Asa Cristina Laurell
La
vacuna del virus del papiloma humano (VPH) ha sido cuestionada desde un
inicio. Ahora se han juntado evidencias de todo el mundo de que tiene
reacciones adversas que son más graves que su no probada prevención del
cáncer cervicouterino (CaCu). Un principio básico en el uso de
medicamentos, y todavía más de vacunas, es que el punto de comparación
debe ser lo que pasa si no se usa. Por ejemplo, se utiliza
quimioterapia contra el cáncer a pesar de su alta toxicidad, porque
dejar de hacerlo lleva a la muerte en muchos casos.
El CaCu es, en efecto, un cáncer que históricamente ha causado la
muerte de muchas mujeres, pero con la generalización de la prueba de
Papanicolau la mortalidad ha bajado año con año y es hoy menos
importante que la del cáncer de mama. Esta prueba es poco invasiva y no
tiene reacciones adversas. Se requiere, desde luego, que su toma y
lectura se hagan con oportunidad y calidad técnica. En México esto se
muestra por el hecho de que la disminución como causa de muerte es
mucho mayor en mujeres derechohabientes del IMSS que en las no
derechohabientes. De allí a abandonarla es un despropósito, ya que es
un problema cuya solución es técnica y mucho más barata que usar una
vacuna dudosa contra el VPH.
La primera objeción a la vacuna VPH fue que los laboratorios la
presentaban como una contra el CaCu, afirmación que sólo se podría
probar dentro de 20 a 40 años. Es además una vacuna que sólo protegería
contra 2 (Cervarix) a 4 (Gardasil), cepas del virus de entre las cerca
de 100 conocidas, y no se sabe si otras cepas pudieran emerger como
componente en la presentación del CaCu de origen multicausal. Por, ello
otro problema es que la vacunación no debería hacer que las mujeres
creyeran que ya no necesitan hacerse el Papanicolau. También se
argumenta que su aplicación a niñas en proceso de crecimiento podría
provocar problemas graves pero poco conocidos. Por estas razones varias
organizaciones de mujeres en distintas partes del mundo han exigido una
moratoria de la vacunación hasta que se tengan más evidencias sobre sus
efectos adversos o positivos.
Hoy existe mayor conocimiento sobre las vacunas comercializadas,
Cervarix (GlaxoSmithKline) y Gardasil (Merck Sharp and Dome). Primero,
el VPH solo no causa cáncer, aunque parece ser uno de los elementod en
algunos casos. El estudio ATHENA (http://www.nejm.org/doi/full/10.1056/nejmoa071430)
incluso obtuvo resultados que ponen en duda una asociación firme del
VPH con el CaCU. Segundo, el proceso de aprobación de Gardasil y
Cervarix por la estadunidense FDA (siglas en inglés de la
Administración de Alimentos y Medicamentos) fue precipitado y hay
fuertes indicios de que se coludieron el laboratorio Merck y algunos
investigadores del Instituto Nacional del Cáncer para presionar para la
aprobación. Merck emprendió además una campaña propagandística
antiética que incluyó el cabildeo acompañado de
donacionespara que se legislara su aplicación obligatoria en Estados Unidos, para
corporativizar las ganancias e institucionalizar los riesgos. Este intento no prosperó por falta de la aplicación de la legislación.
Pero
lo más grave es que con el tiempo se ha presentado un número creciente
y grande de casos de efectos adversos graves en todo el mundo, incluido
México, donde la vacuna forma parte del esquema de vacunación de niñas
desde 2009. La ONG SaneVax (http://sanevax.org/)
ha documentado numerosos casos en distintas partes del mundo y publica
los reportados al VAERS (sistema de reporte voluntario) de Estados
Unidos. Actualmente son 35 mil 270, incluyendo 169 fallecimientos y mil
156 con discapacidades permanentes.
Existen varias hipótesis basadas en evidencias de las causas de la
alta tasa de reacciones adversas graves de las vacunas de VPH. Una es
que el adyuvante utilizado, una sal de aluminio, está causalmente
relacionado con padecimientos autoinmunes que afectan particularmente
el sistema neurológico (http://stagenc.judicialwatch.org/wp-content/uploads/2014/02/Annals-of-Medicine-HPV-Vaccine.pdf ). Otra es que se ha demostrado que Gardasil está contaminada con fragmentos de material genético (ADN) del VPH (http://file.scirp.org/Html/10-1350093_28107.htm), lo que puede llevar a una serie de trastornos en la respuesta inmune.
Los problemas de la vacuna contra VPH ha llevado a varios países,
por ejemplo como Japón, Francia, Australia y Reino Unido, a abrir un
debate público y organizado sobre la permanencia de la vacunación con
Gardasil y Cervarix. Y en México, ¿cuándo tendremos una revisión
crítica y científica sobre el fortalecimiento técnico y ampliación del
Papanicolau versus la generalización de la vacuna contra el VPH?
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