Pedro Echeverría V.
1. Estas breves reflexiones y experiencias –además de vividas- son interrogantes, una serie de afirmaciones o hipótesis preliminares que podrán servir como base para la elaboración de un trabajo más amplio. He deseado investigar sobre la historia de la izquierda socialista o comunista en Yucatán, pero dado que ésta ha sido muy pobre, casi inexistente, porque los pocos individuos que en diferentes etapas participamos en ella no tuvimos presencia importante; por ello estoy buscando incidir en el pensamiento del llamado “sector democrático” de la burguesía que -por su radical oposición a la derecha clerical empresarial- ha coincidido con la ideología de izquierda.
2. La discusión seria y fundamentada de los puntos que aquí comienzan a hacerse público, es indispensable para un trabajo de investigación más desarrollado. Me he hecho algunas preguntas: ¿Acaso no será mejor realizar una investigación colectiva, no académica, que aborde estos puntos y más, con el objetivo de que contribuya al avance de las rebeliones anticapitalistas del futuro? ¿No serán estos trabajos de investigación y “análisis” parte del vejestorio academicista cuando las luchas deberían estar en las calles? o, por el contrario, ¿No será mejor armarnos teóricamente en las coyunturas difíciles controladas por el derechismo de adentro y de afuera para luego, en otro momento, salir a la plaza pública a dar la batalla ideológica?
3. En las décadas de los sesenta y setenta, cuando aún la burguesía mexicana mantenía una feroz represión contra la clase trabajadora y contra los grupúsculos de izquierda radicalizada, y no sentía la necesidad de incorporar a otros partidos políticos –además del PRI, PAN, PPS y PARM- al gobierno para ayudarla a mantener el poder, hubo condiciones para emprender investigaciones políticas colectivas de tipo partidario e independiente. En aquellas décadas escribiamos menos que ahora, pero se trabajó con compromiso, independencia, pasión por los sectores oprimidos, sin recibir salario alguno o puntuación para escalar en alguna jerarquía académica.
4. A partir de los ochenta, con la incorporación de los partidos a los procesos electorales, pero sobre todo desde los días en que se otorgaron miles de millones de pesos a los partidos políticos, jugosos salarios a sus legisladores, gastos multimillonarios a las campañas políticas y privilegios académicos, las investigaciones dejaron de ser independientes y se convirtieron en académicas realizadas generalmente por universitarios, divorciadas en su mayoría del quehacer político. Desde entonces son muy pocas las investigaciones que se hacen desde el movimiento real, a partir de las luchas de los trabajadores o ciudadanos. Ahora casi todos esos trabajos se elaboran en los cubículos, con datos estadísticos y a partir de razonamientos teóricos librescos.
5. ¿Puede hablarse hoy del fin de las ideologías, tal como lo han hecho algunos teóricos al servicio de grupos financieros internacionales? ¿Existe la ideología de izquierda, de centro y de derecha? A partir de la implantación del neoliberalismo en el mundo a principios de los ochenta, así como de la caída del llamado “bloque socialista” a finales de esa misma década, los ideólogos de los países imperialistas no han dejado de difundir la idea de que las ideologías han desaparecido, que “la caída del socialismo” ha demostrado el triunfo y la justeza del capitalismo y que en este sistema social se han superado las clases sociales, la división entre ellas y, por tanto, ha desaparecido la lucha de clases.
6. Poderosos empresarios, junto al gobierno y al clero, mediante el permanente uso de los medios de comunicación, tratan de convencer de que ahora lo que importa es la comprensión entre las clases, que todo se puede solucionar con el diálogo amoroso e incluyente entre todos los seres humanos, sean éstos ricos y pobres, entre terratenientes y campesinos o entre grandes propietarios de empresas y trabajadores. Sin embargo, la realidad es radicalmente distinta. El capitalismo sigue siendo un sistema de explotación en beneficio de un puñado de latifundistas, industriales, financieros y políticos que acumulan las riquezas contra un ochenta por ciento de la población que vive en la pobreza y la miseria.
7. El neoliberalismo sólo es la expresión más brutal de ese capitalismo y el llamado sistema socialista nunca fue tal, pues desde el triunfo de la revolución rusa en 1917 éste comenzó a degenerar hasta convertirse en socialismo burocrático o un nuevo capitalismo de Estado. Si por un lado, en el capitalismo, existen grandes propietarios de capital fijo y circulante, que crece aceleradamente mediante la acumulación de plusvalía y, por otro lado, hay millones de trabajadores cuyos ingresos no les alcanza para vivir adecuadamente, ¿puede acaso decirse que no hay clases sociales ni lucha de clases? Se puede afirmar que la fuerza principal ha cambiado del sector secundario al terciario, que la lucha de los marginados, de los informales, de la llamada sociedad civil, supera ahora a la de los obreros, o que la batalla anticultural ha subordinado a las luchas económicas; pero no puede hablarse de la desaparición de la lucha de clases.
8. La derecha en México, del PAN o no, al estar conformada por los grandes propietarios y al defender de manera férrea el derecho de propiedad, ha sido históricamente, por naturaleza, enemiga de los trabajadores y de las luchas que éstos han emprendido por salarios y menos malas condiciones de vida. Además, esa derecha, al tener ideología clerical, se ha constituido en la heredera de los principios difundidos por el alto clero que tanto le ha favorecido en su práctica expoliadora. La izquierda, por el contrario, cuando ha sido consecuente, ha tomado como principal objetivo de sus luchas la liberación de los explotados del campo y la ciudad. Aunque también hay una “izquierda democrática” muy cercana al centro político, que mediante la vía electoral y/o la penetración en los cargos de gobierno pretende cambiar algunas políticas de Estado. Esta tendencia ha terminado no solo siendo asimilada sino incluso muchos, al convertirse en altos funcionarios del Estado, han llegado a transmutarse en los peores enemigos de los trabajadores. (12/VI//22)
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