El
Centro de Estudios sobre Masculinidades y Género de Uruguay viene
trabajando desde el 2012 en la atención de “varones que deciden dejar
la violencia”. Una evaluación del primer año dio como resultado que el
75% de los participantes percibió cambios positivos en su conducta.
Fernando Rodriguez –integrante del CEMG- cuenta la experiencia.
COMUNICAR IGUALDAD- El Centro de Estudios sobre Masculinidades y Género (CEMG), de Uruguay, viene trabajando desde el año 2012 con “varones que deciden dejar la violencia”
en dos grupos de 25 personas en la ciudad de Montevideo. El proyecto
-que cuenta con el apoyo de la Secretaría de la Mujer de esa ciudad,
ONU Mujeres y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), y
se realiza en alianza con Men Engage- se extenderá a cuatro localidades
más de Uruguay este año: Colonia, San José, Canelones y Maldonado.
“En Latinoamérica, y por lo tanto también en el Río de la Plata, es
importante deconstruir el patriarcado, porque los estereotipos que se
construyen con estas lógicas son extremadamente machistas y por lo
tanto violentos, con impactos nocivos sobre las mujeres, los hombres
mismos, los hijos y las hijas y la comunidad. Es importante
continuar el trabajo con la violencia masculina en el hogar, para
lograr la equidad de género y la convivencia democrática y equitativa,
a favor de varones y mujeres” señala Fernando Rodriguez, que estuvo en Buenos Aires participando del Primer Curso de Formación Integral de Facilitadores en Derechos Humanos, Perspectiva de Género, Masculinidades y Ciclos vitales
-que realiza la Campaña del Lazo Blanco a lo largo de este año en San
Isidro, provincia de Buenos Aires- y es integrante del CEMG, de
Uruguay. Darío Ibarra, otro integrante de la misma organización, será a
su vez docente del curso en el transcurso de este año.
Luego de un año de trabajo, a fines del 2012, el CEMG realizó una evaluación del primer año de atención de estos varones. El
75% dijo haber percibido cambios positivos en su conducta que los
beneficiaban a si mismos, a sus parejas, hijas/os y conocidas/os.
Algunas de las habilidades que estos varones dijeron haber adquirido
consistieron en: detectar el riesgo fatal y disponer de herramientas
para no poner en peligro a sus compañeras e hijas/os y trabajar para
abandonar la autoridad, el control y el dominio sobre la pareja.
De los 91 varones que pidieron información para participar de los
grupos, 66 asistieron a la primera entrevista y sólo 11 concluyeron los
24 encuentros del año 2012 y siguen en tratamiento. Parte de la
deserción es explicada desde el CEMG como intrínseca al modelo
terapéutico utilizado para acercarse a los varones -el CECEVIM ,
basado en el Centro de Capacitación para Erradicar la Violencia
Intrafamiliar Masculina, dirigido por Antonio Ramírez Hernández-, que
al ser de fuerte confrontación muchas veces no es tolerado. El CECEVIM
es definido como un “programa que ayuda a los hombres a revisar y
cambiar los pactos patriarcales que los enseñan a creer que son
superiores a sus parejas y a usar violencia para imponer esa
superioridad. Entendiendo que estos pactos patriarcales se han filtrado
en sus vidas como un mandato social y cultural, los
hombres en el programa aprenden a tener influencia para cambiar estos
pactos en sí mismos y con otros hombres y aprender a crear relaciones
íntimas, cooperativas, igualitarias, justas y democráticas en sus
hogares”. La explicación que dieron los
participantes al abandono fue mayormente no poder sostener los acuerdos
que se realizaron durante el tratamiento (35%), no estar de acuerdo con
el programa (20%) y no aceptar la facilitación femenina durante el
proceso (20%).
Un aspecto interesante vinculado a la asistencia tuvo que ver con la voluntariedad de participación del proceso. Fue
más fácil sostenerlo para los varones que se habían acercado
voluntariamente que para aquellos que lo hicieron por derivación
judicial. En este último caso, de 24 derivaciones, sólo 7 varones concurrieron a los grupos terapéuticos.
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