Son las 5:00 de la mañana y Marisela se levanta para juntar y calentar el agua con la que Francisco, su hijo, se bañará antes de irse a trabajar. Ellos viven en el municipio de Nezahualcóyotl, Estado de México, en donde la falta de agua en algunas colonias es una constante y su acceso al recurso es a través de pipas, que “hay que corretear”.
Al igual que muchas otras mujeres, Marisela es la responsable de cuidar que una de las pipas les dejen agua. Y como no se sabe a qué hora van a pasar, los martes y los jueves ella no sale de su casa y se asegura de quedarse frente a su portón el tiempo que sea necesario, para lograr que la pipa abra su manguera solo por un minuto. De no ser por Marisela, Francisco no se podría ni bañar.
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“La escasez de agua, la contaminación y su mala gestión afecta a muchas comunidades en el mundo; pero históricamente son las mujeres las encargadas de los cuidados y servicios del hogar, así que la falta de agua afecta más a las mujeres”, explicó a Animal Político la doctora Helena López, académica del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM, quien recalcó que la principal causa de esto es la división del trabajo por razón de género.
Es decir, socialmente se asignan tareas y responsabilidades diferentes para hombres y mujeres. Por ejemplo, a las mujeres se les asigna el rol de cuidadoras y encargadas de las labores del hogar, sin que por ello perciban un sueldo, y a los hombres el del trabajo remunerado fuera de casa.
Basta con ver las cifras de INMUJERES para saber que esto va más allá de un concepto, pues durante el primer trimestre de 2021, la tasa de participación en trabajo no remunerado, es decir, que realizan alguna labor sin recibir un sueldo, fue de 72.7 para hombres, pero de 95.38 para mujeres.
De acuerdo con el INEGI, en 2020 el valor económico de las labores domésticas y de cuidados reportó un monto de 6.4 billones de pesos, equivalente a 27.6% del PIB del país. Y fueron las mujeres quienes aportaron 2.7 veces más valor económico que los hombres por sus actividades de labores domésticas y de cuidados en el hogar.
Hablando específicamente de agua, un estudio realizado en Hidalgo que se encuentra disponible en la plataforma Scielo concluyó que “los problemas de escasez, falta de calidad y deficiente gestión ponen en riesgo el ejercicio del derecho humano al agua de las mujeres”.
Y esto implica sobrecargas de trabajo para abastecerse de otras fuentes y gastos adicionales para comprar agua. “Como responsables de todas las tareas domésticas, las mujeres son las primeras afectadas por esta situación”, destaca.
“Las desigualdades de género en el ámbito del agua son profundas y persisten en todos los niveles, con graves repercusiones en los esfuerzos internacionales para el logro del desarrollo sostenible”, recalca la Unesco.
Dicha institución describe que el género define los roles, las responsabilidades y las oportunidades de las personas en la sociedad y, muy a menudo, determina potencial, conocimientos, talentos y oportunidades que pueden alcanzar.
“El género también determina la relación que establecen las personas con el agua al moldear las necesidades, acceso, uso y beneficios de este recurso vital”, señala.
Mujeres que luchan por el agua
Nezahualcóyotl es una de las demarcaciones de la zona metropolitana del centro del país a la que el Sistema Cutzamala provee del 30% del agua que utiliza. Pero esa agua proviene de las presas Tuxpan y El Bosque, en el estado de Michoacán, y Colorines, Ixtapan del Oro, Villa Victoria, Valle de Bravo y Chilesdo en el Estado de México.
Es decir, el agua que usamos en la Ciudad de México y parte del área metropolitana se extrae de otros sitios. Esto sucede desde hace 40 años, debido a la sobreexplotación de las cuencas de los valles de México y Toluca-Ixtlahuaca.
Este es un ejemplo de extractivismo, que se entiende como esta situación en la que se explota la riqueza natural de un lugar, en este caso el agua, para exportarla a otro sitio sin ningún tipo de compensación para los habitantes de donde se saca el recurso, aunque eso implique reordenar los territorios.
Por ello, la investigadora señala que para resolver el problema del acceso al agua en particular, y del extractivismo en general, “lo más importante es cambiar la cultura patriarcal, colonial y racista”.
En septiembre de 2004 surgió en Villa de Allende, Estado de México, el Ejército de Mujeres Zapatistas en Defensa del Agua.
En entrevista para Cimac, la comandanta Griselda Estrada dijo que se sumó a esta iniciativa debido a la carencia de agua, porque la extracción para alimentar el Cutzamala les afecta a ellas y a sus hijos.
