MONEDERO
Carmen R. Ponce Meléndez*
Según
el reporte de ENOE-Inegi, en el segundo trimestre del año hay 950 mil
180 mujeres desempleadas, cuando en realidad la cantidad es mucho
mayor, asciende a 4.9 millones considerando los 4.05 millones que están
clasificadas como “población no económicamente activa disponible”
(personas que están dispuestas a aceptar un trabajo y se cansaron de
buscarlo).
En su mayoría (87.25 por ciento) son mujeres con experiencia, es decir
desocupadas de un empleo anterior, y con nivel de escolaridad superior
y medio superior. No se están generando suficientes empleos calificados.
La cifra de mujeres ocupadas asciende a 18.8 millones, 63.9 por ciento
menor a la población ocupada masculina. Todavía hay muchas trabas para
la incorporación femenina a la actividad económica remunerada.
Su posición en la ocupación es mayoritariamente como trabajadoras
subordinadas y remuneradas; en el caso de las empleadoras (2.3 por
ciento) su participación es mucho menor que la masculina.
Por el contrario en “trabajadores y trabajadoras no remuneradas” las
mujeres superan a los hombres con 8.2 y 4.3 por ciento,
respectivamente (ver gráfica).
VER GRÁFICA AQUÍ
Estas diferencias de género en los renglones de empleadoras y
trabajo no remunerado tienen efectos importantes en los ingresos:
significan mayor pobreza para las mujeres.
Adicionalmente, más de las tres cuartas partes del trabajo femenino
–79.57 por ciento– está en el sector terciario (servicios), un sector
muy precarizado en términos de salarios y prestaciones o seguridad
social.
Por si esto fuera poco, sus jornadas de trabajo son menores a las
masculinas, por lo consiguiente con menor salario. En jornadas de menos
de 15 horas las mujeres participan con un 10.9 frente al 4.4 de los
hombres; en contraste en las de más de 48 horas la participación
femenina es de únicamente 18.0 versus 32.0 masculina.
Estas diferencias se explican por la terrible carga de trabajo
doméstico no remunerado que tienen prácticamente todas las mujeres, en
especial las más pobres; su disposición de tiempo para el trabajo
remunerado es mucho menor que la masculina.
Para completar el gasto se recurre a otro empleo (subocupación); en
este renglón casi la mitad de las mujeres recurre al trabajo por cuenta
propia (44.8 por ciento), cifra superior a la masculina, básicamente es
venta de productos a domicilio o comercio informal.
En el caso de empleadoras y empleadores la diferencia entre los sexos
se mantiene a favor de la población masculina, aún en la subocupación.
Sin duda una de las desigualdades de género importante se encuentra en
la “población no económicamente activa disponible”, una importante
causal de pobreza.
El número de mujeres en esta condición es 2.6 veces superior a la
población masculina; obedece entre otros factores a la creciente fuerza
laboral femenina que está sin empleo por largas temporadas, y con
dificultades para enfrentar las condiciones que impone el mercado de
trabajo.
La suma de todos estos elementos que presenta el mercado laboral para
las mujeres –incluyendo los salarios miserables– se traduce en POBREZA,
feminización de la pobreza, y explica en gran medida las cifras de 2012
sobre el tema, reveladas por el Consejo Nacional de Evaluación de la
Política de Desarrollo Social (Coneval).
Dentro de la población en situación de pobreza, 27.6 millones son
mujeres y 25.8 millones hombres, una diferencia de 1.8 millones de
mujeres. Lo mismo sucede en el renglón de “vulnerables por ingreso”; la
población femenina en esta situación supera en un 18.0 por ciento a la
masculina.
Para concluir, la pobreza no es un problema genético ni una maldición
gitana, tiene sus raíces en las políticas públicas –económica y
laboral–, y no se vale analizar o tratar de resolver la problemática de
la pobreza solamente desde la perspectiva de la política social, de
manera asistencial.
Esto no le resta importancia a los programas de la política social,
pero los acota a resultados muy limitados, con el agravante de que la
mayoría son aplicados con fines de proselitismo político, a favor del
partido en el poder.
En ese tenor destaca “la Cruzada contra el Hambre”, una forma muy
pueril de medrar con la pobreza de las mujeres. Dicha situación
requiere una mayor vigilancia, ya que 2015 es un año electoral y la
cooptación de votos vía programas sociales es un hecho.
P.D.
De nuevo se recorta el pronóstico de crecimiento de la economía para
2014; ahora es el Banco de México: su proyección del PIB se reduce, ya
que lo planteó en un rango de 2 a 2.8. La proyección de la Secretaría
de Hacienda era de 3.4 y luego la redujo a 2.7. Por su parte, la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) fijó sus
expectativas de crecimiento al 2.5.
Twitter: @ramonaponce
*Economista especializada en temas de género.
Cimacnoticias | México, DF.-
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