Desde la Luna de Valencia
Por: Teresa Mollá Castells*
Pues
sí, en apenas mes y medio tendremos la conmemoración, de nuevo, del
ocho de marzo, Día Internacional de las Mujeres. Y como el año pasado,
viene en forma de huelga feminista.
Si en 2018 las reivindicaciones eran necesarias, este año, lo son
todavía más. La fijación que la derecha tiene con el feminismo nos ha de
dar la fuerza necesaria para secundar la huelga, puesto que sabemos lo
que representa y es el patriarcado en estado puro. Y esto, como ya he
comentado en muchas ocasiones, no nos beneficia en nada a las mujeres.
Ocho mujeres asesinadas en los primeros 17 días del año; condenas por
abusos y no por violación; asentamiento de las mafias que trafican con
mujeres para, después explotarlas sexualmente y destruirlas o también
explotarlas reproductivamente; el negocio de la pornografía ante la
falta de educación sexual; la patriarcalización de la justicia; la falta
de recursos para investigar enfermedades con perspectiva de género y
así mejorar la salud de las mujeres; un sistema educativo que permita
coeducar de forma real y no a base de esfuerzos y militancias del
personal docente; la invisibilización de los trabajos relacionados con
los cuidados; la feminización de la pobreza en general y de las familias
monomarentales en particular; la segregación horizontal y vertical en
el ámbito laboral así como la brecha salarial; la falta de presencia de
voces autorizadas femeninas en los medios de comunicación; la ausencia
casi permanente de políticas específicas para mujeres con diversidad
funcional y/o intelectual; el actual sistema de cotizaciones a la
seguridad social que penaliza a aquellas mujeres que realizan el trabajo
doméstico y de cuidados a su familia sin percibir salario alguno, y un
larguísimo etcétera nos empujan a secundar esta huelga y todas las
convocatorias que la acompañen.
La próxima revolución será la que ya está en marcha y es la
feminista. Porque el feminismo nunca ha asesinado a nadie, porque es
pacifista a pesar de sus diferentes matices y variantes, como dice mi
amiga Begoña Piñero "corrientes feministas puede haber muchas, pero
feminismo solo hay uno".
Me cuenta alguna de mis alumnas (mayoritariamente docentes) que,
comparativamente con sus madres o abuelas, no sienten discriminación
alguna en sus vidas. Eso lo comentan al principio de alguno de los
cursos, pero al final de los mismos, normalmente han tomado consciencia
de alguna de las formas en las que el patriarcado nos trata de forma
desigual y por tanto de esas formas en las que nos intenta dominar
todavía.
No podemos quedarnos impasibles, como si no fuera con nosotras,
porque en cada asesinato de una mujer o niñez (10 niñas y niños
asesinadas en 2018 por hombres: 8 niñas y 2 niños), estamos fracasando
como sociedad y negando a otras muchas mujeres la posibilidad de una
vida digna y sin violencias machistas.
Saldremos a las calles porque también son nuestras. Y saldremos a
manifestar pacíficamente nuestro rechazo a este modelo de sociedad que
nos agrede y asesina cada día solo, por ser mujeres. Y saldremos cuántas
veces consideremos oportunas. No solo el 8 de marzo. Porque en cada
asesinato o maltrato, o cada acto de violencia sexual, incluso los
verbales, hemos de decir basta.
Y pese a que cada día son más los compañeros que se unen, seguimos
insistiendo en la necesidad de que ellos también denuncien aquellas
situaciones en que nuestros derechos sean pisoteados, incluso por la
propia justicia.
Cada día ha de ser un 8 de marzo, porque cada día cientos de mujeres
sufren violencias machistas de todo tipo. Porque el sistema se ha
encargado de normalizarlas para que sean más invisibles.
No podemos quedarnos en debates estériles. Debemos mostrar nuestro
músculo feminista al patriarcado en cada una de las convocatorias que se
realicen. Debemos tomar la palabra y las calles para denunciar la
enorme desigualdad en la que todavía nos encontramos. Y también la falta
de equidad en todos los ámbitos.
Si queremos profundizar en la democracia no nos podemos quedar solo
con el acto de ir a votar. Debemos buscar la erradicación del machismo
en las organizaciones a las que pertenecemos. Porque ese machismo no
entiende de derechas ni izquierdas, sencillamente está presente en todas
las organizaciones y escalas sociales. Y con él, las violencias
machistas de todo tipo.
Vayamos calentando los motores para que la huelga del ocho de marzo
sea no solo un éxito y un referente internacional como lo fue el año
pasado, sino también una demostración contundente de lo que ya es
imparable: la revolución feminista que ha llegado para quedarse.
*Corresponsal, España. Comunicadora de Ontinyent
Imagen retomada del portal Tribuna Feminista
Cimacnoticias | Ontinyent, Esp.-
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