“Para nosotros el agua es la vida y se la llevan, de qué sirve que tengamos la planta a unos metros si no tenemos el vital líquido en nuestra casa”, señaló.
Pero este es solo un ejemplo del papel que las mujeres han tomado en los últimos años en cuanto a justicia en el acceso al agua se refiere.
De forma más actual, la investigadora de la UNAM también reconoce que las mujeres jugaron un papel central en la toma de las instalaciones de Bonafont en Puebla, que fueron ocupadas por manifestantes por casi siete meses, hasta que fueron desalojadas por fuerzas federales el pasado 15 de febrero, según narró el medio poblano Manatí.
Todo comenzó cuando comunidades nahuas notaron que el flujo del río Metlapanapa disminuía en el municipio de Juan C. Bonilla, lugar en donde se asentó la embotelladora de la empresa Bonafont.
Los pobladores atribuyeron la falta de agua a la extracción industrial de la compañía y durante 13 años establecieron un cierre simbólico de las instalaciones, pero ante la falta de atención de las autoridades, en marzo de 2021 impidieron el funcionamiento de la planta y ocuparon la embotelladora de agosto de 2021 a febrero de 2022, cuando fueron desalojados.
“La lucha no es por estos lugares, la lucha no es un espacio. Estamos de pie y vamos a seguir organizándonos para seguir, no vamos a declinar. Realmente no se perdió mucho: al contrario, se ganó coraje”, declaró a corriente Alterna una de las manifestantes, quienes se siguen organizando para promover un boicot contra Bonafont y Danone.
“Lo que hay que hacer es enfrentar de verdad el tema del extractivismo. No puede ser que las grandes compañías sobreexploten el agua, dejen a las comunidades sin agua”, dice Helena López, quien recalca la importancia de promover políticas públicas que garanticen el acceso y la distribución del agua; así como proteger los ecosistemas y buscar tecnologías adecuadas.
Otro ejemplo de lucha es la activista indigena Berta Cáceres, quien lideró por años una lucha contra un proyecto para construir la represa Agua Zarca a lo largo del río Gualcarque, Honduras.
Hecho que la hizo acreedora al Premio Medioambiental Goldman, Aunque su asesinato en 2016 permanece impune, se señala que la causa fue precisamente su defensa al agua.
En busca de soluciones
En México, 15 de los 32 estados de la República padecen un nivel de estrés hídrico “extremadamente alto”, según un reporte de WRI. Lo que significa que la demanda de agua es más alta que la cantidad disponible.
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La emergencia solo puede atenderse con políticas públicas para tratar de regular la escasez y desigualdad en el acceso al agua, coincidieron especialistas entrevistados en esta otra nota.
Pero la doctora Helena López señala que para hacer política pública en temas de agua es necesario tomar en cuenta a las mujeres, en primer lugar.
No solo se trata de un tema de equidad, el incluir la perspectiva de género en la toma de decisiones es necesaria para la efectividad de las mismas.
Así lo remarca la Alianza de Género y Agua (GWA), pues señala que al ser las mujeres las mayores usuarias del agua a nivel mundial, y las responsables de proveer el agua y los servicios de saneamiento adecuados para sus familias, “las responsabilidades específicas que tienen las mujeres en los asuntos que conciernen al agua, les conceden una experiencia valiosa, lo cual es fundamental en la búsqueda por lograr una gestión efectiva del agua”.
Al respecto, Michelle Morelos, quien desarrolla una investigación en el posgrado de Ciencias de la Sostenibilidad de la UNAM, señala que ante el problema del acceso al agua no hay una sola solución, pues debe considerarse todo el contexto social, cultural, demográfico y geográfico al que cada zona se enfrenta.
“No podemos estandarizar procesos, al final todas las innovaciones inclusivas van a tener una parte de contexto muy importante, y una parte local muy importante. No puedes esperar que las mismas propuestas de solución del norte del país funcionen para el centro y viceversa, pues la forma en cómo se apropian de estas tecnologías va a ser distinta en cada comunidad”, enfatiza.
Solo por poner un ejemplo, Morelos describe que, en una investigación que está llevando a cabo sobre los sistemas de captación de agua de lluvia, son los ingenieros quienes explican a los hombres del hogar cómo va a funcionar la ecotecnología. Pero en la práctica las que realmente se encargan de darle uso y mantenimiento al sistema son las mujeres.
“Ellas se hacen responsables de los sistemas a pesar de que a ellas los instaladores no se dirigen, y no platican directamente con ellas”, señala.
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