1. Siendo muy joven aprendí en muchos “manuales de marxismo” de Afanasiev, Konstantinov, Politzer, (más tarde descartados por esquemáticos y dogmáticos) que en el capitalismo se acumulaban bajo el rigor de la paz, la explotación, la acumulación de riquezas en unos cuantos, la miseria en la mayoría de la población, que luego llevará –indiscutiblemente- a la revolución violenta. A esto se llamaban cambios dialécticos cuantitativos lentos que ineludiblemente llevaban a los violentos cambios cualitativos. Ese ejemplo me hizo pensar en que las revoluciones francesa, mexicana, rusa, cubana y demás luchas violentas, respondieron siempre, eran producto de los descontentos acumulados en “la paz… de los supulcros”.
2. Pensé entonces en los luchadores por la independencia en América: los Bolívar, San Martín, Sucre, Artigas, Hidalgo, Morelos, que no fueron simples agitadores, sino producto de condiciones sociales, materiales, que surgieron en la población y que la obligaban a luchar violentamente para defenderse y transformar su situación. Ya como producto de la revolución cubana (1953/59), que obligadamente tuvo que ser violenta, porque la miseria y el hambre de la mayoría de los cubanos eran muy extrema. ¿Quién podía quitarnos de la mente que los grandes y radicales cambios cualitativos tenían que ser violentos (como las guerrillas) porque las clases dominantes tenían que defender sus riquezas con el ejército, las leyes, las cárceles?
3. Las clases ricas, poderosas, dominantes, siempre han agitado la bandera de la paz y odian la violencia porque pone en peligro su poder económico y de dominación. Decían que la violencia sólo llevaba a la confrontación, que debía evitarse la lucha entre las clases para que los ricos gocen de confianza absoluta para invertir su dinero. Por ello hace cuatro siglos inventaron los procesos electorales, impusieron leyes y castigos, invirtieron cuantiosos capitales, buscando imponer los “cambios” pacíficos que no pongan en peligro sus riquezas. Desde entonces se legisló que toda la política debería ser democrática y, como hoy en los EEUU, cada cuatro años debería haber elecciones competidas entre los partidos.
4. Sin embargo, por lo visto hasta hoy en los sistemas electorales, ha sido la más grande garantía para la conservación del sistema capitalista de desigualdad. Después de 500 años de practicar en casi todo el mundo el sistema electoral “democrático” nunca se ha podido arribar a un sistema de justicia e igualdad. En nombre del pacifismo, los procesos electorales sólo han servido para que grupos y partidos al servicio del capital se adueñen de los gobiernos con el objetivo de favorecer a intereses propios y de sus aliados. En México desde 1824 se han registrado procesos electorales, particularmente desde el triunfo de la revolución burguesa mexicana de 1910-17 –hace más de 100 años y el 80 por ciento de la población sigue en la pobreza y la miseria.
5. En México, desde 1977 que el PRI-gobierno instaló la reforma en beneficio de los partidos políticos, se han realizado elecciones modernas que indudablemente sólo han beneficiado a los partidos políticos. Cada tres o seis años se realizan elecciones en las que el arreglo, los acuerdos, entre empresarios y políticos para designar candidatos ocupa el primer lugar; inmediatamente se organiza el gran plan –mediante la distribución de muchos millones de pesos para comprar votos y profundizar la manipulación de la población. Al final siempre salen adelante los candidatos de los partidos que llegaron a acuerdos, retrasándose los que se marginaron. Estas prácticas han sido probadas en 200 años. (23/IV/22)
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