La herida causada por las desapariciones en México está peor de
lo que informó la administración de Enrique Peña Nieto. De acuerdo con
los diagnósticos realizados por la propia administración priista, pero
que no se habían dado a conocer, no son 37 mil, sino 40 mil 180 los
desaparecidos desde 2006. Otro dato más: 16 mil 520 cadáveres son
conservados en anfiteatros o fueron enterrados en fosas comunes de 27
estados. Ante tales cifras, organizaciones civiles exigen al gobierno de
AMLO que anuncie cómo resolverá el problema.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En el comienzo de la presidencia de
Andrés Manuel López Obrador salen a la luz diagnósticos del gobierno de
Enrique Peña Nieto cuyos resultados no habían sido hechos públicos pero
que aportan información sobre la llamada tragedia humana por la
desaparición de personas, drama que México vive como consecuencia de 12
años de “guerra contra las drogas”.
Uno de los hallazgos obliga al ajuste de cifras: no son 37 mil, sino
40 mil 180 las personas que el gobierno tiene reportadas como
desaparecidas desde 2006. La revelación fue hecha el jueves 17 por
Roberto Cabrera Alfaro, días después de presentar su renuncia como
titular de la Comisión Nacional de Búsqueda.
En conferencia de prensa también alertó sobre la existencia de las
huellas dactilares de 36 mil 708 cadáveres que permanecen sin ser
identificados. En cuatro mil 546 casos se pudo saber la identidad de las
víctimas mediante una confronta de sus huellas dactilares con la base
de datos del Instituto Nacional Electoral.
Hasta el 5 de diciembre, la comisión no obtuvo una pronta respuesta
en mil 818 casos cuando solicitó información a los estados en los que
las identificaciones dieron positivo. El comisionado dijo que también
suponía que ni siquiera existían las carpetas de investigación en las
fiscalías o que simplemente desconocían el paradero de las víctimas.
Así, las entidades con más cadáveres atorados en ese limbo de
desinformación son Jalisco, con 658 casos; Estado de México, con 129, y
Sonora, con 85. Sin embargo, no son las únicas cifras descubiertas.
La Subprocuraduría de Derechos Humanos de la Procuraduría General de
la República (PGR), con apoyo de la Agencia de Investigación Criminal,
la Comisión Nacional de Búsqueda y la Coordinación de Planeación,
Desarrollo e Innovación Institucional, creó el documento Diagnóstico
para el Programa Nacional de Exhumaciones –del cual Proceso obtuvo una
copia parcial– que permite esbozar el tamaño del reto que enfrenta el
nuevo gobierno federal y la pesadilla que lacera a miles de familias.
El documento de 73 hojas es un primer corte de caja sobre el número
de cadáveres ingresados a los Servicios Médicos Forenses (Semefos) de
los estados y que no fueron identificados, también habla sobre la
incapacidad de cada entidad para investigar a las víctimas, el número de
fosas clandestinas localizadas en esos cinco años y el grado de
implementación de las bases de datos que permiten confrontar si los
cuerpos ingresados a los Semefos tienen las características de algunas
de los reportados como desaparecidos.
En el informe se menciona que al menos 16 mil 520 cadáveres son
conservados en anfiteatros o fueron enterrados en fosas comunes de 27
estados. La cifra es conservadora porque carece de información de los
gobiernos locales que son focos rojos en materia de desapariciones, como
Coahuila, Jalisco, Sinaloa, Sonora y parcialmente Guerrero, que omitió
esos datos. Tampoco respondieron Nayarit ni Campeche.
De esa manera, de acuerdo con los resultados presentados, se puede
afirmar que las fiscalías estatales identifican, en promedio, 38% de los
cadáveres a su cargo, mientras que la PGR, 39%.
El documento que fue creado por mandato de la Ley General en Materia
de Personas Desaparecidas también da cuenta que bajo la tutela del
Centro Médico Forense Federal (Cemefofe) de la PGR fueron ingresados 420
cuerpos exhumados de fosas y que 273 seguían sin tener un nombre.
El grado de éxito en la identificación de cadáveres varía de un
gobierno a otro: mientras en Chihuahua –donde la administración estatal
firmó un convenio con el Equipo Argentino de Antropología Forense– es de
78%, en Durango o Michoacán, que sólo contabiliza los casos en Morelia,
el promedio es de 7%.
Los estados que reportaron que no pudieron identificar ninguno de los
cadáveres que ingresaron a sus Semefos son Aguascalientes, Baja
California, Oaxaca, San Luis Potosí, Quintana Roo y Tabasco.
Llama la atención que entidades con alta incidencia de
desapariciones, como el Estado de México o Guerrero, no proporcionaron
información sobre las víctimas identificadas. En el Edomex, por ejemplo,
sólo se menciona que tres mil 497 cuerpos fueron enviados a la fosa
común; no obstante, carece de datos sobre cuántos cadáveres habían
ingresado en calidad de desconocidos.
El caso de Morelos también resulta incongruente: el gobierno estatal
informó que identificó todos los cadáveres que tuvo en sus morgues, pese
al escándalo que se desató cuando familiares de desaparecidos
descubrieron que la propia Fiscalía local creó cementerios donde arrojó
los cuerpos sin identificar.
Inconsistencias
El diagnóstico que la PGR preparó para el gobierno entrante reporta
la existencia de mil 136 fosas clandestinas en todo el país. También
destaca que parte de su personal participó en las exhumaciones de 266
fosas clandestinas.
El análisis también registró el rezago de la base de datos nacional
que se supone que debería contar con la información antemortem (se trata
de fichas con las características de los desaparecidos) y postmortem
(la descripción y estudio de los cuerpos o restos encontrados), que el
Comité Internacional de la Cruz Roja donó al gobierno mexicano en
septiembre de 2013. Se trata de una base para comparar entre los datos
de los desaparecidos y los perfiles genéticos.
Sobre el avance en la implementación de la base de datos, el
documento no menciona a los estados de Aguascalientes, Colima, Morelos y
Sonora. Se trata de cuatro estados que presuntamente no han comenzado
con el llenado de información que facilitará la identificación de
cuerpos.
Del reporte llama la atención que si en México hay más de 40 mil
desaparecidos sólo se mencione que se han completado tres mil 783
registros antemortem y sólo dos mil 484 postmortem. El documento agrega
que están por actualizarse 16 mil 921 más.
La PGR también explica que desde 2007 registró “un número importante
de personas sin identificar” y que desde ese momento comenzaron los
esfuerzos para crear registros, herramientas y mecanismos de búsqueda.
En 2011, en la Conferencia Nacional de Procuración de Justicia, en la
que participaron todos los procuradores del país, reconoció la gravedad
del problema, pero desde entonces la lista de desaparecidos aumenta.
La vocera del Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México, Grace
Fernández Morán, aporta más piezas al diagnóstico: “Sólo hay nueve
comisiones estatales de búsqueda y el año pasado ya deberían estar
instaladas en todo el país.
El protocolo homologado de investigación que supuestamente tenían que
seguir la PGR y las fiscalías especializadas quedó muy mal, no se
incorporaron los comentarios de las familias y tampoco se capacitó a los
Ministerios Públicos.
“No existe el plan nacional de búsqueda que se supone que el
comisionado Cabrera iba a presentar estos días; lo que presentó es un
índice ampliado, no es un plan”, agrega Fernández Morán.
“Gran ficción”
En días recientes, la Fiscalía de Chihuahua anunció que identificó
los restos de 15 desaparecidos y que los entregó a sus familiares. No
obstante, hay familias que están a la espera de los resultados de 380
casos más.
El viernes 18, en Huitzuco, Guerrero, comenzó la Cuarta Brigada
Nacional de Búsqueda. Durante dos semanas se realizó el rastreo
intensivo de fosas clandestinas e intercambio de conocimientos forenses.
Un día antes, el gobierno federal publicó el convenio para la
búsqueda de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, desaparecidos en
septiembre de 2014. Y el día previo, la Comisión Ejecutiva de Atención a
Víctimas de Jalisco fue emplazada por el Instituto Nacional de
Transparencia y Acceso a la Información para que informe sobre 278
cadáveres almacenados por el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses
en contenedores de tráileres.
De esa manera, en materia de desapariciones, la agenda pública del
gobierno entrante se ha centrado en el esclarecimiento del caso de los
43 normalistas. Desde la semana pasada existe la Comisión Presidencial
para la Verdad y Acceso a la Justicia que investigará los hechos y la
ubicación de las víctimas.
“Ayotzinapa es un mecanismo que, si bien nace para un caso
específico, tiene un inmenso potencial de impacto colectivo porque en la
medida en que este esfuerzo avance y alcance resultados puede ser un
modelo a seguir para otras investigaciones”, anunció el gobierno
federal.
Sin embargo, desde la Presidencia de la República o de la Secretaría
de Gobernación aún no se ha anunciado cuál será la nueva política para
atender y enfrentar el problema de las desapariciones de más de 40 mil
personas.
Organizaciones como Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en
México (Fundem) mandaron un mensaje al presidente López Obrador,
pidiendo que emita una declaratoria de emergencia. En tanto, el
Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México espera desde mayo ser
atendido por el nuevo mandatario.
“Si bien estas personas no desaparecieron en su gobierno, a partir
del 1 de diciembre se convirtieron en su responsabilidad”, dice Grace
Fernández.
El subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación,
Alejandro Encinas, responsable de atender la problemática de las
desapariciones, califica como “una gran ficción” la política del
gobierno de Peña Nieto y la Ley General en Materia de Personas
Desaparecidas.
En entrevista con Proceso, Encinas cuestiona la
cifra de 40 mil desapariciones porque ni siquiera cada estado tiene
certeza sobre el número de personas que faltan.
Agrega que tiene un dato que le compartió su antecesor: 26 mil cuerpos no identificados estarían en los Semefos del país.
Pese a las críticas recibidas porque este año se asignaron 400
millones de pesos para la búsqueda de los desaparecidos (68 millones
menos que en 2018), el funcionario denuncia la existencia de una
simulación durante el sexenio pasado al crearse la Comisión Nacional de
Búsqueda, la cual no tenía dinero para operar y ni para contratar
personal.
A decir de Encinas, México requiere bases de datos confiables, un
programa nacional de búsqueda, de exhumación e identificación de restos,
un rediseño del sistema de medicina legal y forense, la implementación
de la ley general contra las desapariciones y el rediseño del sistema
nacional de búsqueda que realmente sea implementado en cada estado.
A su vez, Fernández Morán, quien participa en las mesas de trabajo de
los colectivos de las víctimas y con la Secretaría de Gobernación,
considera que “la palabra desaparecidos sigue estando desaparecida en el
vocabulario” del presidente López Obrador y denuncia la falta de
estrategias y políticas públicas en la materia”.
Advierte que las señales de la secretaria de Gobernación, Olga
Sánchez Cordero, y de Encinas de “volver a construir” y “borrar” lo
anterior sería como empezar otra vez y desconocer el esfuerzo realizado
por parte de las familias afectadas, que consiste en el impulso de
leyes, mecanismos e instituciones.
“(Ante el equipo de Encinas) hemos presentado los temas relevantes a
resolver en la comisión, desde el punto de vista financiero, humano y de
estrategias de búsqueda, que requieren todo el apoyo del Estado
mexicano.”
Fernández destaca que las familias de los desaparecidos sienten
incertidumbre porque pareciera que el nuevo gobierno carece de una
estrategia para enfrentar esta crisis.
Michael Chamberlin, defensor de derechos humanos y asesor de la
organización Fundem, dice que las cifras recientemente dadas a conocer
no sólo reflejan la gravedad del problema.
“Atrás de cada número hay una familia que sufre, que está esperando
una respuesta del Estado que ha sido fallida, ausente, tardada, tímida y
no clara. También el nuevo gobierno ha sido así.
“Un alivio de la crisis es identificar esos cuerpos y regresarle la
certeza a las familias sobre qué pasó con ellos. Saber en qué estado
están sus casos es un primer paso para empezar a reparar esta grave
crisis de derechos humanos”, agrega.
Este reportaje se publicó el 20 de enero de 2019 en la edición 2203 de la revista Proceso.
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