Marco Aurelio Rodríguez
La nueva estrategia de la CIA y sus paramilitares operando en Venezuela consiste hoy en día en lanzar una ola de violencia en los lugares donde residen los sectores populares que constituyen el principal apoyo político del presidente Hugo Chávez. Los ataques y asesinatos que se cometen buscan a engendrar un caos en las bases sociales y demostrar de esta manera la ineficacia del gobierno ante la supuesta criminalidad delictiva. Desde Caracas nuestro corresponsal Marco Aurelio Rodríguez.
Los saboteadores y otros infiltrados implicados en la guerra sucia contra los sectores populares en Venezuela utilizan emblemas bolivarianos o chavistas como medio de camuflaje.
Crónicas de la calma
Después de largos años de violencia callejera asociada a las actividades de la contrarrevolución venezolana una inusual calma invade las calles del país, es la manifestación temporal de la nueva estrategia con que las fuerzas irredentas de la política neoliberal se aprestan a la “retoma del poder”. Pero detrás de esa calma se ve el rostro de una violencia descarnada, que disfrazada de “delincuencia común”, intenta barrenar la credibilidad del gobierno de Chávez.
La oposición y sus aliados externos saben que la seguridad personal ha sido el flagelo más implacable que ha tenido la población venezolana desde hace décadas y es el flanco más débil del gobierno revolucionario. Frente a la escalada delictiva, el Gobierno aprobó la Ley de Policía Nacional, con la que pretende unificar a todos los cuerpos policiales del país, incluyendo a las policías municipales, que aunque sus funciones son de tipo administrativo, quebrantan las disposiciones legales, realizan labores represivas y no pocas veces se han visto involucradas en graves violaciones de los derechos de los ciudadanos; en reciente fecha los periodistas del Canal de la Alcaldía Mayor de Caracas Ávila TV, fueron objeto de agresión con de arma de fuego por parte de una de las policías en cuestión.
Desde el año 1998, después de una brevísima “luna de miel” con el gobierno del entonces recién nombrado Presidente de la República de Venezuela, Hugo Chávez, la clase política tradicional inicio una serie de acciones de calle que desembocarían en la toma de la emblemática Plaza Altamira, un enclave del golpismo, desde cuya tarima desfilaban ante las cámaras los oficiales de los diferentes componentes de la Fuerza Armada, que solicitaban la renuncia al Presidente Teniente Coronel Chávez.
Finalmente los oficiales de la Plaza Altamira se vieron involucrados en hechos de gravísima naturaleza, incurrieron en crímenes como violación, asesinato, conspiración, rebelión y su participación culmine desembocó en los sucesos del 11 de abril de 2002, cuando se cristalizó el golpe de Estado y el paro petrolero, planificados por el gobierno estadounidense y ejecutado por los sobrevivientes de la política de la era neoliberal venezolana, que se fundamentó en un pacto de alternancia bipartidista entre Acción Democrática (socialdemocracia) y el Partido Socialcristiano Copey, cuyo ocaso estuvo en manos de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera respectivamente.
Durante la última década la República Bolivariana de Venezuela se vio convulsionada por una ola interminable de movilizaciones, marchas y enfrentamientos, originados por la polarización política entre las grandes mayorías víctimas de la exclusión de los gobiernos de la IV República (1958/1998). Después de las elecciones de 1998, Chávez contaba con 3.673.685, un 56.29% mientras su contendiente más cercano obtuvo 2.613.161, que representaba el 39,97%., esa era aproximadamente la proporción de las movilizaciones, correspondiente a un universo de 6.537,304 de votantes.
Dos años más tarde, en el año 2000 la vorágine de movilizaciones y confrontaciones continuaban; los resultados del referéndum aprobatorio, que puso a prueba nuevamente al Presidente Chávez que se vio favorecido con 3.757.773 votos con el 59,7 % y su rival inmediato 2.359.459 y un porcentaje de 37,5%; en esta oportunidad el número total de personas que acudieron a las urnas fue de 6.288,578.
Evidentemente la estrategia de las confrontaciones de calle no estaba favoreciendo a los planes del Pentágono, pero sin embargo siguieron confiando en las indicaciones de sus especialistas y de sus computadoras. Así que en Venezuela se intensificó la estrategia mediática de los opositores, que aún hoy poseen un control de casi 80% de los medios de comunicación de masas como recurso de apoyo a las marchas.
El año 2004 el Presidente Chávez lanza un nuevo reto – el referéndum revocatorio que se totalizó a su favor con 5.800.629 – 59,10% y la oposición obtuvo 3.989.008 votos -40,64%.
En el 2006 asistieron a las urnas 11.790.397 de venezolanos, de ellos 7.309.080 votaron por Chávez que alcanzó el 62,84 % y 4.292.466 votaron por el representante más destacado de la oposición, que correspondió al 36,9%.
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