La Secretaría de Hacienda ha
divulgado las cifras definitivas sobre el crecimiento de la deuda del
sector público federal durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, y el
balance resulta escalofriante: en su administración, tal débito se
incrementó 78 por ciento, a razón diaria promedio de 2 mil 125 millones
de pesos, en números cerrados o, si se prefiere, ya en plan masoquista,
alrededor de 88.5 millones por hora.
Lo peor del caso es que a lo largo de ese gobierno, que
movería a México, de cada peso o dólar que se contrató como nueva deuda, cerca de 53 centavos se destinaron, exclusivamente, al pago de intereses del propio débito, que creció a paso agigantado.
La estadística de Hacienda detalla que al cierre de noviembre pasado
–final del gobierno peñanietista– el saldo de los requerimientos
financieros del sector público (el indicador más amplio y preciso del
débito público federal) ascendió a cerca de 10 billones 481 mil millones
de pesos. De ese tamaño es la herencia para la nueva administración.
Cuando Enrique Peña Nieto se instaló en Los Pinos, dicho saldo sumó
alrededor de 5 billones 891 mil millones de pesos, un elevadísimo monto
legado por Felipe Calderón –el que prometió a los mexicanos que con él
en el gobierno
vivirán mejor, algo que, obviamente, no sucedió–, quien a lo largo de su mandato incrementó 88 por ciento la deuda pública, respecto del nivel heredado por Vicente Fox.
Así, entre diciembre de 2012 y noviembre de 2018 la deuda del sector
público aumentó la friolera de 4 billones 590 mil millones de pesos,
recursos que en su mayor se canalizaron a cubrir los intereses generados
por el propio débito.
De acuerdo con las cifras de la Secretaría de Hacienda, en el periodo
referido se pagaron intereses por 2 billones 450 mil millones de pesos,
un monto nunca registrado en la ya larga historia de endeudamiento
nacional, y resulta casi 40 por ciento superior a lo que el gobierno de
Peña Nieto destinó, presupuestalmente, al sector educativo nacional.
La Constitución obliga al gobierno a que
ningún empréstito podrá celebrarse sino para la ejecución de obras que directamente produzcan un incremento en los ingresos públicos o, en términos de la ley de la materia, los que se realicen con propósitos de regulación monetaria, las operaciones de refinanciamiento o reestructura de deuda que deberán realizarse bajo las mejores condiciones de mercado; así como los que se contraten durante alguna emergencia declarada por el presidente de la República en los términos del artículo 29.
Hasta donde se sabe, Peña no refinanció la deuda y mucho menos
declaró emergencia alguna como para justificar el vertiginoso
crecimiento del débito público, de tal suerte que éste simplemente fue
para pagar los intereses, lo que a todas luces no se apega a derecho.
Cierto es que, en materia de endeudamiento nominal, Peña Nieto se
lleva la medalla de oro, pero Felipe Calderón hizo su mejor esfuerzo
para cargarle la mano a los mexicanos, pues durante su sexenio el débito
público se incrementó poco más de 2 billones 755 mil millones de pesos,
88 por ciento más con respecto al cierre del gobierno foxista, el cual
también contribuyó a este problema, pues durante su estancia en Los
Pinos el ahora mariguanero incrementó dicho saldo en cerca de un billón
100 mil millones de pesos, 53 por ciento más que al cierre de Ernesto
Zedillo.
En conjunto, esos tres gobiernos aumentaron la deuda pública en casi 8
billones 500 mil millones de pesos, de tal suerte que entre diciembre
de 2000 (llegada de Fox) y noviembre de 2018 (salida de Peña Nieto) el
débito se incrementó la friolera de 411 por ciento, con una economía que
crece2 por ciento. De ese tamaño.
Las rebanadas del pastel
Qué bonita
democraciala del salvaje Trump que, con una trama totalmente antidemocrática, financia la intentona golpista en Venezuela, apoyado en la ultraderecha del país sudamericano –títere incluido– y sus perritos falderos de la OEA. La historia latinoamericana regresa a los años 60 del siglo pasado.
Twitter: @cafevega
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