oprimidas del campo y la ciudad; tareas que
nunca serán cubiertas por un programa político fincado en un
nacionalismo–populista trasnochado encabezado por un caudillismo
mesiánico obsoleto (Morena) sino por un programa anticapitalista
radical de un gobierno obrero, indígena, campesino y popular, adecuado
a las necesidades sociales más sentidas y a las legítimas demandas de
los sectores plebeyos y del pueblo trabajador anhelante de un México
nuevo, en paz y sin pobreza, orientado por el pensamiento y los ideales
de justicia social plena que desde 1810 a la fecha han luchado las
masas revolucionarias y sus líderes como Hidalgo, Allende, Josefa Ortiz
de Domínguez, Morelos, Juárez, los Flores Magón, Villa y Zapata, entre
otros.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario