CRISTAL DE ROCA
Por: Cecilia Lavalle*
Declaran que están dispuestos al diálogo, pero colocan vallas. Afirman
que las sesiones del Congreso siempre son abiertas, pero instalan en las
calles a un ejército de antimotines y finalmente sesionan en privado.
Señalan que actúan con responsabilidad, pero endeudan más a uno de los
municipios más endeudados del país y aprueban medidas transexenales que
mandan el mensaje contrario.
La semana pasada se vivieron históricas manifestaciones ciudadanas en Quintana Roo, lo mismo ante el Congreso, que en sedes municipales, que ante el Palacio de Gobierno.
Históricas porque nunca se había interpelado a una Legislatura o algún ayuntamiento con la contundencia con la que se hizo.
Históricas porque nunca había participado tal cantidad de ciudadanas y ciudadanos que, usualmente, no se involucran en asuntos políticos. Histórica porque nunca antes ayuntamientos integrados en su mayoría por el partido en el poder (PRI) se habían rebelado contra las decisiones del gobernante y de sus correligionarios en el Congreso.
Lo único que no es histórico es la manifestación de repudio a un gobernante. En 1956 la ciudadanía se manifestó para exigir la salida de Margarito Ramírez, entonces gobernador del territorio federal de Quintana Roo.
¿El motivo? La mayoría de la XIV Legislatura aprobó reformas de gran importancia sin intención de escuchar, sin necesidad de argumentar sus decisiones, de cara a sí mismos, en sesión privada.
Un total de 19 legisladoras y legisladores del PRI, PVEM, PT, Panal y MC aprobaron una serie de reformas calificadas en conjunto como la Ley Borge, y nombramientos percibidos como un blindaje al gobernador.
Así pues, tomo prestada la frase de Juan Pardinas cuando explicaba la importancia de la #Ley3de3: “Ya entendimos que no entendieron”.
No entendieron las razones por las que perdieron el poder. Porque no fue el carisma, ni las propuestas, ni las alianzas partidistas los elementos que se ponderaron a la hora de elegir. Fue el hartazgo.
No entendieron que hay una ciudadanía más participativa porque se siente profundamente agraviada. No sólo en Quintana Roo, sino en todo el país. Agraviada por la corrupción, la impunidad, la inseguridad, la censura; pero también por el desdén, por la falta de transparencia y de rendición de cuentas.
No entendieron que el coro de protestas ya está muy por encima del discurso gubernamental. No sólo porque las redes sociales sobrepasan el discurso oficial, sino porque expiró el crédito que se le había otorgado, por la buena o por la mala.
Y no entendieron que no hay vuelta atrás. Que esa ciudadanía será a partir de ahora mucho más exigente de lo que fue en 12 años, y que no está dispuesta a pasar por alto los nombres de quienes no escucharon y no honraron el mandato que se les entregó.
En contraste, un amplio número de ciudadanas y ciudadanos ya entendimos que la participación es indispensable en una democracia medianamente aceptable.
Ya entendimos que la ciudadanía no se agota al votar. Es el principio.
Ya entendimos que si queremos un país mejor, debemos poner diques suficientes a la corrupción y la impunidad.
Ya entendimos que si queremos una mejor democracia, necesitamos la creación de mecanismos que permitan transparencia y rendición de cuentas, pero también equilibrios a poderes absolutos.
Y ya entendimos que si queremos paz y condiciones para el desarrollo tenemos que construirlas, así sea a contracorriente.
Se dice que en una democracia debemos aspirar a que lleguen al poder las mejores personas, pero se debe disponer de mecanismos democráticos por si llegan las peores.
Eso en Quintana Roo ya lo entendimos. Y es una pena constatar que quienes aún ejercen el poder no entendieron.
Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com.
*Periodista de Quintana Roo, feminista e integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.
Imagen retomada de fogonazosgeffroy.blogspot.com
Cimacnoticias | Quintana Roo.-
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